RadioNacional – Estos materiales 100 % biodegradables, son de uso cotidiano de las comunidades en el Valle del Sibundoy, Putumayo.
Por : Beatriz Fajardo
Carlos Mutumbajoy, indígena de la comunidad Kamentsa – Inga, desarrolló un emprendimiento para cuidar el medio ambiente y la ‘Pacha mama’ (Madre tierra), donde elabora artículos desechables a base de hojas de achira y plátano para el hogar, 100 % biodegradables.
La fabricación de estos materiales biodegradables actualmente se realiza a pequeña escala, ya que trabajan con una deshidratadora, una prensadora y los moldes con maquinarias prototipo. Carlos que es tecnólogo en administración agropecuaria, decidió continuar el legado indígena de conservación de la naturaleza, entonces con apoyo de Universidad Mariana y la Fundación Sol de Los Andes, buscó la forma de desarrollar un proyecto ecológico. Sin embargo espera encontrar mayor apoyo para poder masificar o industrializar el proceso de elaboración.
“La cosmovisión de grupos indígenas es proteger la madre tierra, nos damos cuenta que la contaminación es muy alta, los cultivos no crecen normalmente porque necesitan insumos químicos y no dan buena cosecha las plantas, es porque hay mucha contaminación”, explicó Carlos refiriéndose a la razón de ser de su proyecto.
Un problema de contaminación
El emprendedor explicó que el uso de materiales desechables en época de pandemia se agudizó, según un reporte de las Naciones Unidad, por el tema de domicilios: “Y es que las ventas globales de mascarillas desechables podrían haber alcanzado unos 166.000 millones de dólares en 2020, un aumento de 200 veces en comparación con 2019 cuando se vendieron 800 millones”.
Estas estadísticas incentivaron a Carlos, quien encontró en su tierra natal del Valle del Sibundoy, el uso cotidiano de la achira (tubérculo) por parte de los mayores, quienes le enseñaron a hacer un empaque ancestral que no tiene gluten y además es altamente nutritivo.
Por otro lado, está desarrollando un banco de semillas y está sembrando la achira en mayor escala, preparándose para la producción en masa que tendrían con el proyecto de platos 100 % biodegradables. Cree firmemente que generaría más de mil empleos entre operarios, personas en el sector rural y madres cabeza de familia dedicadas a este cultivo.
“Perdimos el cuidado de la tierra desde la niñez, la educación que recibimos no es la adecuada, nos decían en el colegio que el agua es un ser inerte; es ilógico…porque el agua genera vida (…) por eso los seres humanos perdieron el sentido y cuidado del agua y la naturaleza, los indígenas pensamos de otra forma”, comentó
Por esta razón, con apoyo de Slow Food, una organización global que se fundó para prevenir la desaparición de culturas y tradiciones alimentarias presente en más de 100 países, han buscado conservar saberes y semillas nativas, en este caso de la achira y el plátano, con los que se realizan los desechables.
Historia de resiliencia
Carlos, quien también es maestro artesano, es originario del Valle de Sibundoy en el Putumayo. Tuvo que vivir el desplazamiento y la violencia junto con su familia en esta región del país, y por esta razón está radicado desde hace más de 8 años en zona rural de Nariño.
Los Mutumbajoy (Carlos, su esposa y sus 3 hijos) vivía en la vereda San Félix, en un ambiente de naturaleza dentro de la comunidad indígena Kamentsa – Inga. Una tierra proveedora y fértil a 64 km de la ciudad San Juan de Pasto, capital del departamento de Nariño.
Se dedicaba a las labores de la tierra, a trabajar las manualidades tradicionales y a la talla en madera. Pero al igual que muchos indígenas en nuestro país, su entorno de paz cambio y fue víctima de la guerra: su padre fue asesinado y el desarraigo se hizo presente.
“Fuimos víctimas y pudimos evidenciar la muerte de mi padre. De esa manera fue como salimos de nuestro lugar de origen”, cuenta Carlos para referirse al conflicto armado y al desplazamiento por causa de los grupos armados, en este caso las Farc.
Tuvieron que salir de su entorno y sus costumbres con lo poco que tenían, y se desplazaron hasta la ciudad de Pasto. Allí se adaptaron al entorno urbano donde renacieron para cumplir sus sueños y escribir una nueva historia de vida.