las2Orillas – Por complicaciones derivadas del COVID-19 falleció el reconocido periodista, quien, entre otras cosas, también era colaborador de la Nota Ciudadana. Un amigo lo recuerda
Por: Héctor Sarasti
Oye, estoy en un hotel de acá de la nevera (Bogotá), en la calle 97 con carrera 16, vente y hablamos paja, viejo Héctor.
Corría la tarde de un viernes de algún mes de 2013 perdido en mi memoria cuando recibí la llamada de uno de los reporteros que más conoció por años de cerca el conflicto colombiano en el sur de Colombia (Cauca, Putumayo, Caquetá, Amazonas y Nariño): Germán Alí Arenas Usme, un barranquillero mamador de gallo, de un espíritu de optimismo digno de admirar. Alguien que por estos días es noticia pues falleció como consecuencia del COVID-19.
Llegado al hotel me recibió con un “Eche, ¿qué? ¿No ibas a venir a ver a tu papá?». Sonreí y agradecí la amabilidad de contactarme para que nos saludáramos en su sitio de hospedaje mientras permanecía en la capital del país para asistir a un congreso relacionado con el conflicto armado adonde lo habían invitado por su conocimiento de la guerra que en esa zona libraban la guerrilla y las autodefensas. Organizaciones a las que conocía muy bien pues muchos de quienes las integraban eran, por años, sus fuentes periodísticas. Por eso era, sin duda, un periodista muy bien enterado de primera mano.
Llegado al hotel, dialogamos y mientras estaba sentado en una silla le miré la pierna izquierda. Permanecía en pantaloneta dialogando conmigo sobre la guerra y sobre la música vallenata en la cual era un experto pues había trabajado con varias agrupaciones cuando vivió en Bogotá por allá en los 80ª y 90ª.
—Germán, ¿por qué tienes la pierna roja?, le pregunté
—No sé, me duele… me haré atender apenas llegué a Mocoa, me respondió.
La charla de amigos concluyó y partí de nuestro encuentro. A los pocos días llamé a su esposa, Marta Ordóñez, para preguntarle por él, pues intempestivamente se había desaparecido.
—Le cortaron la pierna, me dijo ella. Una avanzada diabetes le había quitado la extremidad. Me asombré y le dije que la informara en el hospital en el que permanecía recluido en Pasto (Nariño) que le mandaba mis saludes.
Al mes, si mi memoria no me falla, lo localicé de nuevo. Temía que estuviera deprimido por la mala nueva en su salud.
—¿Germán?
—¡Oye me tenías olvidado!, ironizó y lanzó una carcajada…
—¿Te hacía triste?, le refuté
—Eche y ¿por qué?… si no me he muerto…
—… Perdiste una pierna…
—¿Aja y qué? Tú eres… yo no me entristezco por eso, aja me paso, pero la vida sigue…
Un ejemplo de optimismo que nunca olvidé… menos ahora que ya partió dejándonos muchos entristecidos…
Fórmula para hallar un duro…
Era el 2001. Un grupo de periodistas de diario Expreso, de Ecuador, contactó a Germán Arenas. Querían meterse en la candela, en el Putumayo. Deseaban entrevistar al artífice de una de las olas de violencia que bañaba no solo al sur de Colombia, sino también al norte de Ecuador.
—Listo, se lo tengo, les dijo Germán. Un par de semanas después el equipo de enviados especiales arribaba a Colombia y se encontraría con el reportero en uno de los tantos pueblos en los que la violencia era pan de cada día. El pueblito quedaba a poco tiempo de la frontera con San Miguel, sur de Colombia.
—¿Quieren al duro?— preguntó Germán en esa plaza principal del pueblito polvoriento en donde la pobreza y la violencia eran la constante.
El periodista y el fotógrafo se quedaron mudos, aunque aprobaron con la cabeza. Germán no dijo más. Ellos estaban asombrados pues no imaginaban qué iba a hacer para hallar al personaje responsable de sembrar la violencia.
Me miró y me dijo mamando gallo: Aprendan que no les voy a durar para siempre…
Caminó varios pasos al centro del parque, sacó su cámara de una mochila que llevaba y simuló tomar una foto…
De la nada y velozmente apareció una moto con dos sujetos que se le acercaron.
—¿¡Qué quieren!?— grito uno de ellos con voz de mando…
—Hey, mi llave— dijo Germán —quiero hablar con “el propio”— y explicó quiénes lo acompañaban.
—Entre desconfiados y sorprendidos, los sujetos sacaron del bolsillo de un chaleco un radioteléfono.
En el diálogo explicaron que estaba allí Germán Arenas y otros periodistas…
—¿Germán? ¿Arenas?
—Dice el jefe que listo… que es por él que los recibirá… Traigánlos…
—Ok, le dijeron al enlace…
Los sujetos que habían abordado a los periodistas eran parte del esquema de seguridad del sujeto que hacía temblar esa zona con solo pronunciar su nombre…
—¿Viste?… Eso es pa que respetes a tu papá— ironizó Germán para mamar gallo.
Al poco rato, los enviados especiales del periódico ecuatoriano estaban frente a frente al sujeto.
—¿German, qué?
—No, mi llave, los manes quieren saber de primera mano cómo es el problema aquí…
—Les habló porque vinieron contigo…
Los periodistas hicieron su trabajo. Germán, también.
El personaje, finalizando la charla, le dijo a Arenas Usme.
—Oye, Germán, cuando ya no estés por aquí en estas tierras y te devuelvas para curramba en Mocoa tendrán que colocar una estatua tuya…
—¿Eche y por qué?
—¡Y lo preguntas!… Eres un verraco pa eso del periodismo… solo usted se le mide a andar como anda por aquí… ¡Usted sí es pa enmarcar!
Deceso
El pasado sábado falleció Germán Alí Arenas Usme a sus 57 años. Contaba que nació en Alto Volta, África (actualmente Burkina Faso), pero que se crio en Barranquilla, adonde lo trajo su padre. Residió desde principios del 2000 en Mocoa, Putumayo. Falleció por complicaciones derivadas del COVID-19.
A comienzos de abril confirmó que había dado positivo y sufrió varias complicaciones por su diabetes y su falla renal anterior. El periodista era sometido a diálisis en Neiva.
Fue corresponsal de varios medios en Putumayo. Hacía parte de un programa radial de la emisora La Reina de Mocoa.
Descansa en paz, Germán Arenas. H.S.