ElNuevoDia – La presencia de grupos armados, los cultivos ilícitos y los bajos precios de venta de los productos tienen preocupados a los habitantes de este departamento.
El miedo ha regresado a los corazones de los habitantes del Valle del Guamuez, Putumayo, que durante años sufrieron la dura realidad del conflicto armado interno y que hoy le apuestan a los proyectos productivos, debido al regreso de las presiones de grupos armados, el fantasma del glifosato y la violencia que se resiste a dejarlos en paz.
Las cosas nunca han sido fáciles para los habitantes de este territorio del sur del país en la frontera con Ecuador, pues la guerra los ha afectado directamente, a través de asesinatos, intimidaciones, desplazamientos y presiones para cultivar coca durante muchos años.
Sin embargo, algunos de ellos decidieron regresar a las tierras que les fueron usurpadas, con el objetivo de emprender proyectos productivos y no volver jamás a sentirse víctimas del conflicto armado ilegal.
Una de estas personas es Blanca Oliva Pinchao, quien con lágrimas en los ojos recuerda cómo tuvo que abandonar su finca a comienzos de la década del 2000, junto con su esposo y sus dos hijos, que tenían uno y cuatro años respectivamente.
“Mi casa en esa época quedaba entre la base de los Paramilitares y la Guerrilla, en donde constantemente había enfrentamientos entre ellos. Por eso me tocó construir un hueco en la mitad de ella para protegernos. Sin embargo, un día no aguantamos más y decidimos huir de manera separada, porque los hombres eran más perseguidos. Él se fue por una trocha con mi hijo mayor y yo huí por otro lado con mi bebé en brazos”, relata esta mujer con la voz entrecortada y los ojos repletos de lágrimas.
Blanca continúa su relato con dificultad, contando que luego de reencontrarse con su familia, se dirigieron a Ipiales (Nariño), donde vivieron varios años en muy malas condiciones económicas, donde incluso su hijo no podía asistir siempre a la escuela por falta de dinero.
Pero gracias a la ayuda del Plan Colombia y al posterior acompañamiento de la Unidad de Restitución de Tierras (URT), no solo le devolvieron su predio, sino que hoy en día siembra palmito, un producto utilizado especialmente para ensaladas y con el cual se siente orgullosa, pues ya tiene cerca de dos hectáreas cultivadas.
Luz Dari Albeiro, otra mujer campesina del municipio, tiene una historia similar, cuenta que su desplazamiento se generó principalmente, porque en medio de unos combates entre la Guerrilla de las Farc y los paramilitares, “un cilindro bomba cayó contra nuestra casa, dañando el tanque de agua y el baño. Además, nos mataron a unos animales y nos hirieron a otros, entonces ya era insoportable seguir viviendo en medio de toda esa violencia”.
Por eso, según ella, huyó en compañía de su esposo y sus tres hijos a la casa de su suegro, donde vivieron y trabajaron por un par de años, y luego gracias a un subsidio familiar y al posterior apoyo de la Unidad de Restitución de Tierras, construyeron una casa y hoy tienen un proyecto productivo de ganadería doble propósito, lo que significa que esta familia se sostiene por la venta de leche y animales.
Sin embargo, estos no son los únicos proyectos productivos que se desarrollan en el municipio, ni mucho menos las únicas familias que los trabajan, porque de acuerdo con la URT, allí existen 177 programas de los 246 que hay en el departamento. Entre los cuales hay ganadería, pimienta y porcicultura, entre otros.
Proyectos que se encuentran en grave riesgo al igual que sus familias, por las altas posibilidades de revictimización que ocurriese en la zona, gracias a la presencia de grupos armados, el posible retorno del glifosato y los bajos precios de venta de los productos que los hace insostenibles, por lo que muchos deciden regresar a los cultivos ilícitos. ¿Qué está pasando?
Regresaron las amenazas
Tras varios años de cierta calma, el recrudecimiento de la violencia ha ido creciendo paulatinamente en la región, los campesinos como Blanca Oliva Pinchao, tienen miedo a volver a vivir el flagelo de la violencia.
Cuenta que ha vuelto a escuchar cómo los grupos al margen de la ley llegan a las fincas y utilizan la misma frase que les repitieron a ellos durante muchos años: “Porque no siembra, si usted no lo hace hay otros que sí, y es duro, nos obligan si no quiere sembrar se van, recalcan”.
Agregó con la voz temblorosa y mirando al horizonte, que producto de esto la situación es dura, porque “otra vez los cultivos ilícitos han sido sembrados, porque el gobierno ha quedado mal, no ha cumplido con lo prometido y la gente se ve afectada y regresa, porque dicen que eso sí es sostenible”.
Frente a estas denuncias, el general Héctor Fabio Ariztizábal, comandante de la Vigésima Séptima Brigada de Selva, dijo que el principal factor de inestabilidad es la disputa territorial por las vías del narcotráfico que se generan en la zona, por la presencia de la Estructura 48, autodenominados ‘Comandos de la Frontera’ y el frente primero ‘Carolina Ramírez’ de las disidencias de las Farc.
Sin embargo, dijo que trabajan incansablemente para proteger a los pobladores y mantener el control en la zona, al igual que continúan en un trabajo coordinado con el gobierno, para erradicar cultivos ilícitos.
Preocupación por las fumigaciones
Solo faltan unos pocos eslabones para que la aspersión aérea de cultivos ilícitos en el país se retome después de seis años de haber sido suspendida, por los daños que puede causar a la salud y al medio ambiente. Sin embargo, esto representa una preocupación para los campesinos de esta zona y para la Gobernación del departamento.
El mayor temor lo tienen campesinos como Blanca Oliva Pinchao, quien, a pesar de haber sustituido sus cultivos, cuenta cómo tres años después de haber empezado a transformar su vida y la de su familia, le fumigaron su territorio y los de cientos de campesinos que se encontraban a su alrededor. “Nuestro sentimiento era de desconcierto, ¿Por qué nos hacen eso?” agregó.
Sin embargo, cuenta, que las matas fueron recias y volvieron a crecer, pero tanto sus hijos como ella se enfermaron gravemente, “eso nos daba muchas ganas de vomitar, los niños no podían tomar agua porque estaba contaminada, les dañaba el estómago”.
Por eso, agrega que siente temor, al igual que muchos de sus amigos, por el retorno de esta práctica, porque: “ya tenemos cultivos plantados, nosotros no tenemos coca, y si vienen y le fumigan a uno y nos dañan la tierra, que vamos a comer, nos fumigan los pastos y que van a comer los animales, y nos toca irnos porque qué van a hacer si eso tarda dos años en volver a crecer”.
Finalizó invitando al gobierno a ponerse en su lugar: “y ver que somos familias que necesitamos y que vea que el glifosato nos afecta, y que busque una forma de ayudarnos y no de castigarnos”.
Daniel Esteban Marín, secretario Departamental de Putumayo de Agricultura y desarrollo Agropecuario, dijo que el glifosato sí le preocupa a la Gobernación, porque “aquí alterno al proceso de erradicación, el territorio amazónico es en su gran mayoría selva, además dice que esto no es solo un tema social y económico sino ambiental”, pero que respetan las decisiones del Gobierno Nacional y que por lo tanto entrarán en un proceso de conciliación para que el impacto no afecte a las comunidades.
Comercialización
Otro de los grandes problemas que se están generando en la zona son los bajos precios de comercialización de los productos, pues según sus campesinos, en su gran mayoría solo les da para el sostenimiento básico.
Blanca Oliva Pinchao dice que su producto se lo deberían pagar a 1200 pesos, pero solo le dan 500 pesos, y esto pasa, según ella, porque solo hay un distribuidor y dijo que esto pasa en todos los proyectos y que por eso mucha gente se va.
Frente a este tema, el Secretario Departamental de Agricultura y desarrollo Agropecuario de Putumayo aceptó que los precios no son buenos, pero que en estos momentos se está buscando formas de apoyarlos.
“Con el tema de mercado de circuitos cortos, al mediano y largo y plazo asociarlos y poder hacer uso de todas las plataformas que el ministerio tiene para la venta y comercialización de productos tanto en Colombia como en Ecuador”, dice.
Por último, y frente a este panorama, Oliva Pinchao invita a las familias a que piensen que la violencia es dura, “y que nosotros trabajando unidos, trabajando con un producto legal, no vamos a tener esas guerras que tuvimos”.
ENVIADO ESPECIAL VALLE DEL GUAMUEZ, PUTUMAYO, COLPRENSACAMILO ANDRÉS GARCÍA- COLPRENSA