Bosques de comida, restauración y seguridad alimentaria para las comunidades indígenas de la Amazonía

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  • Se implementan 38 hectáreas de árboles frutales y maderables en suelos degradados, generando bosques de comida en territorios indígenas amazónicos.
  • En la zona de amortiguación del PNN Serranía de Chiribiquete, las comunidades Coreguaje y Macaguaje revisan su plan de manejo ambiental, involucran a los niños y trabajan por la seguridad alimentaria para la pervivencia de sus pueblos.

En la zona de amortiguación del Parque Nacional Serranía de Chiribiquete habitan las comunidades indígenas Coreguaje y Macaguaje, las cuales decidieron restaurar los suelos degradados con árboles frutales y maderables.

Limones, uvas caimaronas, guamas, marañones, chontaduros, caimos y otros frutales amazónicos forman parte de estos bosques de comida que empezarán a dar frutos en 4 o 5 años. Eso esperan las familias indígenas que emprendieron esta titánica tarea al frente de sus comunidades y que, a la fecha, han sembrado 16.900 árboles en 30 chagras.

Cada familia destinó entre 1 y 2 hectáreas para hacer su chagra, con la ilusión a largo plazo de tener alimentos para compartir en comunidad. Aspiran a seguir teniendo en 20 años frutos como el asaí o el milpes para alimentar a los suyos.

Las comunidades Coreguaje y Macaguaje saben trabajar en familia


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Los hombres alistaron el terreno e hicieron los huecos, las mujeres y los niños sembraron los árboles y, juntos, están revisando permanentemente el avance de los arbolitos. Aprendieron de monitoreo y miden la altura y el grosor de cada especie con cierta periodicidad, todo con el propósito de augurar alimentos indispensables en la dieta indígena.

El proyecto “Fortalecimiento del gobierno propio, producción y economía para la conservación de los territorios indígenas Coreguaje y Macaguaje” del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, a través del programa Visión Amazonía, dotó a las comunidades con herramientas como palas y dragas, necesarias para las siembras.

También capacitó a los monitores, miembros de la comunidad que replican en los idiomas indígenas los talleres y capacitaciones que recibieron para implementar todas las acciones del proyecto, algunas sobre monitoreo del crecimiento de cada una de las especies sembradas.

Los monitores son quienes lideran la actividad en cada comunidad. Asimismo, acompañan la revisión de los acuerdos de conservación, los acuerdos interculturales entre vecinos del resguardo y los planes de manejo ambiental.


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Dentro del diagnóstico de la línea base y la revisión de planes de manejo, se identificó la necesidad de tener un documento de plan de manejo ambiental del territorio en una versión para niños, que incluye un producto que sea entendible para ellos y que pueda ser entregado en las escuelas de los territorios indígenas de cada resguardo.

“Incluir a los niños fue una excelente idea. Desde que les hablamos del plan de manejo ambiental para niños, han estado dibujando cómo quisieran tener su territorio; ya hablan de la modificación del paisaje en los últimos años y participan en el mambeadero1 con sus padres sobre la visión del territorio para los próximos años, cuando ya los árboles estén dando frutos. Es una tarea de gestión que tiene la asociación para lograr que esta herramienta pedagógica ambiental sea elaborada y apropiada”, expresó Leidy Sofía Cumaco, coordinadora de este proyecto del Pilar Indígena.

De hecho, Cumaco es una ingeniera agroecóloga que tiene sus raíces en la etnia pijao. Como mujer y profesional, se siente muy orgullosa tanto de trabajar con comunidades indígenas de la Amazonía como de los resultados de este proyecto.

“Además de orgullosa, estoy feliz con la comunidad, porque ahora tenemos organizaciones aliadas para cada sector y, según su experticia, para cada línea de objetivo del proyecto. Sabemos que el convenio termina en junio, pero buscamos aliarnos con las organizaciones para que el proceso no quede huérfano, así que enganchamos cada acción con las organizaciones y las comunidades, buscando continuidad y apostándole a la seguridad alimentaria, pero también al fortalecimiento de la gobernanza ambiental y la recuperación de suelos y bosques”, manifestó la coordinadora.

Las comunidades Coreguaje y Macaguaje habitan los municipios de Milán y Solano en Caquetá y Puerto Leguízamo en Putumayo; hacen uso sostenible de los recursos naturales; conservan su territorio, los bosques y las áreas de protección, y son un aliado para evitar la deforestación de la Amazonía colombiana.


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