22 Años Después

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Terremoto en Armenia – 1999

John Elvis Vera Suarez

Me encontraba viviendo en la Amazonia a orillas del Rio Putumayo, cuando en las noticias se vieron los estragos causados por un fuerte terremoto. En la ciudad de Armenia y sus áreas circunvecinas, la tierra se había sacudido de tal manera que se contaban por centenares los muertos y la ciudad parecía bombardeada como en las más crueles y destructoras guerras.

Con angustia, en los siguientes días logré comunicarme con amistades y seres queridos que tenía en estas tierras cafeteras. Cuatro años y nueve meses atrás me había ausentado y regresé dos años y siete meses después. Volví por invitación de la Fundación Ambientalista Bosque de Niebla, para participar en un proyecto que realizaban junto al forec, sobre la Gestión del Riesgo.

Esto me permitió conocer muy de cerca el dolor que aún guardaban sus habitantes. Recuerdos que entristecían sus almas y encharcaban sus ojos. Pero por igual todos y todas con la esperanza de que semejante desastre no volviera a suceder. Con la ilusión de que sus deidades no permitieran que la tierra se volviera a estremecer tan estruendosamente.Esto me convenció de que la lección no se había aprendido. Que seguíamos sin entender las leyes de la naturaleza y de que el planeta como ser vivo seguirá moviéndose por siglos de los siglos, unas veces más catastróficas que otras, aunque en la mayor de las ocasiones muy suavemente.


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Quienes conocimos la Armenia de antes, siempre llevaremos en nuestras memorias sitios que nos traerán gratos y bellos recuerdos. Hoy es una nueva ciudad. La transformación es innegable. Lo cuestión es hasta donde nos gustaba más esa vieja ciudad de los cuyabros o esta moderna post-terremoto. Que cambios eran necesarios o cuales por ejemplo fueron una pérdida de identidad. Que hacía más grata la que conocimos del siglo XX o que nos atrae más de esta del siglo XXI.    

Lo que si podemos asegurar quienes nos preocupa el Territorio y su sustentabilidad en este siglo de la mayor crisis ecológica planetaria, es que,Armenia y el Quindío se han transformado no en bien de la diversidad y la vida, no en mejora del bienestar integral de quienes habitamos este bello rincón de la tierra. Su cambio se está dando como producto principalmente de la agresión cuyos impactos ambientales y por lo tanto su afectación de la vida misma, no parecen preocuparles a quienes desde el poder político y económico siguen determinando el devenir de esta tierra que tanto queremos y seguiremos queriendo.

Cada año de conmemoración debería de servir para que en reflexión colectiva recapacitáramos que futuro es posible, que ciudad es viable, que capital queremos construir y dejar a las tan mencionadas futuras generaciones. La salida no podrá ser nunca seguir destruyendo nuestro ambiente, seguir negándole la existencia a las demás especies que habitan junto a nosotros el entorno, no es negarle una vida digna a quienes en un futuro quieran habitar esta encantadora tierra que nos dejaron nuestros mayores y antepasados.


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