La Amazonía necesita viveros contra deforestación y cambio climático

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Dinero

JULIO ANDRÉS ROZO

La primera vez que pisé suelo amazónico fue en septiembre de 2017. Llegué a la zona del piedemonte con la expectativa de encontrar aquella selva que se muestra en los videos y documentales.

En lugar de ello, encontré potreros en zonas en donde años atrás habían bosques. Ver este escenario me achicopaló y me sensibilizó sobre la importancia de conservar las riquezas naturales que aún nos quedan.

En los últimos meses mi esperanza ha aumentado gracias a que he tenido la oportunidad de conocer una gran variedad de actores e iniciativas que han logrado pasar de tematizar el reto de la deforestación, a la acción orientada hacia la restauración. Este es el caso de aquellos quienes lideran iniciativas para germinar y cultivar árboles útiles para las actividades de reforestación y restauración.


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Los viveros y su liderazgo en la restauración

La evidencia del cambio climático ha elevado el nivel de interés entre las personas en generar acciones propositivas para afrontar este reto mundial. “¿Y cómo puedo contribuir yo?”, resulta ser la pregunta generalizada entre estudiantes, activistas y ciudadanos conscientes. A pesar de que en varias de mis anteriores columnas he abordado varias de las respuestas a esta pregunta como lo son el elegir y consumir productos de comunidades emprendedoras amazónicas, o el hacer turismo de naturaleza en la región, etc., me hacía falta hacer referencia al instrumento más típico y altamente publicitado entre todos: sembrar un árbol.

No obstante, a pesar de que la acción parezca tan sencilla como tomar la plántula de futuro árbol, abrir el hueco, ponerla en él y tomarse la foto, o donar para que alguien más lo haga, la realidad es que para que el Instagram refleje el resultado de este proceso, es necesario asegurar y garantizar que haya la disponibilidad de las plántulas para proveer con este material vegetal las acciones de reforestación, pero sobre todo, de restauración de los ecosistemas degradados por la deforestación.

Es aquí en donde los viveros cumplen una función estructural en este proceso y por eso resulta tan importante el hecho de promover el desarrollo de miles de estos santuarios generadores de vida. Para ponerlo en cifras y para comprender la dimensión del asunto, haré unas matemáticas sencillas: A pesar del avance y el esfuerzo institucional para revertir las tasas de deforestación en un departamento como el Caquetá y que celebramos todos, en el año 2019 se perdieron 30.717 hectáreas. Si la meta fuese restaurar esta dimensión de terreno, excluyendo de la acción las 46.756 hectáreas perdidas en 2018 y las demás que desaparecieron en los años anteriores, necesitaríamos cerca de 16.894.350 árboles para hacerlo (en promedio 550 especies de árboles maderables y/o forestales por hectárea). Esta es una cantidad de árboles que deben ser reproducidos y ahí es donde los viveros juegan su papel protagónico.


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Día a día me escriben personas y empresas con un alto interés en compensar su huella ecológica y sus emisiones de gases de efecto invernadero. Pocos aún han asumido este liderazgo. Uno de estos casos es el del programa Un Domicilio Un Árbol, liderado por el Grupo Takami y el Pacto Caquetá (iniciativa interinstitucional que promueve la transformación ganadera hacia sistemas más sostenibles y eficientes). Por cada domicilio que piden los consumidores a los restaurantes del Grupo Takami en una ciudad como Bogotá, un árbol es sembrado en una Reserva Natural de la Sociedad Civil por parte de los aliados locales del Pacto Caquetá. Para que esto resulte, los árboles son germinados y abastecidos por parte del Vivero Agroforestal San Martín en el Paujil, Caquetá.

Julián García, su gestor, con orgullo me contó cómo sus guayacanes amarillos, abarcos, cedros rosados, algarrobos y yopos contribuyen a la restauración y a la construcción de reservas naturales en el piedemonte caqueteño. A pesar de que su trabajo día a día es arduo, serio y constante, su máxima producción bordea los 200 mil árboles cada año, es decir, lo necesario para abordar un proceso de restauración o combinación de un sistema de ganadería sostenible de entre 370 hectáreas (ha.) y 1.200 ha. anualmente.

Esta cifra refleja el déficit de viveros que existen en la región amazónica aún y la necesidad que tenemos para emular el ejemplo de Julián y el de otros líderes en Putumayo como Jairo Segovia. Me motiva ver que cada vez cogen más fuerza las iniciativas institucionales para darle vida a la vida, por medio del establecimiento de viveros. Por ejemplo, el proyecto “Amazonia Sostenible para la Paz” liderado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD y Corpoamazonia lideran acciones de viverismo comunitario en los municipios de Puerto Guzmán y Puerto Asís en Putumayo. Así mismo, recientemente me sorprendió con alegría que en el departamento del Meta, Cormacarena y el Ejército Nacional planean el establecimiento de cuatro megaviveros con capacidad de entregarle al territorio cerca de 10 millones de árboles en cuatro años.

Estas noticias alientan, las apoyo pero a la vez siguen reafirmando el mensaje de que estos grandiosos aportes siguen siendo insuficientes si se tienen en cuenta las matemáticas básicas que expuse anteriormente.

Es momento de que las empresas privadas y la ciudadanía se comprometan con este tipo de estrategias de compensación y restauración. Yo me dejé inspirar por etos líderes que menciono en mi columna y que son ejemplo no solamente para mí, sino para todo el país. Es por ello que me lancé también a montar mi vivero en Caquetá y hoy quiero compartirlo con ustedes: Santuario Amazónico de Restauración Amazonía Emprende Los habitantes de la amazonía estamos esperándolos a ustedes para contar con su apoyo.


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