¿Elegimos bien?

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En medio de estos alterados ciclos de sueño y de vigilia que provoca la situación actual, en donde unos se levantan de la cama presionados por la vejiga, otros por el estómago y la mayoría por el dolor o las molestias en la espalda o las tres juntas, me he preguntado si la elección de los gobernantes frente a las circunstancias actuales fue la más adecuada ¿elegimos bien?

Por:Carlos Hernán Castro

Por supuesto que el 27 de octubre del año 2.019 y en los meses anteriores a este día, ninguno de los ciudadanos de a pie se nos ocurriría pensar con seriedad que un virus, “que básicamente es un trozo de código genético envuelto en una membrana, que viene a ser como el papel de regalo que cubre un regalo envenenado (De hecho, su etimología viene del latín: virus significa veneno)” nos iba a trastornar de manera tan drástica nuestra vida como lo está haciendo. Es claro que no elegimos una dirigencia para que nos gobernara en medio de una pandemia. No obstante, lo están haciendo y creo que no hemos dimensionado en verdad lo que eso significa para nuestro bienestar actual y futuro.

Hoy como sociedad requerimos de un Estado legítimo y robusto que genere confianza y credibilidad por su capacidad institucional de garantizar: el control y la regulación, la atención a los más vulnerables, el abastecimiento local de alimentos, la salud mental, la salubridad, adecuada prestación de servicios de salud, el acompañamiento, la asistencia económica y social durante, pero sobre todo luego que hayamos pasado la etapa más crítica de la pandemia. Un trabajo que deberá estar orientado a la re-configuración del tejido social, el fortalecimiento de la cultura y la consolidación de una economía con equidad, justicia social y respetuosa del medio ambiente.


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Lo anterior exige que existan dentro de las instituciones y al servicio de la comunidad: a) un equipo profesional de altas calidades técnicas y humanas capaz de garantizar un alto nivel de desempeño y gestión de gobierno, b) unos fuertes y efectivos sistemas de información que garanticen una adecuada y actualizada información de la ciudadanía, c) una potente y accesible herramienta de ordenamiento territorial que permita un uso adecuado del territorio, d) un despolitizado y eficiente sistema de salud centrado en la prevención y mantenimiento de la salud a nivel familiar y comunitario, e) unas amplias ofertas de espacios y actividades culturales, deportivas y de esparcimiento que garanticen el uso adecuado del tiempo libre, f) una fuerte y efectiva política para la producción, el abastecimiento y el acceso local de alimentos de calidad y adecuados culturalmente, g) una poderosa estrategia de restauración y conservación de la naturaleza, los ríos y las fuentes de agua, h) un efectivo y pertinente sistema de educación que sea capaz, tanto de motivar en las personas su deseo interno por aprender, como el acompañamiento idóneo a ese proceso de aprendizaje y a su permanente aplicación en el entorno del que hacen parte.

A pesar que lo anterior está desperdigado en términos de competencias entre el departamento y los municipios, es claro que las circunstancias actuales obligan a que la mayor capacidad resida en los municipios, pues son estas entidades territoriales las que deben conocer y responder en primera instancia los requerimientos de las comunidades.

Igualmente urge la necesidad de evaluar el papel que frente a los retos por venir tienen tanto los concejos municipales como la asamblea departamental, pues su ejercicio de “control político” parece haberse quedado corto y obsoleto para un cuerpo colegiado que como poder público representa a los diversos grupos sociales en las instancias de gobierno local y departamental.

De nuevo hagámonos la pregunta ¿elegimos bien?


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