La historia de Mariela Pujimuy Janamejoy, del pueblo indígena Inga: “Mi misión es educar desde los saberes milenarios”

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Fuente : Vanguardia

Mariela Pujimuy Janamejoy es la primera mujer del pueblo Inga, que, en 319 años, salió de su resguardo para estudiar en la Universidad Industrial de Santander. Pero su lucha no es individual, es la lucha de los pueblos indígenas por sobrevivir a la desaparición que los amenaza y por mantener viva la riqueza cultural de la que todos deberíamos sentirnos orgullosos.

Cuando era niña, Mariela Pujimuy Janamejoy y sus hermanos se reunían alrededor de una fogata para escuchar las historias que les contaba su papá, Bartolomé Pujimuy. Las que, a su vez, a él le habían contado sus ancestros.

No tenían servicios públicos, así que cuando Bartolomé llegaba a las siete de la noche tras finalizar sus labores agrícolas en la chagra (huerta), les narraba la historia de la kukuauila (la vieja) o la del tío conejo, mientras Mariela, Mariluz, Wilfredo y Liliana reían a carcajadas.


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Cuando iban de visita a la casa de su abuela, que vivía en la parte alta, más fría, “mi papá caminaba muy rápido, nosotros íbamos un poco más lento. Estaba esperándonos en la parte alta y cuando nosotros llegábamos con la esperanza de sentarnos junto con él, seguía caminando y nos iba otra vez dejando”, cuenta Mariela con una risa abierta.

Es una de las pocas veces que ríe así mientras cuenta su historia.

Mariela es seria y contundente. Su claridad mental contrasta con el afán dicharachero de los citadinos y jamás pierde de vista el sentido de su vida: compartir los saberes ancestrales que aprendió “del contacto con la madre naturaleza y a partir de las ceremonias ancestrales del ambiwaska que aún comparte con los médicos tradicionales y los iacharunakuna (sabedores)”.

Su resguardo se remonta a 319 años de trasegar: son descendientes del legendario pueblo Inca, que en 1492 envió a los Mitimakuna a expandir su territorio. Caminaron desde Perú, pasaron por Ecuador y se establecieron en el Valle de Sibundoy, Putumayo en Colombia. Entonces, los españoles invadieron América y “con la cruz, con la lengua española y con la espada en la mano fueron avasallando nuestros pueblos”, explica Mariela.


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Entre 1600 y 1700, un grupo de familias siguió la ruta trazada por el Cacique Carlos Tamabioy y emprendieron un viaje hacia Nariño para formar lo que hoy es su resguardo Inga Aponte.

El pueblo Inga es protector de la naturaleza y caminante. Mariela vive hace siete años en Bucaramanga, la UIS se ha convertido en parte de su territorio, se siente orgullosa de su cultura: viste siempre con las ropas tradicionales, lleva siempre consigo un bastón de mando y fluye con su mensaje como el agua de los ríos de su tierra.

Su responsabilidad es grande: es la primera mujer en 319 años que sale del resguardo Inga, en Aponte, Nariño, acompañada de sus hijos, a los que en su pueblo llaman “semillas de vida”, para cursar estudios de postgrado y es la primera indígena docente cátedra en la Universidad Industrial de Santander.

Sus padres la apoyan en su misión, en sus sueños. Pero Mariela lucha más que por sí misma, por sus hijos, por su pueblo.

En medio de la conversación, por un momento parece estar de regreso en Aponte, tocando con sus manos las plantas, la tierra, el universo de sus saberes. Está de nuevo allí, con su papá, aprendiendo, tratando de alcanzarlo.

“¿Sabe cuál es la enseñanza de esa dinámica? Que nosotros teníamos que aprender a caminar a nuestro propio ritmo, pero teniendo claro hacia dónde teníamos que llegar”.

Hija de la luna

Mariela nació el 21 de noviembre de 1992, justo en la época de lluvia fuerte que va hasta el 21 de diciembre cuando se conmemora el Cápac Raymi, festividad en honor a los sembrados de la tierra. Esa noche hace 27 años, la luna estaba cerca al tiempo de luna Nueva, lo que significa, según las creencias ingas, que la personalidad de Mariela está muy relacionada con la necesidad de crecer desde y para el territorio. Siete días después de su nacimiento la bañaron con plantas medicinales, la enchumbaron (la envolvieron desde el pecho hasta los pies) hasta los siete meses y así fue educada en todos los usos y costumbres de la familia.

Mariela desciende de una familia de líderes: su abuelo materno, José María Janamejoy, fue Taita Mayor, es decir la autoridad nacional por más de 25 años. Estudió su primaria en el Centro educativo el Páramo Bajo, y cuando finalizaba esos primeros años escolares era representante del cabildo estudiantil como gobernadora.

En 2004, a los 12 años, ingresa a cursar estudios de bachillerato en la Institución Educativa Agropecuaria Inga en Aponte y desde 2008 sigue desempeñándose como gobernadora del cabildo indígena estudiantil, espacio que le permite relacionarse de forma directa el cabildo mayor y la Secretaría Mayor de Justicia, los entes que direccionan la vida de todo el pueblo Inga en Aponte. Mariela explica que las mujeres ingas “siempre han acompañado los diferentes procesos culturales”. Sin embargo, los intereses académicos de Mariela y su deseo de continuar con esta “dinamización de saberes milenarios”, la llevaron a dar un paso que ninguna otra mujer de su comunidad había dado: venir a Bucaramanga, estudiar en la Universidad, ser docente de cátedra, la primera.

Aunque para ella es importante este logro, sus creencias indican que los seres humanos somos una dualidad: blanco y negro, como sus prendas características; sol y luna, como su cosmovisión. Hombres y mujeres tienen la misma importancia en su cultura.

Tras graduarse en 2010 Mariela tuvo a su primer hijo, pero prefiere no mencionar su nombre, ni el de su hijo menor.

En 2011 Mariela comenzó a hacer acercamientos con su comunidad: fue admitida en la Universidad Indígena Intercultural del Cauca para estudiar pedagogía comunitaria y fue admitida en la UIS para estudiar Licenciatura en Español y Literatura.

Ante el dilema, la respuesta ancestral es la comunidad.

La lucha para vivir

En 2010, varios integrantes de comunidades indígenas, entre ellos, Freddy Janamejoy Mavisoy, compañero de Mariela, interpusieron una acción de tutela contra la UIS, que había decidido derorgar los cupos especiales para estudiantes indígenas.

El caso llegó a la Corte Constitucional. En la ponencia T-110/10 se explica que “el desmantelamiento de una medida de esa naturaleza, si no es reemplazada por otra que cumpla una función equivalente, implica una intervención en el derecho a la igualdad de los miembros de las comunidades indígenas, pues los mantiene en la secular situación de marginamiento social”.

Mariela y Freddy comenzaron entonces un camino de lucha para visibilizar a la comunidad indígena, a su pueblo Inga, en Bucaramanga: “empezamos a trazar un proceso de vida que sirviera para el resto de los pueblos indígenas, ir caminando, ir pensando en cómo se podía dar la consolidación de un cabildo indígena universitario y que, de alguna manera, se hiciera un proceso de sensibilización hacia la comunidad universitaria para abrirnos a esa educación intercultural”, cuenta Mariela.

Y eso han hecho. A pesar del difícil comienzo, asegura que las directivas de la universidad han participado activamente en la conformación de una comunidad indígena universitaria.

En Bucaramanga y el área metropolitana están asentados los integrantes de algunas de las 102 pueblos que perviven en Colombia: los guane, ingas, motilones, U’wa. En algunos casos, sus condiciones de vida son precarias y tanto el pueblo Inga como el Guane se encuentran en peligro de desaparecer.

Mariela sueña con contar con un espacio donde pueda dar a conocer su cultura. Puede que a alguien, dice, le suene la idea: “Tuve que recorrer 68 kilómetros desde el Territorio ancestral y cultural del Pueblo Inga en Aponte para llegar a Pasto, y continuar mi camino de Pasto a Bucaramanga con mil kilómetros más. Ahora entiendo porqué nuestros mayores nos decían que los Ingas siempre hemos sido caminantes sin olvidar nuestros principios y valores ancestrales que día a día se reflejan en la memoria histórica, lengua propia, espiritualidad, procesos politico-organizativos propios, entre otros elementos que configuran la herencia cultural y el legado milenario”.


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