Historia para Leguízameños/as (4)

Publimayo

Puerto Leguízamo al atardecer

John Elvis Vera Suarez

  • “La relación agustiniana con la región de Oriente es sustentada por Silva Celis (1963): “el pensamiento y la ideología expresados en los símbolos de El Encanto, corresponden a los de gran mayoría de los pueblos del medio y del bajo Amazonas…”

“Los intercambios entre regiones pueden ser y son, realmente, de vía múltiple; Reichell-Dolmatoff, 1986, dice que “los orígenes de la vida sedentaria en San Agustín se deben buscar en las regiones selváticas, tanto de las cordilleras y llanuras aluviales (de la parte interior) de Colombia, como la de la Alta amazonia…”


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“El anterior testimonio histórico tiene por objeto demostrar que desde     tiempos prehistóricos hubo intercambio de comunicación entre pobladores de los Andes y de las regiones adyacentes, incluida la Amazonia y, asimismo, esas relaciones fueron de vía múltiple, lo cual no es contradictorio con la posibilidad de que inicialmente o en diversas épocas haya predominado un sentido particular de flujo. Cohen, 1981, por ejemplo, ha llegado a proponer que la Amazonia debió haber sido poblada inicialmente desde los Andes; mientras que Reichell sugiere un poblamiento de San Agustín desde la Amazonia; ambos pueden tener razón, a su manera.

A nivel ecuatorial suramericano se presentan elementos comunes en las modalidades indígenas de producción (agricultura de corte y quema, tecnología de “tapao”, uso de curare y cerbatana, conocimiento de los icticidas vegetales, construcción de casas comunales, transmisión de algunos mitos bastante extendidos como el del origen de las plantas cultivadas, huerto de las frutas…), a la vez que ocurren diferencias múltiples en particular lingüísticas y mitológicas; la principal diferencia sobresaliente en la cultura material, creo yo, es la referente al cultivo de la yuca en sus razas brava y dulce; hay otras diferenciaciones en la cultura material originadas en circunstancias ecológicas tales como la diversidad de bases materiales de subsistencia ligada con el desarrollo altitudinal de los Andes. Cohen, 1981, cree que, a partir de una ocupación prehistórica costera, el poblamiento de América ecuatorial siguió una pauta de evolución de uso de los recursos paralela, como son las similitudes halladas arqueológicamente a través de las costas brasileras, guayácanicas, venezolanas, colombianas del Caribe y ecuatorianas.”[i]

  • “La semejanza de la cerámica encontrada en el nororiente de Nariño con aquella del Putumayo y del Amazonas, nos lleva a buscar la relación que se pudo establecer entre la región andina y amazónica, y es el piedemonte oriental el que nos puede dar pistas sobre la interacción entre la sierra y la selva. Vale la pena reiterar el señalamiento que hace Taylor (1988:34), al analizar el piedemonte oriental de los Andes septentrionales y meridionales: “La existencia precoz de grandes redes de intercambio y de importantes movimientos de población tanto de la sierra hacia las tierras bajas como de abajo hacia arriba está claramente evidenciada.” Es entonces fundamental establecer los caminos o bocas de montaña que permitían establecer este contexto.

Son los grupos de piedemonte los que dan sentido a la relación andes-selva en la que se ha insistido y se puede afirmar que son el enlace, los estructuradores, los intermediarios, por cuanto es el piedemonte el corredor obligado entre estas dos regiones. Al respecto es indicador el que hoy en día en el Valle de Sibundoy, los grupos indígenas que allí habitan compartan rasgos culturales propios de los grupos de selva tropical y de los grupos andinos y que mantengan relaciones comerciales permanentes con una y otra zona.


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Mientras los grupos prehispánicos del piedemonte instauraron una frontera fluida, durante la colonia se evidencia la desarticulación de los andes con respecto a las tierras bajas. Las permanencias en el manejo del territorio por parte de los grupos indígenas actuales, permitieron explorar la existencia de una concepción espacial propia del mundo prehispánico, integradora de los andes y la selva. En contraposición, atravesar las montañas para llegar a las tierras llanas de selva, fue considerado por los españoles como una empresa titánica.”[ii]

  • “En desarrollo del intercambio, las naciones amazónicas enviaban al interior cera silvestre blanca y negra, veneno, bodoqueras, hamacas de palmicha, piedras curbinatas, mates de guasca, flores de canela, bálsamo negro, el nombrado barniz de pasto, cuentas de mopa-mopa, oro de aluvión, plumas, esclavos, monos, achiote; las resinas que producen sus bosques, como caraña, copal, galbano y plantas medicinales, curanderismo, así como la enseñanza de esta práctica. De las naciones andinas recibían hachas, cerbatanas, perros, algodón, sal y coca. Una de las evidencias de ese intercambio es el encuentro de hachas de piedra bien adentro de la Amazonia, muy lejos de las fuentes de materia prima.”[iii]
  • De acuerdo con Casanova (1975). Los Sekoyas, en territorio peruano limítrofe con Colombia al sur de Puerto Leguízamo, reconocen el desarrollo del ciclo anual por las Tres Maria, Suntekaó, estrellas que, si son vistas por las noches en posición oriental, indican el tiempo de tala para el cultivo.  Además, conocen también el desplazamiento de Uceó, las Pléyades. Las diversas temporadas del ciclo anual se denominan “lunas”, “tiempo”, “mermas”.[iv]
  • En la literatura antropológica sobre la Amazonia colombiana es frecuente la relación al consumo de hormigas capturadas en el momento de su vuelo nupcial, y a la “siembra” de larvas de Rhynchophorus palmarum derribando palmas y dejando sus tallos expuestos al ambiente en forma de trozos cortos.
  • Alucinógenos, cera y curare constituyeron los más preciosos artículos demandados a la Amazonia por la Zona Andina durante épocas prehistóricas; el comercio de cera y curare se prolongó hasta avanzado el siglo XX.[v]
  • La cerbatana, arma que mata en silencio, por levísimo rasguño merced al curare, es una de las más sorprendentes creaciones de las culturas ecuatoriales: en ella se combinan la sencillez y la eficacia. Diversos mitos explican el origen de la cerbatana y el curare y establecen sus tabúes; entre estos se destacan la prohibición de usar curare en seres humanas así sean enemigos.[vi]
  • Cada niño indio ha acompañado a su padre en sus trabajos y cada niña a su madre y han aprendido poco a poco a conocer el uso de los árboles, la costumbre de los animales, la calidad de las diferentes clases de tierra, la yuca necesita suelos que no se encharquen que dejen escurrir fácilmente el agua lluvia y a la vez capaces de producir rastrojo y selva. Una sabana o catinga  no va a ser escogida para chagra, tampoco un rebalse.  Verdaderas clasificaciones de suelos han sido imaginadas por los indígenas en las cuales tienen en cuenta su profundidad, su color, su contenido de barro o arena, es decir, los indicios necesarios que permitan escoger un terreno para maloca o para chagra.   Cada clase de tierra recibe su nombre especial.[vii]
  • El huerto de frutales, generalmente habitacional, constituyó probablemente la primera y más preciada estructura indígena de subsistencia. La idea generalizada de que los indígenas vivían de caza, pesca, recolección, maíz y yuca contiene una vaguedad reduccionista. El huerto de frutales, generalmente habitacional, quizás se originó en los campamentos, así fuera provisionales y transitorios, de recolectores, quienes consumirían allí las frutas, raíces y semillas de su preferencia, estableciendo así un principio de selección y de propagación espontánea, si se quiere, en su inicio.[viii]

 

  • El huerto indígena de las frutas contiene los elementos de la única agricultura de larga duración que es dable a condiciones intertropicales: autosostenida, diversificada, multiestratada.

 

  • Las Tierras Negras (Terras Pretas Dos Indios), halladas como enclaves generalmente aledañas a sitios de pesca, podrían provenir de ocupaciones prolongadas con base en el huerto de las frutas.[ix] En el área de Leguízamo las primeras reportadas por Tomás León Sicard y su equipo, fueron en el Río Caucaya, Viviano Cocha, Finca Yataé (1988).
  • “…además las investigaciones de Reichel-Dolmatoff, los trabajos de Ángela Andrade y Leonor Herrera apoyados en las más importantes investigaciones de carácter arqueológico, también confirman los procesos culturales amazónicos y desvirtúan el carácter hipotético planteado por Reichel Dussán. El trabajo de Andrade presenta una explicación del origen de los antrosoles o suelos de formación humana en la región de Araracuara. Concluye entre otras cosas que los suelos (Terras Pretas) en mención fueron el resultado de una agricultura intensiva, lograda mediante la adición de materia orgánica al suelo. Esa materia orgánica estuvo compuesta por estiércol, restos de comida, desechos de pesca y caza, cáscaras de tubérculos, ceniza, hojas, restos de hojarasca y aún fragmentos de cerámica y otros artefactos. El hallazgo de una forma de agricultura intensiva desarrollada por los pobladores prehispánicos, permite pensar que la agricultura migratoria de tala y quema no fue la única practicada por éstos. Andrade coincide con Santiago Mora en que el maíz formó parte de la dieta alimenticia de los primitivos pobladores. Finalmente, que el poblamiento inicial de la región del Araracuara data de los años 790 A.C. y por el alto contenido de fósforo se cree que albergó una densa población.

Herrera se apoya de manera significativa en análisis llevados a cabo por varios investigadores (entre otros Meggers, Evans, Lathrap, Hilbert, Simoes, Carneiro) de los restos de cerámica hallados en diversos lugares de la Amazonia, para plantear como Reichel Dussán que los primeros asentamientos humanos produjeron en las llanuras inundables (várzeas) de los grandes ríos, por la fertilidad de los suelos que proporcionaban una abundante dieta alimenticia, tanto animal como vegetal. Esa característica dio lugar a un importante crecimiento y concentración de la población, que llegó a rebasar la capacidad de carga demográfica de las zonas ribereñas. La solución a ese problema vino en el descubrimiento y práctica de la agricultura intensiva con un nuevo producto: el maíz, y, en las migraciones hacia las cabeceras de los ríos y zonas interfluviales conocidas como tierra firme.”[x]

  • La Yuca es Creación Indígena Amazónica a través de la cotidianidad femenina, y constituye la especie vegetal capaz del más alto potencial de producción de biomasa comestible del mundo: 170 toneladas por hectárea – año, según colectas del autor (Mario Mejía Gutiérrez), 1986 y 1987.[xi]
  • Las culturas indígenas suramericanas, en particular las amazónicas, han reducido a la domesticidad un número mayor de cultivares que todas las demás culturas del resto del mundo juntas: la selva ha sido la fuente básica de extracción de esos recursos.
  • “Las investigaciones en la prehistoria sudamericana muestran cómo, en tiempos prehistóricos, el movimiento de gente y la difusión de ideas en el continente tuvo lugar a lo largo de las rutas fluviales, y cómo por la cuenca del Amazonas se expandieron algunas culturas en Sudamérica.

Por e año 2.000 A.C. ya los elementos de la Cultura Tropical se habían expandido por las riberas de los principales ríos del trópico sudamericano, llegados a ser las ineludibles rutas comerciales.

Los petroglifos desde el Bajo Amazonas y a lo largo del Caquetá señalan una vía, una de las más continuas y directas, entre el oriente sudamericano y el occidente de Colombia por la cual se movieron en época prehistórica pueblos de diversa estirpe étnica y cultural ascendiendo y descendiendo el curso de estas dos grandes arterias fluviales. No hay duda de que el papel desempeñado en las relaciones históricas entre las civilizaciones andinas y los pueblos de las llanuras del Este por los ríos Caquetá, Putumayo, Napo, Ucayali y Madeira fueron muy importantes en el lejano pasado.”[xii]

  • La Rotta (1983), encontró entre los Andoques del Río Caquetá Colombiano 38 especies silvestres utilizadas como alimento, 5 como icticidas, 7 como colorantes, 21 como medicinales, 7 como perfumes, 8 como psicotrópicas, 8 en construcción y artesanías, 5 como veneno, para un total de 99 especies reconocidamente útiles; y entre los Mirañas, 1989, halló 363 usos de especies botánicas.[xiii]
  • “Diversas teorías y conjeturas han sido publicadas sobre contactos entre América y las civilizaciones del antiguo mundo con anterioridad al siglo XV; sin embargo, exceptuando las exploraciones y asentamientos de los Vikingos en Groenlandia y la costa nororiental de América del Norte, la gran mayoría de estos supuestos encuentros carecen de fundamento.  Empero una reciente revisión del tema destacó el caso de una inscripción Canaanita hallada en 1872 en Pouso Alto, cerca de Paraiba, Brasil, cuya autenticidad parece demostrada.  Según los textos de esta inscripción una expedición de navegantes de Sidón, partió de Ezión Geber en el decimonono año del reinado de Hiram III, y después de dos años de navegación alrededor de África arribaron en el año   534 a.C. a la costa de Brasil que denominaron “Isla de Hierro”.  Las circunstancias a que se alude en dicha inscripción y el lugar de su hallazgo, demuestran que desde tiempos históricos los Fenicios conocían el litoral brasileño y con toda seguridad las vistosas psitácidas suramericanas, por lo cual es factible que hubiesen llevado consigo algunos individuos cautivos al antiguo mundo.”[xiv]
  • “El indio, repasando la inmensa selva americana, había tenido una escuela de siglos para estudiar las yerbas, los hongos, las flores, las raíces, las hojas. Sabía lo que alimenta, lo que envenena, lo que cura.”[xv]
  • “Conceptos como Amazonia colombiana son artificiales y empobrecen y segmentan la visión de los grupos humanos que habitan a lo largo de regiones y ríos, repartidos entre territorios de diferentes países. Una perspectiva más adecuada, antropológica o lingüísticamente hablando, consistiría en presentar estados de la cuestión por grupos étnicos y por familias lingüísticas en un territorio delimitado con criterios geográficos, históricos y culturales. Es interesante constatar que el fenómeno de poblaciones indígenas fronterizas es común en todo el territorio nacional, pues gran parte de las etnias indígenas habitan los extremos del país, en algunos casos por ser ese su territorio ancestral y en otros por ser esto un efecto del a presión colonizadora originada en los territorios del interior. Las migraciones relativamente recientes dentro de la región, como es el caso de las originadas por el caucho (1850-1932) y la agresiva y rápida colonización de los últimos años, han implicado radicales cambios en la demografía y en la ubicación de las etnias de la región. Además de los grupos indígenas que han habitado tradicionalmente el territorio, se han producido migraciones de algunos grupos de zonas andinas y de zonas costeras del occidente del país, como en el caso de los emberas y los paeces, que han empezado a ocupar marginalmente zonas del piedemonte selvático en el sur del país.”[xvi]
  • Sol Montoya, en ANIMALES, ESPÍRITUS Y HUMANOS: Transformaciones en la amazonia, expone que en “La Amazonia es una región disímil y diversa culturalmente, habitada por múltiples etnias que se han insertado de diferentes maneras en las sociedades nacionales de Venezuela, Colombia, Perú, Brasil y Ecuador. Sin embargo, en su filosofía, en su relación con el entorno, en su estructuración social y su actividad económica hay numerosas similitudes que en muchos casos permiten tratar a la amazonia indígena como un conjunto.”

“Con base en relatos míticos y en la pintura corporal, se introduce el concepto de Transformación como clave en la cosmología de estos grupos indígenas, este concepto permite entender los vínculos entre ser humano y entorno. Esta perspectiva marca nuevas rutas de reflexión sobre el tema y permite cuestionar la dualidad naturaleza y cultura como una oposición que debe ser replanteada. A partir del concepto de transformación se cuestiona el concepto de domesticación del animal por el ser humano, entendido como subordinación y se introduce el concepto de animalizaciónque expresa una posibilidad de acercamiento diferente entre el ser humano y el animal.”[xvii]

  • Por su parte Sandra Turbay, en APROXIMACIONES A LOS ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS SOBRE LA RELACIÓN ENTRE EL SER HUMANO Y LOS ANIMALES, dice: “Muchos grupos indígenas del Amazonas amamantan a pecaríes, monos, tapires, agoutis y capibaras que han quedado desprotegidos cuando los cazadores mataron a sus madres. Estos animales son objeto de un trato especial y no se consumen, aunque la especie sea altamente apreciada como alimento y ofrezca condiciones para lograr su reproducción en cautiverio y con fines económicos; adquieren la condición de mascotas, de animales familiares o de compañía, por los que hay que velar. Otros autores sostienen que la familiarización de animales es una compensación simbólica, que elimina el sentimiento de culpa por haber cazado a sus progenitores.”

“Los animales silvestres son de antemano propiedad de Otro, que difícilmente aceptaría una transferencia de la sujeción. Entre otros factores, esto incide y explica el fracaso de los intentos para construir zoocriaderos de especies silvestres en las tierras bajas de suramérica; en cambio, los indígenas asimilaron sin dificultad la cría de perros, gallinas y cerdos, como parte del paquete tecnológico que llegó asociado a otra ideología (Ulloa, Rubio y Campos, 1996), igualmente son escasos los estudios que hacen un seguimiento en el tiempo de los animales salvajes criados en cautiverio.”[xviii]

  • “La cacería es una actividad de subsistencia para muchas sociedades indígenas en el Amazonas. Ésta constituye no sólo una fuente de carne y proteína, sino también una parte vital de la cultura de estos grupos. Tanto antropólogos como biólogos han estudiado la cacería de subsistencia desde varias perspectivas. Una de las principales se basa en el incremento del impacto de la cacería sobre poblaciones animales, principalmente por cambios en los ecosistemas y en las culturas de los grupos indígenas. Se considera básico entender la dinámica de la cacería y sus impactos para poder diseñar acciones de manejo para conservar la amazonia.”(Claudia Campos-Rozo: LA SOSTENIBILIDAD DE LA CACERÍA DE SUBSDISTENCIA EN LA AMAZONIA: Una Perspectiva a Reconsiderar).[xix]

[i]                             Mejía Gutiérrez, Mario. DIVERSIDAD DE YUCA. Manihot esculentaKrantz en Colombia. Visión Geográfico – cultural. COA. Bogotá. 1991. Pág. 98

[ii]                            RAMIREZ DE JARA, MARIA CLEMENCIA. FRONTERA FLUIDA ENTRE ANDES, PIEDEMONTE Y SELVA: EL CASO DEL VALLE DE SIBUNDOY, SIGLOS XVI-XVIII. Instituto Colombiano de Cultura Hispánica. 1995.

[iii]                           CASAS AGUILAR, JUSTO.  EVANGELIO Y COLONIZACIÓN. Una aproximación a la historia del Putumayo desde la época prehispánica a la colonización agropecuaria. Santa fe de Bogotá. Septiembre de 1999. Pág. 33

[iv]                           GUTIERREZ MEJIA, MARIO.      LA amazonia colombiana, INTRODUCCIÓN A SU HISTORIA NATURAL. Pág. 63

[v]                            MEJIA GUTIERRES, MARIO.   LA AMAZONIA COLOMBIANA, INTRODUCCIÓN A SU HISTORIA NATURAL.   Pág. 116.4545

[vi]                           MEJIA GUTIERRES, MARIO.   LA AMAZONIA COLOMBIANA, INTRODUCCIÓN A SU HISTORIA NATURAL.   Pág. 117.

[vii]                           MEJIA GUTIERRES, MARIO.   LA AMAZONIA COLOMBIANA, INTRODUCCIÓN A SU HISTORIA NATURAL.   Pág. 117.

[viii]                          MEJIA GUTIERRES, MARIO.   AGRICUTURAS PARA LA VIDA, movimientos alternativos frente a la agricultura química. Corporación para la educación Especial, Mi Nuevo Mundo.

Pág. 39

[ix]                           Mejía Gutiérrez, Mario.  “AMAZONIA COLOMBIANA. Historia del uso de la tierra”. CORPES DE LA AMAZONIA. Pág.  36 – 37.

[x]                            CASAS AGUILAR, JUSTO.  EVANGELIO Y COLONIZACIÓN. Una aproximación a la historia del Putumayo desde la época prehispánica a la colonización agropecuaria. Santa fe de Bogotá. Septiembre de 1999. Pág. 23-24

[xi]                           Mejía Gutiérrez, Mario.  “AMAZONIA COLOMBIANA. Historia del uso de la tierra”. CORPES DE LA AMAZONIA. Pág.  36 – 37.

[xii]                           Pineda- Camacho, Roberto.  Alzate Ángel, Beatriz.  LOS MEANDROS DE LA HISTORIA EN AMAZONIA. Talleres Abya-Yala. Cayambre – Ecuador. Julio de 1990. Pág. 304

[xiii]                          Mejía Gutiérrez, Mario.  “AMAZONIA COLOMBIANA. Historia del uso de la tierra”. CORPES DE LA AMAZONIA. Pág.  26.

[xiv]                          RODRÍGUEZ-MAHECHA, JOSE VICENTE.  HERNÁNDEZ-CAMACHO, JORGE IGNACIO.  LOROS DE COLOMBIA.   Conservación Internacional, Colombia.  Bogotá, D.C. 2002

[xv]                           ROJAS DE PERDOMO, LUCÍA.  COCINA PREHISPANICA.  HISTORIA DE LA COCINA. Editorial Voluntad. Santafe de Bogotá. 1994. Pág. 9.

[xvi]                          Varios Autores. CIENCIAS SOCIALES EN LA AMAZONIA COLOMBIANA, Guerra, etnicidad y conocimiento. Comisión Regional de Ciencia y Tecnología de la amazonia. Santafé de Bogotá, 1999. Pág. 68

[xvii]                         Varios Autores. ROSTROS CULTURALES DE LA FAUNA. Las relaciones entre los humanos y los animales en el contexto colombiano. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Fundación Natura. Bogotá. Abril – 2002. Pág. 73

[xviii]                        Varios Autores. ROSTROS CULTURALES DE LA FAUNA. Las relaciones entre los humanos y los animales en el contexto colombiano. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Fundación Natura. Bogotá. Abril – 2002. Pág. 101-102

[xix]                          Varios Autores. ROSTROS CULTURALES DE LA FAUNA. Las relaciones entre los humanos y los animales en el contexto colombiano. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Fundación Natura. Bogotá. Abril – 2002. Pág. 261

 


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