Ocho emprendimientos sociales que puntean en las regiones

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Fuente : Semana

El impacto positivo, la sostenibilidad y el uso de tecnologías limpias caracterizan a este nuevo sector de la economía. Conozca las ideas que generan cambios sociales en las comunidades más vulnerables del país.

«No solo es trabajar y comernos todo»

Banca Indígena

Putumayo


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Foto: Sophia Gómez / SEMANA

El 31 de marzo de 2017, la avalancha de los ríos Mocoa, Mulato y Sangoyaco dejó un saldo de 300 muertos y más de 22 mil damnificados en la capital de Putumayo. A María Emérita Chindoy se le hace un nudo en la garganta al contar cómo tuvo que ver a muchas personas cargando sus muertos sin tener recursos para enterrarlos dignamente.

De esa tragedia, surgió una idea de emprendimiento social que, el pasado jueves, ganó el reconocimiento a mejor iniciativa de educación en la convocatoria de Recon; una organización sin ánimo de lucro que visibiliza proyectos como estos. La Banca Indígena, liderada por Mariela, hija de María Emérita, brinda conocimientos en ahorro a más de cien miembros del pueblo Inga y Yanacona en San Antonio, Putumayo.

  • Los creadores concientizan a la comunidad sobre la importancia de tener un fondo de imprevistos para evitar que, ante un emergencia, se queden con las manos vacías, como ocurrió hace dos años. «No solo es trabajar y comernos todo. Debemos fortalecernos como pueblos indígenas», señala Mariela.

La Banca permite que los indígenas ahorren de diez hasta cien mil pesos mensuales en una caja custodiada por la misma comunidad. Un líder digital de cada grupo registra los ahorros en la aplicación indígenaApp y, a partir del tercer mes, administra los recursos para dar créditos a los miembros del fondo que deben ser destinados a satisfacer necesidades básicas o fortalecer sus proyectos productivos.

«Las personas de la tercera edad tenemos mucho por dar»

Asociación la Esperanza


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Toro, Valle

Foto: Jair F. Coll, Semana
Rural.

A los 17 años, Edison Gómez salió del colegio académico de Buga siendo el mejor bachiller. Se ganó una beca para estudiar en España, pero entre julio y enero, mientras hacía los preparativos para el viaje, despidieron a su padre de un ingenio azucarero y, de paso, le quitaron la beca.

«Mi decisión fue irme para la montaña. Allá tuve que aprender a caminar, a hacer rancho y a prestar guardia. Me gustaba y me gustan todavía las ideas de Camilo Torres y Ernesto Che Guevara», dice.

Edinson se unió al ELN y permaneció en esa guerrilla durante 45 años. Hizo parte del Bloque del Suroccidente Colombiano y, luego de una captura en Bolívar, Cauca, decidió desmovilizarse para proteger a su compañera sentimental y a su hijo.

Con ayuda de la Agencia Colombiana para la Reintegración, él creó la Asociación La Esperanza; una organización compuesta por 9 adultos mayores, todos desmovilizados del ELN y otros grupos armados, que se dedica a rescatar los cultivos propios de la región sembrando ají, maíz tierno y algodón.

La asociación le ha dado trabajo a más de 120 personas, en su mayoría población de la tercera edad, que tiene experiencia y conocimientos para enriquecer el agro colombiano. «Nosotros, como desmovilizados, tenemos mucha esperanza de mostrar que si bien es cierto que estuvimos en un conflicto, también que tenemos mucho que dar a la sociedad».

Edinson sueña con trabajar por la paz de Colombia. Quiere regresar a Nariño para hacer trabajo social en aquellas zonas por donde antes caminaba con un fusil, pues ha hecho un exitoso proceso de resocialización que quiere extender en ese departamento. «Aprendí a perdonar y a perdonarme», cuenta.

«El cultivo de cúrcuma nadie nos lo va a quitar porque no saben para qué sirve»

Asovivo

Bojayá, Chocó

Baldolovino Dumasa cuenta que su territorio está lleno de diferentes actores armados ilegales. «La comunidad embera ya no puede producir plátano, yuca o criar gallinas, porque siempre permanecemos en desplazamiento», dice. Sin embargo, los indígenas descubrieron que uno de los pocos cultivos que no genera interés de parte de los grupos armados es el de cúrcuma; una planta curativa que el hombre blanco no sabe aprovechar.

Por esa razón su pueblo creó la Asociación de víctimas del conflicto y personas en condición de vulnerabilidad (Asovivo), donde 210 productores de cúrcuma en Bojayá se unieron para transformar esta planta en aceites medicinales y harina. Como vicepresidente de la asociación, Dumasa explica quesu comunidad se organizó desde 2007 para cultivar, procesar y comercializar los derivados de la cúrcuma con el fin de obtener una fuente de ingresos desde sus conocimientos ancestrales.

Iniciaron con un terreno de 625 metros cuadrados de cultivo y hoy tienen una hectárea. Han logrado llevar sus productos a Quibdó y Bogotá, incentivando a los compradores a que prueben las bondades de la cúrcuma, que alivia enfermedades como la gastritis y la inflamación del colon y, a la vez, sirve para pintar y crear distintos productos.

En su labor, Dumasa afirma que lo más difícil ha sido la comercialización ya que no cuentan con canales de distribución ni con el registro sanitario del Invima porque que esta entidad aún está verificando los efectos de la planta. Pero a pesar de esto, sigue convencido de es posible vivir de un emprendimiento social. «Ahora producimos 10 toneladas mensuales de aceite y harina al mes, pero queremos ampliar esa cifra».

«Hay que quitarle el dramatismo al proceso de rehabilitación»

KitSmile

Bogotá

Foto: Cortesía KitSmile

En Colombia hay más de 300 mil niños y niñas con parálisis cerebral, de los cuales muchos no cuentan con acceso a la salud por vivir en zonas apartadas del país. Laura vivía en la vereda Maya, en Cundinamarca y hacía parte de este grupo. Cuando Leidy Cuestas conoció la historia de la pequeña dedicó su tesis de grado a fabricar un kit de rehabilitación en casa con tres servicios en uno: alimentación, descanso y ejercicio.

«Si un niño con parálisis cerebral puede estar 15 minutos diarios en posición prono (boca abajo) para hacer ejercicios, puede mejorar hasta casi un 70% su condición motriz», explica Cuestas.

De ahí, surgió la idea de crear KitSmile, una herramienta para los niños con parálisis que se adapta a las necesidades de cada uno para estimular su desarrollo permanentemente y, así, no dramatizar el proceso de rehabilitación. Junto a un grupo de especialistas, la joven de 28 años capacita a los padres de familia sobre cómo hacer las terapias a sus hijos sin salir de casa. Y por cada cinco kits que vende a familias que pueden costearlo, regala uno a un niño de escasos recursos.

El kit está basado en un método de neurodesarrollo español (Bobath) usado hace más de 40 años en rehabilitación. La herramienta ha sido tan exitosa que Paula, una de las beneficiadas, logró caminar un año después de adquirir el kit

Cuestas dice que «hay miles de formas para encontrar recursos en Colombia» y lo importante es tener un propósito establecido sobre lo que se quiere lograr con el emprendimiento. Se propuso sacar una patente de invención y lo logró con la ayuda de varios patrocinadores.

No obstante, relata que trabajar con niños es muy duro porque aunque regalan una sonrisa que la llena de fuerzas para seguir, la fragilidad de sus «clientes» es constante.

«Laura lamentablemente falleció dos años después de iniciar el proyecto. Llamamos el 6 de diciembre de 2015 a la mamá a decirle que ya teníamos el kit, pero estuvimos en la Universidad de Harvard como el mejor proyecto de impacto social colombiano haciendo pruebas y cuando volvimos la mamá nos dijo que había fallecido dos días después de haberla llamado».

«Estamos cambiando la perspectiva que los turistas extranjeros tienen de Colombia»

Pobyty

Cartagena

Foto: Cortesía Pobyty

Pobyty es una organización que hace turismo social dentro de las comunidades y que ofrece 15 recorridos exclusivos por ciudades como Cartagena, Chocó, Córdoba, Riohacha, y Bucaramanga. Yorhana Cardozo, fundadora del emprendimiento, busca que sus clientes se interesen por conocer lugares no explotados turísticamente y que se expongan a la cultura y tradición propias de las comunidades.

«Queremos hacer una plataforma web donde el turista se registre, busque el lugar que desea conocer y, cuando haga el tour, haya un intercambio cultural». Aunque la página todavía está en construcción, el equipo de Probyty realiza los recorridos con guías que residen en esos lugares y que pueden transmitir más fácilmente el legado de su comunidad a los viajeros.

El bagaje cultural de los guías y el costo inferior de cada tour, comparado con otros, son dos características que han atraído a un amplio público que se siente atraído por una oferta menos comercial a la hora de viajar. La iniciativa ya ha beneficiado a más de 30 poblaciones que hacen muestras artísticas, gastronómicas y planes ecoturísticos para los visitantes.

«Recon nos ayudó a visibilizarnos. Llegaron personas que querían viajar con nosotros y otros que querían ser guías en su territorio. Estamos cambiando la perspectiva que los turistas extranjeros tienen de Colombia».

«Desalinizar el agua de mar es posible»

Desalinización solar

Tumaco, Nariño

Julio César Enriquez investigó durante tres años si era posible convertir el mar del pacífico nariñense en agua potable para las comunidades costeras, a bajo costo y utilizando energía solar.

Al finalizar su maestría de ingeniería ambiental, en 2012, se dio a la tarea de fabricar un sistema que separa el agua de la sal marina a través de un proceso de condensación y decantación.»Utilizo una tecnología muy antigua, la destilación, lo que hice fue optimizar el proceso», dice.

La Universidad Mariana, en Pasto, le ayudó a analizar las muestras de agua que produjo en las costas de Tumaco. Los expertos determinaron que, según la norma vigente, el proceso era efectivo y el líquido vital sí cumplía con los parámetros básicos para ser potable.

  • El desalinizador es construido con materiales de bajo costo y se convierte en una solución para garantizar 7 litros de agua por metro cuadrado al día para las comunidades vulnerables de Tumaco. Mientras, los paneles solares ayudan a optimizar el proceso en caso que se necesite bombear agua de mar a una comunidad.

Con los diez millones de pesos que obtuvo por ganar el reconocimiento en la categoría de Medio ambiente, Enriquez quiere patentar su invento y optimizar el sistema para evitar que 1.300 niños mueran al año en Colombia por causas relacionadas a la falta de agua.

«Se puede generar utilidad e impacto»

Core desminado

San Rafael y Sonsón, Antioquia

Foto: Cortesía Core Desminado

Según datos de la oficina del Alto Comisionado para la Paz, desde 1985 se han registrado 11.781 víctimas por minas antipersonales y munición sin explosionar en el país. Viendo esa problemática que aún persiste en Colombia, Daniel Villareal y John Correa crearon una tecnología capaz de destruir las minas antipersonales por medio de procesos artesanales como la cerámica.

Los jóvenes crearon un contenedor de ondas y residuos explosivos (Core) que se fabrica en Ráquira, Boyacá y ha sido probado en municipios como San Rafael y Sonsón, Antioquia. Halo Trust, organización humanitaria que se dedica a hacer desminado en varias partes del mundo, incluyendo Colombia, les permitió hacer las pruebas en los terrenos donde su equipo trabaja con el fin de ver la efectividad del prototipo.

«La termita (explosivo) es una composición de óxidos metálicos que genera un chorro de lava caliente que cae sobre el artefacto y se vacía dentro de un sistema cerámico que traen desde Nueva Zelanda», cuenta Villareal. Pero él y su colega se dieron cuenta que podían producir esos contenedores con cerámica colombiana, ahorrando costos de fabricación y transporte a las ONG que hacen desminado.

«Se puede generar utilidad e impacto, no necesariamente se debe ser una fundación», añade. Para el fundador de la marca Core desminado se requiere una circulación de capital amplia para hacer sostenible un emprendimiento a largo plazo. Por eso apoya la idea de que el gobierno le dé una mirada a la legislación en este campo con el ánimo de dar mayores facilidades a quienes desean emprender.

«Aspersores de Paz cambió la problemática del campesino»

Aspersores de Paz 

Ataco, Tolima

Tres jóvenes del sur del Tolima quieren mejorar la productividad del campo colombiano por medio de la implementación de sistemas de riego hechos con material reciclado. Los microaspersores que idearon Jesús Díaz y sus compañeros permiten que los campesinos optimicen el agua que utilizan en el proceso de riego, sin necesidad de gastar mucho dinero.

Usando tubos, alambres, lapiceros y puntillas, este ingeniero forestal le enseña a los agricultores a crear su propio aspersor para que logren una mayor rentabilidad con sus cultivos. El joven proviene del municipio de Ataco y, junto a su familia, fue víctima de desplazamiento en 2002.

Con su proyecto, apoyado por la Alta Consejería para el Postconflicto, Díaz busca que ningún otro campesino abandone su tierra y por eso lleva su modelo de riego a las zonas más afectadas por el conflicto armado en el país como Nariño, donde su sistema se ha implementado en varias fincas cafeteras mostrando buenos resultados.


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