Mujer rural en Putumayo, no está contenta con el Estado

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María Ruby Tejada, mujer rural del Putumayo

Fuente : LBM

Mocoa/COLPRENSA

Dependencia económica, baja participación política y dificultades de acceso a la tierra son algunas de las quejas que las mujeres del campo expresaron en medio de la celebración del día de la Mujer Rural discusión, en Mocoa, en el marco del evento organizado por la Unidad de Restitución de Tierras del Putumayo URT. Plantean soluciones, pero esperan compromiso gubernamental.

Seis líderes representantes de las mujeres víctimas de desplazamiento y despojo forzado en el departamento amazónico, fueron las seleccionadas para que recibieran el homenaje en nombre de todas las mujeres rurales del departamento; en un evento denominado En Tus Zapatos, y organizado por la URT.


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El 51.2% del departamento del Putumayo se centra en el sector rural con una población estimada en 178 mil habitantes ubicadas en 974 veredas, 50 inspecciones y 16 corregimientos en 24. 885 Kilometro Cuadrados.

En el desarrollo del evento las lideresas fueron expresando una a una, todos sus pensamientos con respecto a la lucha que la mujer del campo tiene que afrontar ante el abandono del Estado y ante una sociedad machista y llena de falta de oportunidades.

Sus palabras fueron escuchadas por los asistentes al auditorio de la Cruz Roja en Mocoa, donde el director territorial de la Unidad de Restitución de Tierras URT, Mario Coral Mejía, junto con su equipo de trabajo observaba atentamente el rostro de cada una de las mujeres emblemáticas que dejaban escapar de sus labios las palabra sonoras del recuerdo de la violencia, pero a su vez el eco alentador de la fe y la esperanza.

María Ruby tejada, mujer rural del municipio del Valle del Guamuez y perteneciente  a la asociación de mujeres Violeta de Paz, expreso en tono sorprendida que por su mente nunca le paso la idea que le fueran a celebrar el día de la Mujer Rural, y solo creía que el llamado de la URT, era para una reunión más de las que se acostumbran a realizar por parte de las entidades.


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“Gracias por tenernos en cuenta, pero más que una reunión formal es la forma como una entidad del Estado, se está preocupando por las mujeres de nuestro territorio, en especial por la mujer del campo aquella que aporta la semilla del desarrollo agropecuario”, señalo con voz entrecortada la señora Tejada, una de las tantas víctimas de la violencia en la región; una incansable batalladora d ela paz y la que pregona a los 4 vientos: “Basta Ya, No Más Guerra, Si a la Paz”.

En la foto: Director URT Putumayo Mario Coral y la mujer rural Yenica López

Yenica López, ingeniera agrónoma, quien un día aprovecho una beca junto con otras seis mujeres rurales del Valle del Guamuez, que les ofreció el Gobierno Nacional, hoy orgullosa dice que está trabajando al servicio de su comunidad en importantes procesos, todos ellos articulados en el sector agrícola con una alta inclusión de mujer rural.

“Nos faltan más oportunidades a nosotras las mujeres, sobre a las mujeres del campo porque siempre nos dejan marginadas como si no existiéramos”; al tiempo que añadió que esas faltas de oportunidades se centran más que todo  en el sector de la salud, educación y laboral.

Estas mujeres se destacan en sus comunidades por ser las articuladoras desde su rol de víctima, beneficiaria y mujer, tanto en la ruta de restitución individual como en la colectiva.

Dentro de la conmemoración fue firmado el compromiso con las mujeres solicitantes de restitución. El documento les fue entregado, simbólicamente, a las invitadas especiales y en él las funcionarias de la unidad pactaron fortalecer el trabajo de la entidad por la equidad, el empoderamiento y el reconocimiento de la mujer rural putumayense.

A su vez, el director de la URT en Putumayo, Mario Coral Mejia, hizo énfasis en la importancia de reconocer la contribución de las mujeres rurales e indígenas en el desarrollo de la economía del campo y la articulación social, asociando así el trabajo de la restitución de tierras a la labor que realiza el Ministerio de Agricultura a través del Pacto Nacional por la Mujer Rural, firmado el pasado 15 de octubre.

“Este evento, es inspirado por la historia de mujeres como ustedes, y en la Unidad de Restitución de Tierras,  nos comprometemos a trabajar desde nuestra misionalidad en contra todas las formas de violencia y explotación, que pudiese oprimirlas, como campesinas y como mujeres. Y sobre todo, reafirmamos el compromiso con la lucha por una sociedad transformada y un campo lleno de oportunidades”, enfatizó el funcionario.

El espacio fue aprovechado para reflexionar y hacer una dinámica que involucró a las colaboradoras de la entidad en Mocoa, y que guió a las participantes a ponerse en el lugar de sus compañeras, reconociendo en las víctimas el eje articulador de muchos procesos de restitución adelantados en territorio.

Voces de lo nacional

La Consejera Nacional de la Mujeres Rurales en el sistema de Innovación Piedad Guzmán, hizo un llamado también al Estado y a todas las entidades comprometidas en el desarrollo rural para que busquen las políticas necesarias   que permitan articular a la mujer en el desarrollo agrícola del país como pieza clave de la sociedad colombiana, y se le dé inclusión en todos los renglones de la dinámica de sociedad y economía. “Las mujeres rurales somos las que llevamos la alimentación a todo el país. En manos de las mujeres rurales se encuentra la mayoría del campo”, acoto la consejera Guzmán.

Para la señora Guzmán, Putumayo es un territorio netamente rural y por ello el Gobierno Nacional debe de centrar todos sus esfuerzos en este territorio y poyar el pacto por la Mujer Rural, que se firmó en Bogotá el pasado 15 de octubre.

Un pacto donde se habla que hay que activar la ley de las mujeres rurales, donde se les hable a las mujeres de sus derechos sexuales y reproductivos donde se aplique la bancarización rural con una formación y educación financiera.

Por su parte Anna Victoria Mujica, directora de la Mujer Rural del Ministerio de Agricultura, manifiesta y que según proyecciones del DANE, se estima que de las 25.501.149 mujeres que hay en Colombia, 5.442.241 viven en las zonas rurales. Y, según datos de la Dirección de la Mujer Rural del Ministerio de Agricultura, el 20 por ciento de ellas son indígenas (53.1 %), afrodescendientes (46.4 %), palenqueras (0.2 por ciento), raizales (0.1 %) y del pueblo gitano (0.1 %).

Un porcentaje alto de las mujeres rurales (37.4 %) se encuentra en condición de pobreza, frente a un porcentaje mucho menor (12 %) de las mujeres que en las ciudades vive en esa misma condición.

En el campo, la mujer y el hombre comparten los mismos niveles de pobreza, que son mayores a los registrados en las ciudades. Aunque sigue siendo alto, desde 2010 este porcentaje ha ido cediendo.

Las mujeres y niñas en el campo siguen ocupándose de tareas propiamente domésticas, en parte porque los hombres asumen las faenas duras relacionadas con la agricultura, ganadería, pesca, minería y tala de árboles y, en parte, porque esta división del trabajo es más un fenómeno cultural. Tanto los hombres como las mujeres que viven en la zona rural consideran que la casa es cosa de mujeres.

Un reciente estudio del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes encuestó a 1.391 personas en la Macarena-Cagüán, Valle del Guamuez Putumyo,  Andén Pacífico, Bajo Cauca y Cordillera Central, cuatro de las 16 regiones de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). Encontraron que 6 de cada 10 colombianos que fueron entrevistados no están de acuerdo con modificar los roles de género tradicionales. “Tanto hombres como mujeres que habitan en las zonas de posconflicto, rechazan la idea de flexibilizar los roles tradicionales atribuidos a hombres y mujeres (la mujer como proveedora económica y el hombre a cargo de las labores domésticas y el cuidado de los hijos)”, dice el estudio.

Pero, además, estas labores desarrolladas por las mujeres son las que no reciben remuneración -quizá porque se consideren ‘obligación’ de ellas-. La Encuesta Nacional de Uso del Tiempo del DANE indica que estas dedican por lo menos ocho horas del día a actividades por las que no reciben ninguna paga, frente al tiempo mucho menor que le brindan los hombres (tres horas).-


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