POR JULIÁN SÁENZ
El Bëtsknaté, ‘El gran día‘, inicia muy temprano, pero se viene preparando desde tiempo atrás. Más exactamente desde el dos de noviembre, fecha en la que los kamsá realizan ofrendas a los seres queridos que ya no los acompañan, y desde la cual planifican la celebración que tiene lugar el lunes previo al miércoles de ceniza.
Ese día todos son bienvenidos: kamsás y no kamsá. En todos los hogares reparten sopa de mute y chicha a los visitantes. A las nueve de la mañana las principales autoridades kamsá se reúnen en la vereda Sagrado Corazón de Jesús, se saludan unos con otros mostrándose respeto, gratitud y aprecio, y al poco tiempo toman camino a la Plaza Central de Sibundoy, más exactamente a la Catedral San Pablo.
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El trayecto empieza con aproximadamente 50 personas, pero más personas se suman al recorrido cuadra a cuadra. Poco a poco, se comienza a formar un río de gente del pueblo kamsá Biyá y algunos curiosos y visitantes que caminan en medio de los bailes y los abrazos.
En esa gran procesión se distinguen algunos personajes. El Matachín, el primero del desfile, el que guía e invita a las personas y se distingue por su máscara roja y su corona de plumas de aves silvestres. Los bandereros, como su nombre lo indica, ondean grandes banderas. También se unen la esposa y las tías del gobernador de turno, quienes llevan una imagen de la Virgen de las Lajas.
Por otro lado,con sus características máscaras negras, aparecen los Sanjuanes. Estos representan el inconformismo por la evangelización de su pueblo y los atropellos sufridos por los colonos. Y por último, los Saraguayes, quienes simbolizan el cambio del indígena por medio del evangelio, tienen gorros en forma de caja, pantalones blancos y un cinturón rojo.
A las 12 del mediodía, una vez llegados a la Catedral San Pablo, las autoridades indígenas se reúnen con el párroco. Todo el pueblo Kamsá ingresa a la iglesia en medio de cantos y tambores, pero dispuestos a escuchar la eucaristía.
«Suena contradictorio, pero todos son acuerdos. Nosotros hemos realizado muchos con el fin de mantener nuestra tradición y claro algunos son creyentes. Ahora que el Bëtsknaté es patrimonio esperamos que todos lo conozcan sean felices, tengan amor, fraternidad y reconciliación» manifestó el Taita Santos Jamioy exgobernador del pueblo Kamsá Biyá.
Para muchos el Bëtsknaté es el Carnaval del perdón, y aunque este significado parte de la interpretación hecha por los colonos, el perdón sí es una parte importante de las fiestas. Una vez acabada la eucaristía, los bailes continúan. Algunas personas se arrodillan frente a otras pidiendo excusas por algún agravio causado. Algunos ríen y celebran, otros lloran extrañando seres queridos, «porque la vida es una sola y hay que vivir el momento con plenitud, gratitud y armonía» concluyó Josefa Narvaez.
La ceremonia formal finaliza cuando los sanjuanes degollan un gallo. Para muchos indígenas esto representa la muerte de los colonos, paso a paso, con los mismos engaños y agravios que ellos sufrieron. El Bëtsknaté, puede seguir varios días en reencuentro de familiares y seres queridos.
La pregunta que queda en el aire es si los kamsá ponen su fiesta al servicio de todos, su patrimonio y su cultura milenaria, ¿qué hacen los demás entes nacionales y municipales por fortalecer y proteger esta festividad?
Fuente : Arcadia