Construir paz a través de la radio comunitaria en el sur del país

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Varios periodistas de radios comunitarias señalan que tras la firma del Acuerdo de Paz han podido llegar a territorios a los que antes no se asomaban. Imagen captada en la vía que conecta los departamentos de Nariño y Putumayo.
Mauricio Alvarado – El Espectador

Cuatro comunicadores que ejercen su labor a través de emisoras comunitarias en Nariño, Guaviare y Putumayo relatan cómo es contar sus territorios dos años después de la firma del Acuerdo de La Habana. Dicen que han dejado de contar la guerra para abrirle paso a iniciativas de construcción de paz.

Ya no están contando la guerra. Dejaron de transmitir en sus emisoras que había una nueva torre de energía dinamitada, que había otro puente destruido, que se habían tomado otro pueblo. Como periodistas comunitarios vivieron de frente la entrada de los actores armados a su territorio y han visto ahora, a pesar de que otros conflictos persisten, los beneficios que a sus comunidades les ha traído la paz.

En diálogo con Colombia2020, cuatro comunicadores que cuentan su territorio desde el sur del país relatan los desafíos de contribuir a la construcción de paz desde las radios comunitarias, que en no pocas ocasiones son la única forma de acceso a la información para los pobladores de las veredas más recónditas del país.

José Raúl Pinilla. Emisora Juventud Estéreo, de San José del Guaviare (Guaviare)


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Hoy el balón está en nuestro terreno. Nos toca a nosotros mirar si jugamos bien, porque es la sociedad civil la que tiene la obligación y la responsabilidad en este momento de tener vivo el espíritu de la paz y de contribuir a que la paz se consolide.

Desde la emisora que dirijo llevamos 23 años trabajando con la juventud. Trabajamos en educación, cultura, ecología y deporte. Pero además la emisora la convertimos en una escuela de radio. Hemos realizado proyectos de capacitación a jóvenes y estudiantes de las escuelas y ya hicimos un diplomado de 120 horas con los muchachos, entonces son ellos mismos los que lideran los procesos.

Desde hace año y medio empezamos a trabajar con excombatientes de los espacios de reincorporación de Charras – que queda a 90 kilómetros de San José del Guaviare – y de Colinas, que queda a 60 kilómetros. El Acuerdo de Paz dice que tiene que haber pedagogía, y como eso no ha pasado, yo les dije ‘ustedes conocen los acuerdos, móntense un programa para hacerle pedagogía’. Y ahí empezamos. Hicimos 45 programas con profesores, con excombatientes, con víctimas, contando el proceso de paz. Hoy ya tenemos tres excombatientes vinculados directamente con la emisora participando en la programación.

Al comienzo había un poco de temor, algunos me decían ‘¿a usted no le da miedo meterse en eso?’. Yo les decía ‘nosotros tenemos es que ponerle el pecho a la brisa, generar confianza’. Yo prefiero tener gente detrás de un micrófono echando discurso, hablando sobre el proceso de paz, y no detrás de una .50 o de una M60, tumbando torres, dinamitando alcantarillas o quemando buses.


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A nosotros lo que nos interesa es que los que ya salieron de ese cuento no vuelvan. Que los que ya están metidos en la cuestión de la paz sientan un respaldo de alguien y sigan trabajando. Muchos me han dicho ‘ya yo prefiero morirme haciendo política por la paz y no detrás de un fusil dándome bala con alguien’.

Jairo Castillo Sinisterra. Emisora Manglar Estéreo, de Francisco Pizarro – Salahonda (Nariño)

En 2018, para las elecciones de Senado y Cámara, y para las presidenciales, el municipio Francisco Pizarro – Salahonda fue el único en el país que no votó. El pueblo se revolcó y no dejaron hacer elecciones. No votamos por nadie.

El pueblo tomó la iniciativa de no votar porque nadie nos representa en Bogotá. Al municipio llegan en campaña y después no se asoman. Y es que para llegar desde Francisco Pizarro a Pasto – capital de Nariño – se necesitan al menos 10 horas. Primero, como es una isla, son dos horas en lancha hasta Tumaco. Y de ahí por lo menos ocho horas por tierra a Pasto. Pero cuando es por votos llegan así sea en botas y en canoa. Ahí sí no es olvidado.

En el municipio nunca se sintió la violencia. Incluso en los años más duros del conflicto siempre fue pacífico. Pero hay otras cosas que no están bien y toca decirlo. La salud no es que esté muy bien, lo mencionamos; no hay medicamentos, lo decimos. Son cosas que la comunidad tiene que saber, pero no vamos más allá de los límites. No nos metemos donde no nos llaman.

Nosotros nos enfocamos es en contruir paz. Llegarle a la comunidad. Trabajamos en la implementación del Acuerdo con jóvenes, con adultos mayores, que cuenten sus historias. Pero falta es que la institucionalidad se involucre más. Nosotros hemos invitado a la Personería, a la Policía Nacional, pero de la alcaldía, nada.

Yasmine Salazar Mejía. Emisora Guaitara Estéreo, de Potosí (Nariño)

No es fácil hacer radio comunitaria y más cuando la gente no se apropia del medio. Quieren hacerse los de los oídos sordos y solo escuchar las emisoras comerciales, música, prefieren a veces otros medios y no el que está ahí.

Con la emisora tratamos de rescatar la cultura. Tenemos un espacio donde resaltamos la música campesina, nuestra identidad. Así también se construye paz. No vamos a decir que la paz va a llegar a Colombia de un momento a otro, tratamos desde la emisora de promoverla.

A la emisora llegan las problemáticas de la comunidad y lo que uno hace es buscar a esas entidades y tratar de moverlas, pegarles el pellizco, ‘vea, esto está pasando en la vereda’, esa es la labor. La idea es no dejar que las luchas las den solos, mucha gente dice, por ejemplo, que el río está contaminado, pero eso se queda ahí. La idea es ser el canal para eso.

En Potosí somos cuatro mujeres las que hacemos radio. En las emisoras comerciales muy poco hay voces de mujeres, pero en las emisoras comunitarias yo creo que las mujeres nos arriesgamos más.

Liberman Rengifo Gómez. Emisora Ocaina Estéreo, de Puerto Caicedo (Putumayo)

El nombre mismo de la emisora es legado del compañero que la fundó, el padre Alcides Jiménez, que fue asesinado por las Farc en plena homilía. Le puso así en memoria a la comunidad indígena Ocaina.

Nosotros hemos vivido tres momentos bien difíciles. Primero, entre los años 1998 y 2000, con la presencia de las Farc en el municipio era muy difícil comunicar porque uno sabía que ellos siempre lo estaban escuchando. Se encargaban de decirle a uno qué se podía decir y qué no. Además, ellos lo tenían a uno señalado como que era de la radio.

Luego llega el momento más difícil, hacia el 2005, con la entrada de los grupos paramilitares. En esos años tuvimos dos compañeros amenazados. Para entonces se nos adueñaron de la caseta donde teníamos el transmisor, si queríamos ir a hacerle mantenimiento tenía que ser con el permiso de las autoridades paramilitares.

Una vez salieron los actores armados del territorio, viene toda la incursión de las empresas mineras, nosotros hicimos incidencia en algunos escenarios y nuevamente recibimos la amenaza a otro compañero. Nosotros denunciamos en su momento, en 2012, cuando se iba a hacer un trabajo de sísmicas sobre seis nacimientos de los principales ríos que alimentan el río Putumayo y logramos parar esas actividades.

Hemos trabajado también en la frontera. Narramos por qué la gente de Putumayo – y de Colombia – se va a vivir a un país como Ecuador o por qué la gente de ese país se venía a vivir a Putumayo. Era contar qué gano y qué pierdo por estar en esa doble nacionalidad, viviendo en la frontera.

En los últimos años hemos venido incluyendo una línea de género. No solamente tener una mujer en el equipo quiere decir que ya se está trabajando en género. Es también el mismo lenguaje que se utiliza. Narramos mucho desde el quehacer de la mujer en esta apuesta de paz para el territorio.

Yo a veces quisiera ya no seguir en la radio, pero luego uno se encuentra a la gente campesina y siente que tiene una responsabilidad y más ahora con el proceso de paz que todavía hay gente que está muy escéptica, entonces es la tarea de los que sí creemos que es un momento para apostarle a la paz.

Fuente : ElEspectador

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