
Mocoa/COLPRENSA
Una bonanza se ha sucedido tras otra, siempre con los mismos resultados: las ganancias se van para otra parte o son dilapidadas de modo inmisericorde. Y parece como si con cada una de ellas aumentara la espiral de violencia. Primero fue la de la quina. Luego la del caucho (una historia sangrienta inmortalizada en La Vorágine por José Eustasio Rivera), la balata y las pieles. Siguió la época del cedro, mucha gente llegó del interior del país a resolver sus diferencias por los precios de la madera a machetazo limpio. A finales de la década de los 60 se inició el boom petrolero. La región fue invadida por buscadores de fortuna y malandros, con éstos llegaron el vicio, la delincuencia y la prostitución a gran escala. Sin embargo lo peor estaba por venir.
En abril de 1979 el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, ‘El Mexicano’, consiguió socios en Puerto Asís Putumayo, para que repartieran semillas de coca, de una variedad desconocida en el área, por donde encontraran gente dispuesta a cultivarla. Una vez puesta en la ruta no hubo manera de contener el avance de la semilla por el medio y el bajo Putumayo. “Hace 20 años un gramo de coca valía 500 pesos, en cambio un jornal de trabajo lo pagaban a 200 pesos. Por eso la gente se alocó, se desbarataron las relaciones sociales en las familias y los pueblos. Los precios se subieron. Todo el mundo se armó para cuidar el cultivo y evitar los robos cuando lo sacaran al pueblo”, cuenta un investigador del tema, nativo de la región, exiliado por amenazas de muerte, que no quiso ser identificado por razones de seguridad personal.
El oropel atrajo a las Farc. Entraron por el Caquetá el mismo año en que llegó la semilla y en un principio tuvieron sintonía con los narcotraficantes de los carteles. Con el tiempo, y gracias al dinero que recaudaron por el negocio, aumentó su fortaleza en esa región. La alianza de la guerrilla con ‘El Mexicano’ terminó hacia finales de los años 80 y desencadenó una guerra entre las Farc y los ‘Masetos’, el ejército privado de Rodríguez Gacha. Esta batalla la ganaron los guerrilleros luego de llevar a cabo la operación ‘Aquí estamos Putumayo’. No sólo estaban sino que ahí se quedaron como amos y señores durante casi toda la década de los 90. Allí se ganaron la lotería sin comprarla por cuenta de los impuestos que les cobraron a los narcotraficantes.
¿Batalla final?
En la actualidad, aunque las Farc ya no sigue actuando como grupo armado ilegal tras la dejación de sus armas dentro de los acuerdos de paz con el Gobierno Nacional, y quienes tuvieron un amplio control del negocio del narcotráfico desde los cultivos hasta el envió de grandes toneladas de base de pasta de coca al exterior y la disputa territorial con los grupos paramilitares a finales de la década de los 90 y principios de la dos mil, el Putumayo aún sigue con el sino de la coca siendo el segundo departamento más cultivador con 23. 700 hectáreas sembradas con matas de coca luego del vecino departamento de Nariño. Hoy la batalla final para ponerle punto final a la siembra ilegal, batalla que no la pudo ganar el Gobierno Nacional, con las fumigaciones aéreas con el herbicida Glifosato, ni con la policía de Antinarcóticos y las cuadrillas de erradicadores hoy esa batalla se le puede dar punto final gracias a la voluntad del mismo campesino dedicado a los cultivos de matas de coca.
Hoy 33 mil familias firmaron un preacuerdo con el Gobierno Nacional, para erradicar sus matas en menos de 3.8 hectáreas pero con unas contraprestaciones puntuales que el gobierno de Juan Manuel Santos, debe cumplir en forma puntual.
En estos momentos dichos preacuerdos ya han traído graves consecuencias entre algunos líderes sociales que han promoviendo la erradicación manual entre sus comunidades como el asesinato de tres de ellos, el último hecho se registró el lunes pasado hacia las 6 y 30 de la mañana cuando Luis Alfonso Giraldo presidente de la vereda La Brasilia, zona rural de Puerto Asís fue asesinado con impactos de arma de fuego por dos desconocidos.
24 horas más tarde en la vereda Puerto Colombia jurisdicción de Puerto Asís, otro líder campesino Arley Velasco, fue herido de gravedad por otros dos sujetos que le dispararon en 9 ocasiones dejándolo gravemente herido. Velasco es miembro de la Mesa regional de las Mesas Sociales del Putumayo –MEROS-
En la vereda El Jazmín zona rural de Puerto Guzmán, el presidente de la junta de acción comunal Omar Muñoz, en la tarde del miércoles 6 de diciembre recibe una llamada a su teléfono móvil de un hombre que se identificó como comandante de un grupo paramilitar donde le advierte que debe abandonar el pueblo en menos de 24 horas si no, quiere que le pase lo mismo que al presidente de la junta de acción de la vereda La Brasilia.
En la mima llamada la amenaza se extiende al vicepresidente de la vereda Bombonas, Efraín Salinas. Ambos pusieron la denuncia ante la fiscalía General de la Nación, en el vecino municipio de Curillo Caquetá.
Un informe de inteligencia militar fechado en Bogotá el pasado 5 de septiembre da cuenta que el Ejercito Liberación Nacional, entro a operar en los municipios de Puerto Asís, y Orito en el bajo Putumayo, territorio que fue domino de la guerrilla de las Farc, informe que fue rechazado por las mimas autoridades militares y civiles en el departamento.
En su más reciente visita oficial al departamento del Putumayo, el represente en Colombia del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, Todd Howland, le confirmo a la gobernadora Sorrel Aroca, sobre la presencia de la guerrilla del Eln en este departamento.
La misma inteligencia militar está detrás de la pista de establecer sin los “elenos”, tienen que ver con las muertes y amenazas a los líderes campesinos.
Segú el informe que maneja el servicio de inteligencia militar y la ONU, esta guerrilla estaría buscándose quedar con el control de la siembra de las matas de coca y la producción de la base de pasta de coca.
Otro combate: la pobreza
Los campesinos se rebuscan la manera de sobrevivir. La economía del Putumayo depende en gran medida del negocio del narcotráfico. En una escuela de una vereda del Valle del Guamuéz, (La Concordia) por ejemplo, los alumnos cultivaban una hectárea de coca en un solar vecino y con el dinero que obtenían compraban todos los útiles que necesitaban. En esta zona del país la coca reemplaza el comercio de productos lícitos.
El problema ahora es que el negocio de la coca está paralizado. Los comerciantes se quejan y la plata ya no circula con la abundancia del pasado. Un lanchero contaba que antes se ganaba entre cuatro y cinco millones de pesos transportando pasta de coca, hoy consigue la mitad o menos. En estos momentos, la situación se agrava para los campesinos tanto para los que quieren erradicar como los que quieren seguir con los cultivos. Los primeros afrentados a las amenazas de los desconocidos que se opone a la erradicación y los segundos a las acciones del Gobierno Nacional, de ponerlos presos por la siembra de cultivos ilícitos, además que la comercialización de la hoja de coca y el mismo tráfico de la base de coca está muy disminuido a pesar de las grandes extensiones de matas sembradas.
En el Putumayo muchos campesinos desean cambiar sus cultivos, cambiar sus vidas, con la ayuda del Estado. De ahí que las expectativas frente a lo que sucederá una vez comience la guerra frontal contra la coca sean grandes. La cuenta regresiva para el Putumayo ha comenzado. No hay vuelta atrás.
