Avalancha de Mocoa, ya es parte de la historia

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Dios en su sabiduría no hubiese permitido que ese trágico 31 de marzo en el calendario nunca llegara. Destino o casualidad. No puedo creer que más de 300 personas que fallecieron se hayan puesto de  acuerdo a morir precisamente esa noche; el destino según William Shakespeare, es quien baraja las cartas, pero que somos nosotros quienes las jugamos. El destino o fátum, es el poder sobrenatural e ineludible que, según se cree, guía la vida humana y la de cualquier ser a un fin no escogido de forma  necesaria y fatal, en forma opuesta y la del libre albedrio o libertad.

La tragedia de Mocoa es considerada como un fenómeno natural, increíble e imprevisible. Las constantes lluvias por más de 24 horas, alertaron a la comunidad, la creciente desproporcionada nunca antes vista de los ríos Taruca, Taruquita y Sangoyaco, prendieron las alarmas sobre todo de los habitantes rivereños que a esa hora pasadas las 11 de la noche, algunos ya dormían y descansaban en sus casas, no tuvieron tiempo de empacar sus cosas, sino de salir corriendo con ni- ños y abuelos que como sentido común buscaban salvarse.

A otras personas no se les dio esa oportunidad, el destino no escogido de forma necesaria y fatal, les tenía reservada una sola opción no permitida e inevitable, la muerte. Cantidades de agua, barro, palizadas, objetos contundentes confundidas con grandes piedras que no se explica de donde aparecieron, claro que de las montañas, pero nos hemos puesto a pensar la distancia existente entre las montañas descritas en la cartografía que hemos visto varias veces y que llegaron y quedaron esparcidas a lo largo y ancho de su recorrido por los barrios San Antonio, Porvenir, San Miguel, la calle 11 entre otros, confundidas con los cuerpos inermes que la fuerza violenta de este fenómeno salido de madre los arrastró a un destino increíble, al rio Caquetá muy distante de la capital del Putumayo

Ya, hace más de 30 años se había presentado una situación igual en esta misma línea geológica, solo en menos proporción, pero fue una alerta temprana, que pasó desapercibida para sus habitantes y lugareños y que no tuvo mayores daños y consecuencias, solo fueron pérdidas de algunas fincas y animales que fueron arrasadas y sin daños de vidas. De las autoridades de esa generación ya no hay huella y que tuviesen alguna responsabilidad por no haber tenido en cuenta las recomendaciones que esta tragedia volviera a suceder.


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La belleza natural de estas montañas son paraísos escondidos que en su interior guardan secretos, como valiosos minerales que producen irradiaciones que a pocos se van desprendiendo de su capa natural esperando una oportunidad climatológica para deshacerse y en ciertas ocasiones están lejos de la mano destructora del hombre que busca beneficiarse y sacar provecho de ellas.

El represamiento de todo este material orgánico hay que mirarlo con lupa constantemente no para evitarlo sino para tratar disminuir su fuerza y el daño sea menor. Buscar responsables directos a este fenómeno natural e imprevisible me parece ingenuo, ajeno a la responsabilidad administrativa que es otro cuento debido a que el gobierno nacional ha creado instituciones de riesgo y medio ambientales que pudiese a ver previsto y mitigar que el daño haya sido menor. En otra oportunidad analizaremos la reconstrucción de Mocoa y la reparación de sus víctimas que avanza lentamente.

Destino o casualidad.

Fuente : Panorama Putumayense – José Aux


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