Deslizamientos: ¿por qué no nos advirtieron?

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En Mocoa, Putumayo, murieron más de 300 personas luego de que un deslizamiento sepultara a la ciudad en marzo de 2017. / AFP

Los tomadores de decisiones no tienen disculpa. El Servicio Geológico Colombiano (SGC) acaba de poner a su disposición los mapas de cada departamento donde por colores pueden ver el grado de amenaza por deslizamientos, derrumbes o avalanchas en el que se encuentra cada uno de los municipios que lo componen. Más que saber que lo que está en rojo significa “peligro”, los geólogos han estado haciendo presentaciones de los resultados del proyecto que resultó en el Mapa nacional de amenaza relativa por movimientos en masa, escala 1:100.000, que se constituye en una herramienta valiosa para salvar vidas, pero también para saber por dónde construir carreteras, o definir urbanizaciones, trazar líneas para oleoductos o gasoductos, de transmisión eléctrica u orientar los planes de ordenamiento territorial.

Los geólogos los llaman movimientos en masa. Lo que sucedió en el municipio de Copacabana, Antioquia, en 2016, o más recientemente en Mocoa, Putumayo, el 31 de marzo de este año, podría haberse prevenido, si quienes definen qué y dónde construir, conocieran y comprendieran estos mapas, que han sido producidos bajo los más estrictos procesos de investigación.

Para elaborarlos se necesitaron cinco años, siete universidades –Nacional sedes Bogotá y Medellín, Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) de Tunja, Industrial de Santander (UIS), en Bucaramanga; Pamplona, Eafit, en Medellín, y Caldas, en Manizales–, dos entidades del orden nacional –el SGC y el Ideam– y más de 300 personas entre geólogos, ingenieros, científicos sociales y personal administrativo.

Un proceso con control de calidad


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No era la primera vez que el SGC producía un mapa nacional de amenazas por movimientos en masa. Ya lo había hecho en el 2001 y en el 2010, el primero a escala 1:1’500.000 y el segundo a escala 1:500.000, lo que significa que el de ahora tiene mayor detalle. Para el resultado más reciente, el país se dividió en 20 bloques que produjeron 276 planchas de las regiones Caribe, Pacífica y en la zona Andina, donde se ubican las principales ciudades y habita más del 70 % de la población colombiana. Las planchas son porciones del territorio expresadas en cuadrados o rectángulos, que pueden incluir partes de uno, dos o tres departamentos. En estas planchas, un centímetro equivale a un kilómetro del territorio.

Cada una de esas planchas tiene tres versiones o productos. Una presenta la susceptibilidad, o sea la condición propia del terreno a la inestabilidad, la cual depende del tipo de suelo o roca, de la historia de formación del paisaje y de la cobertura de la tierra; la amenaza, referida a cómo detonantes –por ejemplo un sismo o lluvias torrenciales– aplicados a las condiciones de susceptibilidad del terreno demuestran su condición de mayor o menor debilidad. El fenómeno de La Niña, con sus fuertes lluvias, se convierte en un típico detonante.

“En una plancha geomorfológica –explica Gloria Ruiz, coordinadora del equipo de trabajo– los colores representan procesos de formación: los azules, donde está la ciudad de Mocoa, muestran procesos asociados a la dinámica de los ríos. Por ejemplo, terrazas en aquellas áreas donde se presentan inundaciones en épocas de lluvia o zonas donde se depositan materiales arrastrados por las corrientes cuando se presentan flujos de detritos o avenidas fluvio-torrenciales”. Mocoa está encima de este tipo de depósitos de flujos o avalanchas, “evidencia geológica que demuestra que ese tipo de eventos volverán a ocurrir”, continúa. Para este municipio, el mapa de susceptibilidad muestra niveles altos y medios y el de amenaza refleja amenaza media, alta y muy alta. “Las planchas a escala 100.000 le sirven al tomador de decisión al nivel municipal para conocer las zonas que tienen problemas de inestabilidad y que tiene que conocer mejor su territorio para poder saber qué hacer”.

Pero “no estábamos haciendo planchas aisladas, ni bloques, sino un mapa país”, continúa Ruiz. Tuvieron que empezar por diseñar una metodología muy precisa que permitiera sistematizar y estandarizar la información que recibirían de cada ejecutor, para lo cual produjeron tres planchas piloto. Una vez lograron “cuadrar” todas las planchas hasta el más mínimo detalle, las unieron y produjeron el mapa nacional de amenaza. Además, aprovecharon la información para producir dos mapas de cada departamento: uno de susceptibilidad y otro de amenaza. Esos son los que se convierten en la herramienta clave para conocer cuáles son las zonas rojas a las que es necesario pararles bolas y reducir las posibilidades de tragedias como las que ha vivido el país. Desde 1900, de acuerdo con el Sistema de Información de Movimientos en Masa (Simma), del SGC, el país ha reportado 16.969 movimientos en masa, con más de 5.000 víctimas fatales y casi 550 mil familias afectadas. Antioquia es el departamento que más ha presentado estos deslizamientos, seguido por Cundinamarca y Cauca.


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“Para reducir el riesgo generado por los movimientos en masa es necesario contar con información técnica”, dice el libro Las amenazas por movimientos en masa de Colombia, producto del proyecto que ganó el Premio Lorenzo Codazzi 2017, que entrega la Sociedad Colombiana de Ingenieros. Por ejemplo, en el caso de Antioquia, el capítulo resume las 51 planchas que lo conforman, una reseña histórica de los deslizamientos que lo han impactado, fotos tomadas durante la ejecución del proyecto, los mapas de amenaza y de susceptibilidad, estadísticas… “O sea, todos los gobernadores tienen su mapa de amenaza por movimientos en masa a escala 1:100.000”, advierte la ingeniera Ruiz, haciendo énfasis en que también es posible bajar la información desde el portal del Servicio Geológico Colombiano. (Ver https://www.sgc.gov.co/sgc/mapas/Paginas/Im%C3%A1genes-de-amenazas-.aspx).

Para que después no digan que “no nos advirtieron”

Los profesionales detrás del proyecto no terminaron el trabajo con la producción de planchas, informes, mapas, fichas diligenciadas, fotos, memorias técnicas y muchos anexos, sino que han estado viajando por el país explicando las especificidades de cada departamento y los municipios más vulnerables. “El objetivo es conocer el territorio”, dice Ruiz. Con el apoyo de las universidades involucradas han organizado talleres en las ciudades convocando a todos los interesados de los sectores público y privado. Han entregado la publicación a las gobernaciones –oficinas de planeación, de gestión del riesgo y despacho del gobernador–, a las corporaciones autónomas regionales, ministerios y entidades como la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) y Parques Naturales Nacionales, y las alcaldías de las capitales de departamentos. En los talleres no sólo se traducen y explican mapas, leyendas, convenciones, colores, para que quede muy claro el grado de amenaza del territorio en el que están parados sus ciudadanos, sino que los asistentes tienen la oportunidad de interactuar con los mapas e identificar los sitios que ellos conocen como históricamente inestables. Lo que resulta es que la información científica ratifica lo que ellos han estado viviendo históricamente y los invita a la acción.

El ingeniero geólogo José Humberto Caballero, de la Universidad Nacional sede Medellín, y coinvestigador del proyecto, agrega que “de acuerdo con la norma colombiana, son los municipios los que deben adelantar los estudios de detalle para decidir con mayor precisión las zonas de amenaza y las condiciones del riesgo en ese territorio y así planear con criterio técnico las políticas de expansión del municipio”.

El proyecto costó 37.500 millones de pesos y “le devolvió al país en conocimiento parte de las regalías obtenidas a través de extracción de nuestros recursos”, dice Ruiz.

En líneas generales, la conclusión es que casi el 70 % del territorio cubierto por las planchas 1:100.000 tiene una susceptibilidad media, seguida por 22 % con susceptibilidad alta, en los departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Cauca y los del Eje Cafetero, principalmente Risaralda. Con base en el análisis de la distribución espacial, el nivel de amenaza alto y muy alto por deslizamientos es casi del 50 % en todo el territorio estudiado, principalmente en las regiones Andina y Pacífica: doce departamentos presentan más de un 50 % de su área expuesta a la amenaza alta, entre ellos Chocó, Caldas, Cauca y Huila. Y la vertiente de los ríos Cauca y Patía, en la parte norte de las cordilleras Oriental y Occidental, presenta niveles de amenaza muy altos. Pero serán los tomadores de decisiones los que usen los mapas como herramienta para prevenir, no los deslizamientos, sino las tragedias que protagonizan.

 

Fuente : ElEspectador

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