La culpa no solo es del invierno

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Aguas de los ríos Magdalena y Cauca, ejes de nuestra sostenibilidad económica y social, también amenazan con inundar varias poblaciones que se encuentran en su zona de influencia. Foto: Cortesía Alba Marina Girón/Dapard
Aguas de los ríos Magdalena y Cauca, ejes de nuestra sostenibilidad económica y social, también amenazan con inundar varias poblaciones que se encuentran en su zona de influencia.
Foto: Cortesía Alba Marina Girón/Dapard

Por: Jefferson Galeano

En mayo, tal como lo pronostico el IDEAM, se han registrado intensas lluvias sobre el territorio nacional. El inventario no es alentador: inundaciones, emergencias, deslizamientos y municipios incomunicados es el saldo que se registra en los departamentos del Meta, Putumayo, Antioquia, Chocó, Cundinamarca, Santander, Boyacá, Huila, Caquetá, Valle, Cauca y Nariño.

Aguas de los ríos Magdalena y Cauca, ejes de nuestra sostenibilidad económica y social, también amenazan con inundar varias poblaciones que se encuentran en su zona de influencia.

Son muchas las dudas que se generan después de estos trágicos eventos, pero dos son las que causan mayor inquietud. ¿De quién es la responsabilidad?, ¿Estas tragedias se pueden evitar?

La respuesta depende a quién se le pregunté. La ciudadanía seguramente dirá que es responsabilidad de las empresas que administran el recurso hídrico en las regiones o de las instituciones estatales que no tomaron las medidas necesarias para evitar el hecho trágico. Por su parte, los administradores del territorio pueden culpar a la variabilidad climática o algún hecho particular; algunos sencillamente le echarán la responsabilidad a las empresas e industrias; y no falta quién atribuya el tema a los mandatos divinos.

Son muy pocos los que reconocen la responsabilidad individual y son aún menos aquellos que vinculan estas situaciones adversas a decisiones equivocadas que se tomaron al momento de organizar el territorio.


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Por ello, considero que la discusión debe transcender la atribución de responsabilidades y centrarse en dos ejes. El primero se enlaza con el ordenamiento del territorio y el segundo con la participación del ciudadano.

Recordemos que el bienestar del territorio es el resultante de la buena relación de las comunidades con los ecosistemas. Esta relación no solo consiste en tener acciones de cuidado y protección de la realidad natural, sino en conocer sus dinámicas y fenómenos. Por ello, cuando se toma decisiones sobre una región en particular, éstas no solo deben responder a criterios de satisfacción de necesidades de las comunidades, sino también deben involucrar fundamentalmente criterios que respondan a la función de los ecosistemas.

Por ende, al diseñar los sistemas de evacuación hídrica de las ciudades, es necesario respetar los flujos que históricamente ha tenido el agua. Si por alguna razón es necesario modificar la estructura ecológica de las fuentes hídricas, es primordial que dentro de la planificación territorial se definan todas las posibles acciones técnicas y sociales para garantizar que los sistemas hídricos mantengan su equilibrio.

Desafortunadamente, en Colombia las comunidades y sus administradores toman decisiones que afectan las estructuras ecológicas y no se realizan acciones pertinentes que mantengan el equilibrio original de los ecosistemas. En consecuencia, cuando las dinámicas naturales se salen de la “normalidad” el bienestar de las comunidades se afecta con resultados que, a veces, tenemos que lamentar.


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Otro aspecto fundamental que se vincula con la ocurrencia de desastres en la región, es la falta de participación ciudadana. El ciudadano, por ser miembro del territorio, está obligado a ser un sujeto activo en los procesos de construcción de ese mismo territorio. Por ende, un primer factor es que el ciudadano debe evitar comportamientos que afecten los flujos de agua de su región, es decir, total responsabilidad con los residuos sólidos, una parte considerable de estos residuos terminan en ríos, canales y sistemas de evacuación de agua.

Solamente en Bogotá en 2015, se sacaron 184.000 toneladas de basura de canales, alcantarillas y tuberías, un volumen que exige un gran esfuerzo técnico, humano y financiero, por lo que gran parte de la responsabilidad de las inundaciones que ocurren en las ciudades no es culpa del aguacero, es del ciudadano que no reconoce el impacto de su basura en la estructura de evacuación.

En segundo factor fundamental en la participación ciudadana es el monitoreo de sus cuencas hídricas. La naturaleza es dinámica, altamente cambiante, en consecuencia, es necesario estar pendiente de sus transformaciones. Esto involucra que las comunidades que viven cerca de estructuras hídricas definan comités de observación, que las personas vivan su responsabilidad y reporten cualquier novedad que se presente en los ecosistemas. Con la ejecución de estas acciones se puede llegar a predecir fenómenos naturales y tomar las medidas necesarias para evitar una tragedia.

Es claro que los índices de los desastres disminuyen en la medida que las personas tengan mayor conocimiento de su territorio y de su responsabilidad. Recordar que la construcción del conocimiento no depende exclusivamente de los procesos educativos sino del interés de cada uno.

Mantenerse informado, observar con detenimiento la actividad natural y comunicar con los demás integrantes de la comunidad son elementos que deben primar; como también son herramientas útiles para generar control en los órganos que toman decisiones sobre las regiones.

Por último, es importante dejar de buscar culpabilidad a los fenómenos naturales, un aguacero simplemente es una actividad más en los ecosistemas. La responsabilidad de ser resistente y resiliente a estos fenómenos recae en cada uno de nosotros.

Jefferson Galeano
Profesor de Educación Ambiental
Universidad de La Sabana

http://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/analisis-sobre-las-inundaciones-en-colombia-89444


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