Por: José Ignacio Muñoz Córdoba.
La construcción de un “moderno parque central para la ciudad de Mocoa”, ha suscitado un interesante debate entre partidarios y opositores de esta iniciativa. Y hay que admitir que esta discusión por un lado, es sana, porque nos permite exponer y defender nuestras ideas y, por otro lado, es provechosa, porque enriquece el aprendizaje colectivo y nos compromete más con la historia y el destino de nuestra ciudad. Lejos de cualquier pretensión, este escrito busca aportar argumentos de tipo histórico, ambiental, cultural, de diseño, de movilidad y, por qué no, sentimental, con el propósito de fortalecer los criterios de discusión en torno a este proyecto.
Indudablemente que la historia de Mocoa está estrechamente ligada a su Parque Central, alrededor del cual se han registrado los eventos más importantes del acontecer Cultural, Político, Administrativo y Religioso desde el año 1915, cuando los Misioneros Capuchinos promovieron el primer trazado urbano de la ciudad.
Hacer un viaje por la historia de este parque centenario[1], al tiempo que nos permite conocer el camino recorrido para consolidar los principales atributos de nuestra ciudad, nos permite también conocer los múltiples cambios que este lugar histórico ha sufrido a lo largo de sus 100 años de existencia. Lejos está nuestro Parque Central de aquél parque trazado en 1915, el cual tenía sólo un palo de Hobo en el centro y en uno de sus costados, el antiguo Templo donde hoy es la sede de la Alcaldía Municipal. Pero de los múltiples cambios realizados sacamos una conclusión y es que todos han coincidido, en el respeto por el trazado hecho en 1936, cuando el Padre Idelfonso de Tulcán sembró las 25 palmas africanas, alrededor de las cuales, a partir de ese momento, han girado todas las intervenciones posteriores, incluida la de 1970, cuando se hizo la remodelación del Parque Central tal como lo conocemos hoy.
El busto del General Santander, que le da el nombre al Parque, ha sido testigo de todos estos cambios, pues su ubicación inicial, en el año de 1940, era en el centro del Parque, mirando hacia el norte. Posteriormente se ubicó en el centro de una pila de agua, y desde 1970 en el costado occidental, de espaldas al Palacio Departamental.[2]
Dicen que son muchas las historias que ha escuchado el General Santander. Historias del acontecer cotidiano de la ciudad, de su gente, de política, de amores y desamores. Esas mismas historias, al igual que sus dueños, han encontrado un techo, un refugio, entre los ramajes de la vegetación y el cantar de loros, más aún, si los días se tornan calurosos. Y es que esa ha sido la función que ha cumplido el Parque Santander, de ser una zona de encuentro, de interacción, de permanencia, de recreación familiar; función que no cumplirá la Plaza proyectada, pues se convertirá en una zona de paso, más adecuada para eventos públicos y con mínima área verde, como lo que sucedió, por ejemplo, en Florencia, donde los ciudadanos aún se lamentan de ver a su antiguo parque convertido en una plaza que llaman “secadero de café”, la cual permanece la mayor parte del día vacía porque nadie se atreve a exponerse al inclemente calor de un día de verano. Igual suerte corrió el Parque de Puerto Caicedo y se presagia que lo mismo ocurrirá con el de Puerto Asís.
En la edición de la Bitácora del Patrimonio Cultural, Material e Inmaterial del Departamento del Putumayo, el Señor exgobernador Jimmy Díaz escribía en el proemio que “se escucha con frecuencia en nuestro medio, la opinión de que los habitantes del Putumayo no tenemos una buena relación con el pasado. Lo olvidamos, lo minimizamos y hasta lo rechazamos. Se dice que vivimos inmersos en el rebusque actual, en el día a día utilitario, sin más horizonte temporal que el presente”[3]. Si el Señor Ex Gobernador hubiera sido coherente entre lo que decía y lo que hacía, jamás hubiera tomado la decisión de construir un “moderno parque para Mocoa”, por la sencilla razón que el Parque Central, junto con la Catedral San Miguel Arcángel y la Gobernación del Putumayo, hacen parte del patrimonio Cultural e Inmaterial de nuestro Departamento. Por esta razón el Parque Central no puede correr igual suerte que la Catedral en la que, según dicen los entendidos, se hizo una intervención desafortunada, ya que al insertar un ala lateral le restó al diseño original la posibilidad de una fachada que le permitía una mejor iluminación y ventilación interna, pero que además ofrecía una plazuela como parte del espacio público. Pero tampoco puede correr la misma suerte de la antigua Gobernación, que terminó dentro de un conjunto arquitectónico en el que existe un total divorcio, pues no hay ningún ejercicio de integración y diálogo entre dos edificios de épocas distintas.
Además de las razones históricas gana fuerza el argumento que no hay que permitir la construcción de la nueva Plaza, “porque es un atentado a la Naturaleza”. De las 25 Palmas africanas sembradas por el Padre Tulcán, hoy quedan 16, algunas de ellas enfermas y que son factor de riesgo por caída. Hay 2 palmas aceiteras, 2 araucarias chilenas, 1 pomarrosa brasilero, 3 ficus benjamina y 2 tristes arbustos ornamentales conocidos como chefleras. Nada que represente la inmensa riqueza de la biodiversidad amazónica, ni de sus palmas, ni de sus maderas preciosas, ni de sus árboles ornamentales. Pero por aspectos históricos y culturales que nos atan a las palmas africanas, cualquier intervención que se haga al parque no puede ignorarlas porque ellas recuerdan nuestro pasado y nos definen como el resultado de ideas y valores diversos que han ayudado a construir nuestra identidad de hombres y mujeres amazónicos.
Otra de las razones para justificar la nueva Plaza de Mocoa es que se construirá un sótano que servirá como parqueadero y ayudará a resolver el problema de movilidad en el centro de Mocoa. Este argumento me hizo recordar el poema de Rafael Pombo, Simón el Bobito, que “vio un montón de tierra que estorbaba el paso, / y unos preguntaban: ¿qué haremos aquí? / ¡Bobos! dijo el niño resolviendo el caso; / que abran un grande hoyo y la echen allí”. Me atrevo a pensar que la construcción de un parqueadero en el sótano de la nueva Plaza en lugar de resolver el problema de movilidad lo va a complicar mucho más. ¿Se imagina Usted -me decía un taxista- 150 carros y 200 motos saliendo y entrando en horas pico del parqueadero en pleno centro de la ciudad? No quiero ni imaginarme los trancones que se van a armar –respondía él mismo- pues se congestionará mucho más la única vía de entrada y salida que tiene Mocoa hacia Pasto.
Los expertos señalan que para resolver los problemas de movilidad se requiere adoptar un conjunto de estrategias en las que es necesario definir como punto de partida el concepto del tipo de ciudad en la que queremos que se transforme Mocoa. La tendencia hoy es hacer ciudades más amables con la gente, para lo cual limitan el ingreso de vehículos al centro, incentivan el uso de la bicicleta y crean las condiciones para hacer agradable pasear en las ciudades. Existen ejemplos exitosos como en Bogotá en donde caminar por la carrera 7 entre la Plaza de Bolívar hasta la calle 26 es un paseo que hoy, nadie se quiere perder o como en la Ciudad de Leticia que para ser coherente con su visión de destino turístico volvió peatonal la Calle 8.
Las obras de infraestructura como la construcción y mantenimiento de vías, puentes, áreas de parqueo, el parqueo en la vía con pago, la instalación y mantenimiento de semáforos, al igual que la construcción del Terminal de Transporte, son urgentes para mejorar la movilidad en la ciudad. Pero las obras de infraestructura por sí solas no resuelven el problema. Entre las medidas que pueden dar resultados inmediatos está la Cultura Ciudadana la cual nos va a ayudar a crecer en el respeto, y nos hará entender que nunca habrá vías suficientes si consideramos un derecho parquear durante todo el día nuestro vehículo al frente de nuestro sitio de trabajo, invadiendo aceras y calles mientras compramos el pan o hacemos visita a un amigo. Pero junto con la cultura ciudadana se requiere Autoridad en mayúscula para castigar con severidad el incumplimiento de las normas de tránsito, en una ciudad en donde un Alcalde ganó con la promesa de no permitir que la Policía de Tránsito exigiera el uso del casco a los motociclistas.
Otro elemento de discusión es si el Parque Central actual tiene o no valor estético. Pienso al igual que muchas personas que el parque actual es estéticamente bello, incluso algunas personas que dicen que no, aclaran que no les gusta no porque sea feo, sino porque se encuentra en franco deterioro, abandonado y sucio. El arquitecto Carlos Guerrero, gran conocedor de temas urbanísticos, me decía que el parque actual “tiene un buen manejo en sus niveles que permite atravesarlo sin notar que se ha salvado una altura de por lo menos un piso”. Pero más allá del sentido estético, todos entienden que el Parque tiene un significado especial, una fuerte identidad, un carácter que es el resultado de aspectos ambientales, culturales e históricos, que son sentidos, que están en la memoria colectiva, y con los cuales han crecido desde niños. “Qué desilusión que me da pensar que no vamos a tener más este parque, porque uno diferente a éste va a ser un lugar extraño para nosotros”, decía un asiduo visitante del mismo.
Respecto al diseño del nuevo parque, coincido con los argumentos de algunos expertos los cuales dicen que es un diseño sin carácter que se puede implantar en cualquier ciudad de Colombia y no pasa nada. La gran mayoría estamos de acuerdo en que hay que hacer una intervención a nuestro Parque Central con fundamento en la arquitectura contemporánea que contrariamente a lo que muchos piensan no es sólo cemento sino que tiene un respeto por la tradición, la historia, la naturaleza y la cultura local. Un diseño donde el manejo del agua y la vegetación hagan parte vital de la arquitectura y así crear un bello lugar, un espacio único que fomente un sentimiento de apego auténtico y de orgullo de pertenecer a la
Amazonia. ¡Claro que se puede!, y hay referentes cercanos, por ejemplo el parque de Leticia, el cual se ha convertido en uno de los principales atractivos de una ciudad que recibe más de 60.000 turistas al año; o, si no se quiere ir tan lejos está el Salón Amazonas de CORPOAMAZONIA, en donde la Naturaleza es la parte principal de la arquitectura del lugar.
Ahora bien, otro sentimiento que deja al descubierto este debate es la falta de confianza en nuestros gobernantes, quienes prometen que darán especial importancia a la Participación Ciudadana, pero olvidan su compromiso, pues no consultan decisiones que afectaran la cotidianidad de todo un pueblo, y la intervención al Parque Central es sólo un ejemplo de esto. Y ese sentimiento de desconfianza se acrecienta al ver tantas obras inconclusas, y se traslada ese temor al Parque Central que muchos piensan tendrá la misma suerte de la Plaza de las Guitarras, o el Hospital Materno Infantil, o la Plaza de Mercado o el Parque Central de Puerto Asís.
Para terminar, siendo coherente con lo expuesto y sabiendo que la reflexión crítica y constructiva es necesaria darla y continuarla hay que poner este tema en blanco y negro. Es necesario hacer una remodelación del parque central, pero con un diseño que armonice con el contexto amazónico, que respete la tradición, la historia y la cultura. Hay que evitar, a toda costa, que se haga un parqueadero en pleno centro, porque va en contravía de la ciudad que queremos y porque va a empeorar el caos urbano que pretende resolver. Los recursos que se dejen de invertir deberán ser destinados a proyectos de mayor impacto social, para hacer de Mocoa, una ciudad amable para nosotros y para nuestros hijos que mucho nos lo agradecerán en el futuro.
REF: Fotografías tomadas de:
- la Memoria Fotográfica del I y II encuentro de los Protagonistas de nuestra historia. Corpoamazonia 2004 y 2006.
- Portal web: www.leticiahoy.com
[1] Ver Memoria Fotográfica del I y II encuentro de los Protagonistas de nuestra historia. Corpoamazonia 2004 y 2006.
[2] Putumayo. Inventario del patrimonio Cultural. Convenio Gobernación del Putumayo-Fundación Mundo Espiral. Página 69.
[3] Inventario de patrimonio cultural. Convenio de Gobernación de Putumayo-Fundación Mundo Espiral. Proemio, página 8.