Por : Agustín Ordoñez
Algunos sentimientos y resquemores que surgen de los debates y trifulcas que generan las campañas políticas y las elecciones, parecen haberse quedado y mantener su vigencia o no haber sido superados del todo todavía, tanto por parte de los perdedores como de los ganadores. Después de los meses y los acontecimientos transcurridos desde entonces, seguimos escuchando y leyendo en todas partes las mismas frases, eslogan e indirectas que hicieran carrera durante la pasada campaña en todo el departamento y se nota que la susceptibilidad electoral de la gente está aún a flor de piel.
Digamos que hasta cierto punto esto podría ser entendible en algunas personas que de pronto no han superado por completo el hecho de no haber ganado, algo que tal vez sea un poco más difícil y demorado y se sienta más con la toma de posesión de los ganadores, pero que tampoco es justificable, porque debe tomarse con madurez y personalidad. Lo que causa mayor extrañeza y un poco de tristeza, por decir lo menos, es que esto ocurra con personas, no todas, por supuesto, que no solo ganaron las elecciones, sino que en muchos casos incluso forman parte de las nuevas administraciones que están ya en pleno ejercicio del poder, quienes no parecen darse cuenta todavía o se les olvida que ahora son ellos quienes gobiernan, no quienes ya se fueron, y que continúan lanzando las mismas arengas, puyas e incluso insultos que fueron “celebres” hace unos meses.
Esto nos hace pensar y dudar un poco acerca de si existe o no una verdadera consciencia política sobre la responsabilidad y compromiso que se adquiere al ganar y lo que implica ser parte de un equipo de gobierno, sobre todo cuando se ha hablado tanto de cambio y de ideas nuevas, que cada comunidad en cada municipio espera que se hagan realidad y que no se conviertan en simple retórica de cada campaña. Muchas personas votaron porque creyeron en esas promesas de cambio que se les planteó y ofreció y estas actitudes meramente triunfalistas, hostiles y sectarias se contradicen totalmente con esos anuncios, generando confusión y decepción.
Quizá entonces sea necesario que a muchas de estas personas se les enseñe a tomar consciencia de lo que implica el cambio, para que no sigan pensando que simplemente consiste en quitar a unas personas y colocar otras, algo que obviamente tiene que suceder y es incluso necesario en muchos casos, pero que no es lo esencial. El cambio implica mayor conocimiento, responsabilidad y compromiso, por parte de quienes se comprometieron a ello, por lo tanto cada persona que de alguna manera esté involucrada en la administración o en un equipo de gobierno, debe tener una consciencia más profunda sobre esto y demostrarlo, sacando de la mente y del corazón esos sentimientos de odio y venganza que los impulsaron en la contienda electoral y que a veces se imponen en la mentalidad de algunas personas y les impiden actuar como servidores.
Hay que tratar de entender que lo que se gana en las elecciones no es un botín de guerra, que se les arrebató a los contrarios para repartirlo entre los amigos, sino una inmensa responsabilidad con cada territorio y con las personas que lo habitan, amigos o contradictores. Que no se puede seguir lanzando al viento gritos de guerra y de victoria, que a estas alturas suenan como algo desubicados y que ya no caen solamente encima de quienes salen de la administración o de quienes votaron en contra, sino sobre cada uno de sus gobernados, quienes están esperando mucho más que eso.
Deben tomar consciencia que a partir de ahora son ellos quienes gobiernan y están en la mira de toda la ciudadanía, no las administraciones anteriores, y que la comunidad empezará ahora a mirar sus actuaciones, no las de los que salieron, a analizar todo lo que hagan o dejen de hacer y va a expresar sus opiniones al respecto, sean de su agrado o no. Así ha sido y así será siempre.
Se debe tener claro que ya no se puede seguir culpando a los otros de todo, porque suena a disculpa, y tampoco se debe tratar de ocultar los propios errores o deficiencias en posibles errores de quienes se fueron. A ninguna administración entrante le han dejado escritorios y cuentas llenas de plata ni presupuestos por ejecutar y, dadas las condiciones económicas que viven este país y sus regiones, no existen departamentos o municipios o entidades boyantes financieramente. Comenzar tiene sus dificultades, lógicamente, pero muchas administraciones han empezado bien superando todos esos obstáculos, mientras otras quieren que la gente se conforme con seguir escuchando los slogans y frases de cajón que saturaron los sentidos de todos durante la campaña.
No se podrá tampoco seguir utilizando el consabido cuento de que el primer año es solo de planeación, porque tanto en el primer año como en los demás los recursos llegan a cada entidad territorial y se deben ejecutar bien.
En términos generales, entramos en la etapa de las acciones, los hechos y las realizaciones, no de la retórica. Por lo que hemos podido apreciar hasta ahora, en el caso de algunos municipios, al menos en la organización, financiación y desarrollo del primer compromiso que tienen algunos, como es la realización de los carnavales, “una cosa es cacarear y otra poner el huevo”, por cuanto todo aquello que tanto anunciaron no se vio por ninguna parte.
A partir de ahora entonces, primero hay que “poner el huevo” y después lo demás. Las campañas terminaron, hay que pasar de las palabras y las promesas a las acciones, de las ideas a las realidades. De hablar se encargarán el tiempo, las acciones y las obras, cuando existan, como también la gente, y pueden estar seguros que lo harán, o lo haremos