Del yagé vienen los colores de sus artesanías

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Cuando era niña, María Magdalena Chicunque Agreda, una indígena Kamentsá que ha dedicado su vida a la artesanía, pasaba horas viendo a las arañas tejer.

En ese entonces había tiempo. Demasiado tiempo libre. Y podía fijarse cómo las arañas entrelazaban su hilo natural para construir los telares entre los árboles o en los lugares apartados de la casa.

Tenía que aprender muy bien la lección de los arácnidos porque su mamá, Rosario Agreda, tenía por costumbre explicar las cosas solo una vez. Si sus hijos le pedían repetir una lección ella no dudaba en reprenderlos, dándoles un golpe con una chonta.

Magdalena vive en Sibundoy, Putumayo, conocida como la ciudad cultural del departamento. Es un pueblo de unos 17 mil habitantes, montañoso, frío, y puente entre los departamentos de Putumayo y Nariño. Los indígenas Kamentsá y su cultura son una parte muy representativa de la sociedad. Su trabajo artesanal goza de reconocimiento mundial.


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En Sibundoy se celebra por estos días uno de los Encuentros Regionales de Paz, que busca poner en contacto a las comunidades con los avances de la negociación de La Habana.

En los 1960, el gobierno de Estados Unidos implementó los Cuerpos de Paz, una iniciativa que buscaba alentar las economías del llamado tercer mundo a través de proyectos de cooperación. Una de esas misiones llegó a Sibundoy y entre sus beneficiarios estuvo Rosario, la mamá de Magdalena.

El impulso de los Cuerpos de Paz sirvió para que la comunidad aprendiera a organizarse en proyectos productivos alrededor de las artesanías. Cuando los gringos se fueron la conclusión de la comunidad fue: “Pues nosotros también sabemos contar plata”, relata Magdalena.

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Del intercambio comercial con los clientes gringos los Camentsa aprendieron a diversificar sus productos. Pasaron de vender solo chumbe, un cinturón colorido que usan en su atuendo típico, a ofrecer chalecos, “corbatas para los doctores”, dice Magdalena, y minifaldas, en pleno furor de la moda hippie. Además implementaron el telar, un aparato que agilizó su trabajo sin hacerlos perder su esencia artesanal.

La estructura comunitaria fue alentada, tiempo después, por Artesanías de Colombia. La entidad fichó a Magdalena y otros líderes artesanos para que se reuniera con más colegas para concentrar la producción artesanal. A Magdalena le pusieron una meta: reunir 200 personas. Ese proceso inició hace 15 años. Ella cumplió la meta y hoy en día su estructura cuenta con 25 organizaciones asociadas con sus respectivos RUT y NIT, otros 40 grupos más pequeños. Entre unas y otras suman unas 400 personas agremiadas.

Magdalena es reconocida como una maestra certificada por Artesanías de Colombia. En 2015 viajó a Estados Unidos en representación de los indígenas Kamentsá y sus expresiones artesanales.

El valle de Sibundoy, además de las artesanías, es reconocida por el consumo de yagé. Decenas de personas de otras zonas de Colombia y el extranjero viajan hasta Sibundoy para consumir la sustancia.

El yagé también tiene un papel importante en la elaboración artesanal. Muchas de las ideas de Magdalena se deben a su consumo. Cuenta que durante el trance del yagé una voz le habla y la hace más sensible a la combinación de los colores. “Uno sueña y conversa con el espíritu y él te va explicando cómo llegar a un objetivo”, dice Magdalena.

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Cuenta que toma yagé cada ocho o quince días. De sus trances saca los colores y las formas que usa (las cuales son su manera de escribir) y siempre el bebedizo le ha dado un color diferente.

Magdalena lleva más de 40 años en el negocio de la artesanía. Hace diez años, cuando el turismo extranjero en la zona era muy bueno, cuenta que los que se dedicaban al oficio podían vender un millón de pesos en un día. En la época de bonanza de las pirámides financieras la plata también se veía.

El desplome de las pirámides afectó en general la economía de la zona, dice Magdalena. El turismo extranjero no es tan fuerte como antes. Sin embargo, la capacidad organizativa de los artesanos hace posible que la actividad sea viable.

El oficio es una impronta para los indígenas del valle de Sibundoy. En esta cultura los niños son “curados” para que desempeñen la actividad que los padres consideran la mejor para ellos. En una ceremonia el taita prepara un sahumerio con algún elemento específico que los niños huelen. En el caso de los artesanos la mezcla se hace con polvo de macana, una de las piezas de la tejedora. Hace más de cincuenta años un taita preparó un sahumerio con polvo de macana, se lo dio a oler a Magdalena en varias ceremonias. Hoy en día, ella es la artesana más famosa entre los Kamentsá.

 

 

Tomado de : Kienyke.com

http://www.kienyke.com/emprendimiento/del-yage-vienen-los-colores-de-sus-artesanias/


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