Un amargo viaje a Corrientes

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En el centro, Crispín Chindoy, acompañado de sus amigos Santiago Fontán (der.) y Maximiliano (izq.), hijo de la mujer que lo denunció. / Archivo particular
En el centro, Crispín Chindoy, acompañado de sus amigos Santiago Fontán (der.) y Maximiliano (izq.), hijo de la mujer que lo denunció. / Archivo particular

Crispín Chindoy espera en Argentina que se resuelva su caso para regresar al país. Afronta cargos de estafa y medicina ilegal. Migraciones estudia la posibilidad de deportar a taita colombiano

ElEspectador

Crispín Chindoy tiene 37 años y es miembro de la etnia kamsá. Nació en el valle de Sibundoy (Putumayo), donde los quichuas se establecieron en el siglo XV, y es una personalidad entre los aborígenes por su dedicación a la medicina ancestral. Es taita como su padre y su hermano. También, estudiante de antropología. A fin de año, sin ir más lejos, presentará su tesis en la Universidad Externado de Bogotá. Cultor de la ceremonia de toma de yagé, una planta utilizada por las comunidades indígenas del Amazonas para limpiar el cuerpo, fue invitado a Argentina para un ritual que terminó en una pesadilla. La Policía lo detuvo en el anochecer del 11 de octubre, en Paso de la Patria, provincia de Corrientes, cuando estaba a punto de iniciar un evento, con la presencia de numerosos jóvenes, en la casa de un amigo. Lo acusaron de “ejercicio ilegal de la medicina y estafa”, pasó dos semanas preso y el viernes fue liberado.

Según consta en el expediente, la noche de aquel sábado la Policía de Alto Riesgo y Delitos Complejos llegó por sorpresa a la quinta de Santiago Fontán, amigo del chamán. Había una veintena de personas, todas mayores de edad. A todos se les tomó declaración testimonial. Chindoy y Fontán, en cambio, fueron detenidos. Se allanaron dos bidones con brebajes y polvos que están siendo analizados por químicos forenses. Lo que busca determinar la fiscalía, encabezada por Buenaventura Duarte, es qué tienen los recipientes, que no sería otra cosa que ayahuasca, tal cual reza el abogado del colombiano, Ramón López Rivadeneira.


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El Espectador fue el único medio colombiano que entrevistó a Crispín. Todavía sacudido por la situación, el taita contó: “Vine a la Argentina por una invitación. Y cuando empecé con mi introducción a la ritualidad, aproximadamente a las 3 de la mañana, ingresaron unos hombres fuertemente armados, encapuchados. Nosotros estábamos a 50 metros de la casa, frente a una fogata y nos asustamos porque entraron con tres carros y patearon las puertas. Creíamos que eran ladrones. Nos botaron al piso. Fueron brutales, todavía estoy impresionado”.

¿Tuvo el mismo problema en la cárcel? “Estuve bien, afortunadamente. Fueron bastante amables los compañeros de celda y los policías me hacían pasar los alimentos que me habían llevado. No puedo quejarme”.

La ayahuasca es una bebida que los pueblos originarios preparan desde hace miles de años. Está compuesta por una serie de plantas y tiene distintos efectos curativos, además de ayudar a transcender a otros estados de conciencia. A raíz de la denuncia de la madre de Maximiliano, un joven que había participado en una ceremonia de yagé, la justicia tomó cartas en el asunto. “Empezó a tener problemas para dormir, pesadillas, y la señora se preocupó”, revelaron allegados a la causa. No obstante, el chico involucrado no se separó ni un segundo del maestro. A tal punto que no sólo visitó diariamente a Crispín mientras estuvo cautivo, durante 12 días. También participó en una cena que se llevó a cabo la noche de la liberación. “Maxi estuvo muy pendiente, fue el que constantemente me llevaba la comida. Dentro de su inocencia, no sabía que su madre había hecho esta denuncia. Yo la entiendo. Él decía que tenía unos sueños raros. Es que después de tomar la ayahuasca expulsamos energías porque se produce la desintoxicación. No es que quedó trastornado, sino que tiene revelaciones a través de los sueños”, explicó.

En cuanto a la acusación de supuesta estafa, la fiscalía apunta a que se cobraban 750 pesos argentinos, unos US$90 al cambio oficial. Sin embargo, para la defensa “no hubo ánimo de lucro” y asegura que se pidió una colaboración voluntaria para cubrir los costos del traslado del chamán colombiano. “Crispín viene de Bogotá. Un pasaje hasta Buenos Aires cuesta US$800. Hubo gente que no tenía plata y no puso un peso”, afirmó López Rivadeneira. “No hago esto por dinero. Tengo un conocimiento ancestral que me transmitieron mis abuelos. Tengo una casa humilde en el campo. Si hiciera esto por lucro, estaría viviendo en un palacio o mis cuentas de ahorro tendrían un gran crecimiento y no es así”, apuntó Chindoy.


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A Buenaventura Duarte, no laconvence que Crispín haya entrado al país como turista y haya sido encontrado ejerciendo una actividad rentada. Migraciones está pendiente de esta cuestión y no se descarta que sea deportado, aunque primero debe esperar la resolución del caso. Chindoy se encuentra en la casa de unos amigos, aguardando una definición. Y se queja del Consulado de Colombia en la República Argentina: “Hasta el momento no tengo manifestación del Consulado. Me están colaborando mis amigos por fuera, pero no he tenido respaldo. Fui discriminado y he sido olvidado por el gobierno colombiano”. El chamán tuvo el apoyo de distintas ONG a través de la página de internet Change.org, que se dedica a respaldar peticiones. En el sitio se juntaron 1.583 firmas para pedir su excarcelación y se le envió una carta al ministro supervisor del Poder Judicial provincial, César Pedro Sotelo. En el corazón de la gente, al menos, Crispín encontró arropo.

davellaneda@agea.com.ar

http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/un-amargo-viaje-corrientes-articulo-524571


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