Por : Agustín Ordóñez
Ante la contundencia y la unidad de la comunidad en el Paro de los Padres de Familia de la Institución Educativa Almirante Padilla, de San Francisco, que no enviaron a sus hijos a clase exigiendo el cambio del Rector, a la Secretaría de Educación Departamental (SED) no le quedó otra opción que decidir su reubicación, pero extrañamente, en la motivación de su decisión, está aduciendo que lo hace por el riesgo que corre la vida del ex rector debido a “las amenazas” de quienes hicieron la protesta. Quien sea de “San Pacho” o lo conozca, quedará estupefacto con esto y con razón.
Somos de este pueblo y lo conocemos bien. Aquí nacimos, crecimos, estudiamos, trabajamos y gracias a Dios vivimos y nunca ha sucedido nada de eso. Nos duele esto y cualquier san franciscano rechaza esta ignominia. Además de perder y padecer largos años de ineptitud, se lanza una horrible mancha sobre la cabeza de madres y padres de familia y dirigentes, cuyos “delitos” son su sentido de pertenencia por su tierra y su Institución. Siempre defenderemos a este pueblo y no vamos a permitir que se manche su nombre y su historia por el capricho de alguien, así se nos venga el mundo encima. Creemos que ya es suficiente, no más.
Ya soportamos que a los padres de familia, a los dirigentes y a quienes de alguna manera cuestionamos la dirección de la Institución, nos acusaran de persecución religiosa, oportunismo político, enemigos de la Institución, enemigos del rector, manipulados, manipuladores, etc.
Suficiente tuvimos con la hábil jugada del ex rector de colocarse en el papel de víctima, perseguido y mártir, hasta comparándose con Jesucristo, para señalar a quienes protestaban como criminales y victimarios, sin tener nunca la gallardía, ni internamente ni ante la comunidad, de aceptar los errores, debilidades y deficiencias administrativas y de relación con la comunidad, a pesar de años de evidencia y cientos de pruebas y testimonios que así lo demuestran, como los informes de la propia SED.
Callamos cuando se adelantó la semana del receso escolar de Octubre, con fundamento en la declaración de una supuesta alteración del orden público que ni las autoridades locales ni nadie han entendido por qué ni cómo y cuándo ocurrió.
Hemos soportado el irrespeto a ex alcaldes, profesionales, amas de casa, etc., quienes organizaron y dirigieron la protesta, de quienes se dijo que eran manipulados por un celador y una coordinadora de la Institución, a quienes faltó poco para que los sancionen, solo porque al ex rector se le ocurrió decirlo y convertirlos en blanco de sus ataques.
Se distorsionaron los motivos, se quiso crear la idea de que simplemente se está persiguiendo a alguien y protestando sin razón, como si la gente se hubiera vuelto loca y mala e inventara cuentos. Y encima de todo ahora se nos rotula como violentos, agresivos y peligrosos. Con cuanta facilidad, tranquilidad y complicidad se quiere pisotear la historia de un pueblo de paz y de trabajo y se lanza un manto de violencia y criminalidad sobre una comunidad y su justa protesta, todo para beneficiar a una persona y ocultar una realidad que aquí hasta los contradictores del paro aceptan.
Desde los niños hasta el más veterano de los san franciscanos saben que faltó capacidad, voluntad, conocimiento y actitud para dirigir una Institución rica en historia, trayectoria y trascendencia como la nuestra y que se generó un distanciamiento con la comunidad por la actitud negligente y descortés, lo que acumuló un inconformismo que tarde o temprano explotaría. Se quiere desconocer y ocultar que esa situación venía de tiempo atrás y fue la causa para que muchos estudiantes se vayan a estudiar a otros municipios y que esta sensible disminución de la matrícula produjo una visible disminución de la planta de personal, que sacó a muchos docentes y administrativos, quienes salieron por “la puerta de atrás” y en cuya liberación y posterior traslado si hubo celeridad, sin compasión ni dilaciones ni dramas.
Algunos dirán que esto no constituyen ningún delito y es cierto, pero aunque la pusilanimidad no se castigue si es muy grave para la gente que tiene sentido de pertenencia, que lleva dentro el anhelo de progreso y desarrollo y no está dispuesta a soportarlo por siempre. No se puede negar que lamentablemente en estas protestas a veces se dicen o se gritan cosas indebidas, que no comprometen a los dirigentes ni a toda la comunidad y que nadie puede controlar, pero que de ninguna manera ponen en riesgo la vida de nadie ni le quitan peso y razón a la verdad ni a la protesta.
Estas personas a las que se señala de violentas o peligrosas, son las mismas que aceptaron la propuesta de no adelantar el paro hasta que la SED intervenga y haga una visita, en cuyo informe se evidencian muchas cosas. Son las mismas personas que le aceptaron al señor Secretario de Educación la propuesta de levantar el paro y permitir que el mismo rector continuara en el cargo mientras se producía una decisión administrativa.
Este caso me ha hecho recordar un acontecimiento de hace unos años. Al llegar a la Presidencia de la Asociación de Educadores del Putumayo – ASEP y en compañía del hoy Secretario de Educación, Esp. Nelson Mosquera y del hoy Presidente de la Asociación de Rectores del Putumayo, Esp. Orlando Ariza, entre otros, como miembros los tres de la Junta Administradora de UNIMAP E.U., la empresa de salud del magisterio propiedad de la ASEP, tuvimos que afrontar una situación similar.
La encontramos en un estado catastrófico, ante una liquidación inminente e inconsistencias administrativas que la llevaban en picada a la quiebra. Después de un análisis exhaustivo concluimos que el problema era la acumulación de errores y desaciertos en la dirección y que había que tomar decisiones de fondo, entre ellas cambiar al gerente, que llevaba ocho años al frente. Unos pocos pusieron el grito en el cielo y a los tres nos cuestionaron, nos insultaron, nos amenazaron, etc., pero siempre supimos que era absolutamente necesario y lo hicimos por encima de todo. Esa decisión permitió salvar y recuperar financieramente a la empresa y los resultados demostraron que eran necesarios los cambios y que teníamos razón. Los tres sabemos hoy que de haberle hecho caso a los pocos que por interés particular se oponían, seguramente la empresa ya no existiría.
Aunque no son iguales si existen similitudes en los dos casos. La gente de “San Pacho” siempre supo que sin cambio no habría mejoramiento y por eso lo planteó con urgencia. Algunos dirán que el paro no era la forma correcta y esa es una discusión válida, pero siempre fue claro que ni por parte del ex rector ni por parte de quienes debían y podían tomar decisiones existía la voluntad y decisión para que fuera de otra forma.
A pesar de lo dura que pueda parecer esta protesta y el paro, la comunidad tuvo años de paciencia, soportó desaires y conflictos y brindó muchas oportunidades, anhelando que la situación cambiara, eso debe quedar claro. A pesar de las diferencias y dificultades, al interior de la Institución el personal docente y administrativo siempre planteó la existencia de deficiencias y debilidades en la dirección y propuso alternativas de solución y mejoramiento, en un ambiente de respeto y deseo de cooperación, pero no existió la suficiente voluntad y capacidad para redireccionar y cambiar las cosas, eso también debe quedar claro.
Entonces era apenas normal y justo que la gente reaccionara, porque a pesar de las ganas, las iniciativas, los esfuerzos y el trabajo de quienes la conforman, la Institución siempre careció de una guía y lució desorientada y sin un horizonte claro. ¿Por qué entonces ahora tiene que caer la culpa sobre la cabeza de los san franciscanos y recibir este rotulo tan indigno?
Que Dios los perdone, porque una sola persona no puede nunca colocarse injustamente por encima de la integridad de una comunidad y porque jugar con la historia, la idiosincrasia y la dignidad de un pueblo no es cualquier pecado que cualquiera pueda perdonar. Ojalá todos los san franciscanos, desde cualquier lugar y condición en que nos encontremos, rechacemos con vehemencia este señalamiento tan ofensivo.