Por: John Montilla
“En cuestión de años viejos hemos retrocedido unos diez años.” Este fue uno de los comentarios que leí en las redes sociales a propósito del tradicional desfile de años viejos celebrado el pasado 31 de diciembre de 2013.
Por tanto hay que entrar a analizar el porqué de esa afirmación que algo desmerita el trabajo de los artesanos de Mocoa, que pese a todos los inconvenientes se esfuerzan por salir a presentar a sus muñecos de “años viejos” o “taita puros” como los denominan algunos visitantes.
En primer lugar debo subrayar que poseo conocimiento de causa sobre el asunto como quiera que llevo participando varios años en este tradicional concurso y por eso conozco a muchos de los participantes de este evento; de ahí que puedo afirmar que muchos simplemente participan por el puro gusto de hacerlo. Para algunos se ha convertido en una tradición anual que de no hacerse deja una sensación de no haber cumplido con todos los propósitos del año que termina.
Es evidente que a muchas personas les parece divertido y gratificante pasear un “año viejo” en su vehículo particular ya sea carro o motocicleta, pero la diferencia radica en que muchos de ellos no lo elaboran por si mismos sino que lo compran; todo esto a diferencia del artesano que elabora sus propios monigotes con un motivo definido de antemano, con el objetivo de resaltar un hecho del año que expira y luego lo presenta en un desfile popular con la intención de ganar un premio por haber realizado la mejor creación y representación del determinado motivo.
No está por demás anotar que la creación de un trabajo artesanal de ese tipo conlleva algunos costos, por lo tanto es más que justo que los artesanos pretendan resarcirse en algo al intentar obtener un premio por su labor. El premio muchas veces apenas alcanza para recuperar el dinero invertido. Hablar del esfuerzo y trabajo que toma la elaboración de un simple motivo no es fácil de detallar, habría que estar presente para que puedan hacerse a la idea de lo que este tipo de obra requiere.
Entonces retomando el punto inicial de la aparente desmejora de los motivos, quizá en parte se deba a la consabida improvisación que cada año se hace por la época de fin de año y carnavales. En esta ocasión, en las horas de la tarde del 30 diciembre llegó la noticia a todos los talleres de trabajo de que no iba a ver premiación para el desfile. Como consecuencia de ello se derivó la desmotivación de muchos artesanos; algunos de los cuales dejaron abandonados los trabajos que venían ejecutando y muchos otros decidieron terminarlos sin ponerle ya mucha atención a los detalles finales.
Luego el 31 de diciembre en horas de las mañana a mucho artesanos en vez de estar ultimando los detalles para la presentación de las carrozas les tocó asistir a una reunión para concertar sobre la premiación que la alcaldía municipal logró conseguir en maromas de última hora de lo contrario el desfile no se habría desarrollado; es de anotar que a dicha premiación acordada se le aplicó retención en la fuente, cosa no vista antes. (Como dato anecdótico anoto que en nuestro grupo de trabajo habíamos decidido terminarla de todos modos y salir a pasear la carroza por los barrios e intentar rescatar la ya olvidada “limosna del año viejo” para de esta manera poder pagar el alquiler del carro, afortunadamente esto no fue necesario.)
Entonces si se hace el balance final de todo esto, quien más autorizado que el público que aguarda por su tradicional desfile de años viejos para dar el veredicto final sobre la labor que con tanto esfuerzo e inconveniente les llevan a presentar los artesanos de Mocoa.
John Montilla. Esp. Procesos lecto-escritores