Por : Ricardo Solarte
Debo decir que estoy de plácemes con el día sin carro y sin moto en Mocoa programado para este viernes 29 de noviembre. Esta es la primera vez en la historia del Putumayo que un gobierno local se atreve a tomar una medida de este tipo, que es difícil de entender y genera controversia. El pionero en Colombia en este tipo de iniciativas fue el alcalde Enrique Peñalosa hace doce años, y no la tuvo fácil.
Durante el primer día sin carro en Bogotá, algunos ciudadanos sacaron sus carros con avisos en los que se leía: «Paremos los abusos, movilicemos los carros». Otros, por su parte, dejaron de ir al estudio o al trabajo con la excusa de que no pudieron llegar.
En esa época, el alcalde tuvo que darse el lapo como gobernante para defender la iniciativa. Su argumento, el más válido de todos: de seguir la ciudad al ritmo que iba, de 14 vehículos particulares por cada 100 habitantes, la calidad de vida se deterioraría, se irían las empresas de la ciudad y el caos automotor podría apoderarse de Bogotá.
Esa es precisamente la misión de los gobernantes. Ver más allá de lo que los ciudadanos del común pueden hacerlo y tomar decisiones, aunque algunas de ellas no sean muy populares. Hoy, doce años después en Bogotá, nadie se atrevería a revertir las bondades de la medida que se institucionalizó por decisión colectiva de los ciudadanos.
Calar en la mente de las personas con este tipo de medidas es todo un reto, y lo es más mucho más en Mocoa, donde la gente reclama medidas más urgentes y prioritarias como la restricción para las tractomulas, por ejemplo. Sin embargo, el transporte de tráfico pesado no es el único problema. Es solo uno más que se suma a una larga lista y que se podría resumir como una anarquía total de conductores de carros y motos en las calles.
Así que bienvenida la medida, y bienvenido el debate. En política, como en la vida misma, es mejor arrepentirse por hacer que por dejar de hacer. La Secretaría de Salud de Mocoa, en cabeza de John Jairo Imbachí, quien es mi amigo y aprecio, está proponiendo y eso es loable. Preocupémonos cuando no haya iniciativa. Las propuestas deben existir siempre. Sean buenas, regulares o malas. Eso envía un mensaje a la sociedad de que hay un Gobierno que está pensando siempre en función de mejorar la calidad de vida de sus habitantes. El papel de los ciudadanos es validar esas iniciativas o debatirlas con argumentos.
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Periodista especializado en Economía y Negocios
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