Por: John Montilla
Un agradable domingo en la mañana estaba asomado a la ventana, cuando vi venir a una señora que traía a un perro atado con una cuerda a su cuello, cuando ellos iban pasando en frente de la vivienda, el animalito se detuvo de repente y cedió al llamado de la naturaleza, y no dejó un bello recuerdo, si no un “bollo recuerdo” justo en la entrada de mi casa.
Algo sorprendido por esa desafortunada coincidencia, me mantuve en silencio y muy atento a la espera del devenir de los acontecimientos, hasta que la dama se percato de mi presencia y al ver que miraba fijamente la escena, pareció azararse un tanto por la impertinencia cometida por su mascota.
Entonces, abrí la puerta, salí y le dije a la abochornada señora que no se preocupara, que ya me encargaría del engorroso asunto, pero entonces, ella me miro dignamente a la cara y me dijo: “Usted no se moleste” y acto seguido metió la mano en su bolso, sacó un paquete de bolsas plásticas, seleccionó dos, se puso una a manera de guante, y con su mano recogió lo que su mascota había dejado, echó el popo del perro en la otra bolsa , se la llevo en su mano y se marchó bien campante con toda su orgullo intacto por delante.
Debo reconocer que tal noble maniobra me dejo algo pasmado y como la señora se fue sin decir adiós, me quedé con la ganas de felicitarla por su acción, ya que, ese no es un hecho que se ve todos los días. ¿Cuántas veces puede usted ser testigo de cómo los dueños de las mascotas recogen lo que estas van dejando por calles, prados y parques de la ciudad?
Por el contrario, casi todos los días vemos en las calles el desorden que van dejando los perros, que se dejan si control para que ellos hagan sus necesidades donde su naturaleza les gane, lo más fácil para algunos es dejar las puertas abiertas para que los animales salgan correr a sus anchas; es evidente que son pocos los dueños que acompañan en esos “paseos” a sus mascotas. En cambio es muy frecuente ver a algún resignado peatón restregando sus zapatos contra el prado, muy seguramente porque tuvo la mala fortuna de poner sus pies sobre las marcas que los caninos dejaron en la vía pública.
Para terminar, debo admitir que desconozco las normas que rigen a los ciudadanos acerca de las obligaciones que se tienen con el cuidado y tenencia de mascotas; pero lo mínimo que se debe hacer, es lo mismo que hizo la dama que me animó a escribir estas líneas, ella demostró ser muy responsable y estar preparada para este tipo de contingencias. Van todos mis aplausos para ella.
John Montilla
Esp. Procesos lecto-escritores.
(Imagen tomada de internet)