En Putumayo, el futuro sabe a cacao

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Municipio de San Miguel, departamento de Putumayo. Desde junio de 2011, el CICR lleva adelante un proyecto de cultivo de cacao concertado con la comunidad. © CICR / S. F. Giraldo
Municipio de San Miguel, departamento de Putumayo. Desde junio de 2011, el CICR lleva adelante un proyecto de cultivo de cacao concertado con la comunidad.
© CICR / S. F. Giraldo

CICR

Las comunidades que habitan en la ribera del río San Miguel, departamento del Putumayo (frontera con Ecuador), viven aisladas y con escasas alternativas económicas. La presencia de grupos armados ha traído períodos de violencia que han causado graves problemas humanitarios para la población civil.

“La vida allí no ha sido fácil”, señala Daniel Muñoz-Rojas, jefe de la subdelegación del CICR en Florencia, Caquetá. “Hoy, las consecuencias humanitarias más graves del conflicto armado están asociadas a la utilización de artefactos explosivos que causan problemas de movilidad y restricciones de acceso a los cultivos de subsistencia de los campesinos. Otro problema es la falta de alternativas productivas para la población, lo que ha creado desesperanza y falta de perspectivas de desarrollo”.

Los cultivos de cacao son una alternativa prometedora para recuperar la economía y la esperanza de las familias de la región. Con el apoyo y la asesoría del CICR, los campesinos han sembrado más de 500 hectáreas de cacao en la zona. Sin embargo, el éxito de las plantaciones no fue inmediato: primero hubo experimentos fallidos.


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“Después de la coca, sembramos maní, pero mucha gente fracasó. Luego vino la malanga (tubérculo rico en almidón), y después pasamos al cacao. Este es nuestro futuro”, relata José Cundar, líder comunitario de la localidad de La Unión.

El punto de partida fueron las 349 hectáreas de cacao sembradas por 320 familias en 13 localidades cercanas al río San Miguel. La metodología de trabajo utilizada por el CICR fue la transmisión de saberes de campesino a campesino, a través del lenguaje del campo. “Capacitamos a 24 promotores, y ellos van a transmitir los conocimientos adquiridos a sus comunidades”, explica Anderson Peña, ingeniero agroecólogo del CICR. “Esta metodología funciona muy bien, porque hemos visto personas que han hecho experimentos por propia iniciativa. Hay un intercambio constante de conocimientos que los lleva a mejorar cada día sus cultivos”.

Con las podas, el control de enfermedades y la aplicación de abonos y biofertilizantes orgánicos, la producción ha aumentado. Aunque es largo el camino que falta recorrer, los pobladores están entusiasmados: han formado una asociación y muchos de los campesinos que no fueron incluidos en el proyecto ya comenzaron a sembrar cacao. En la mirada de los nuevos cacaoteros puede verse alegría y esperanza. “Ahora vivimos más tranquilos. Nuestra gente tiene pensamientos nuevos y buenos”, resume Fabio Portilla, habitante de la vereda La Unión y dueño de uno de los cultivos más prósperos de la región.


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