El Desagradecido – Parte 2

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Por : Guillermo Rivera F. –

Me animo a escribir estas notas con un solo propósito: decir que comparto integralmente la columna, incluido su titulo –el desagradecido-, que escribió mi buen amigo Jaime Erazo Villota en este portal.

Hago propicia esta oportunidad para destacar mi admiración por Jaime Erazo Villota, en especial por su pluma privilegiada que nos permite a sus lectores gozar de sus escritos y de la profundidad de sus mensajes. Me preció de haber sido beneficiario de positivos comentarios de su parte, plasmados en varios escritos, algunos publicados en está página. Recuerdo con gratitud uno en que llamaba la atención sobre la necesidad de que los Putumayenses dimensionarán mi trabajo en la perspectiva nacional en que éste se desarrollaba y no se limitaran a evaluarlo desde la particular situación de cada quien en lo local, normalmente desprendida de las limitaciones de oferta de empleo de las entidades oficiales. También recuerdo con gratitud una declaración que él ofreció a una autoridad judicial en la que destacó mi buen desempeño legislativo y cuestionó la manera temeraria, como algunos, por la vía judicial pretendían empañar.

Pero volvamos a la columna de marras para significar que desafortunadamente la cultura predominante en nuestro territorio se inclina por la concepción transaccional de la política que es lo que se conoce como el clientelismo, es decir la del intercambio de favores, que tiene dos tipos de consecuencias: la PRIMERA, bien explicada por Jaime Erazo, que consiste en que el dirigente político por el hecho de hacer algún tipo de intermediación para garantizar un determinado derecho de un ciudadano, despliega sobre éste una especie de imposición electoral a su favor y una suerte de lealtad sobre la que no cabe ningún tipo de critica o discrepancia, que en el caso en que ésta llegara a surgir sobrevienen apelativos como el “desagradecido”, para citar el ejemplo bien traído por el columnista aludido; y la SEGUNDA, que es la que yo quisiera agregar a la columna de Jaime Erazo, surge de una especie de chantaje del ciudadano hacia el dirigente político en la que éste condiciona su eventual respaldo electoral a la existencia de una intermediación efectiva de orden laboral o contractual. Me detengo en esta segunda consecuencia para subrayar que por ejemplo en el caso de los Congresistas, o de quienes aspiran a serlo,suele importar poco el numero y calidad de iniciativas legislativas que se hayan promovido o se anuncien promover porque, para varios ciudadanos, eso poco o nada importa y más bien lo que prima son las aspiraciones personales de índole laboral o contractual.


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Las dos consecuencias son reprochables, más aquellas que corresponden al dirigente político, llámese Congresista, Diputado, Gobernador o Alcalde, porque como bien lo señala Erazo Villota, su condición es más favorable desde todo punto de vista, sin embargo frente a la actitud clientelista de muchos ciudadanos habría que distinguir dos tipos: unos que por su condición de extrema pobreza solo esperan algún alivio a su situación provenga de donde provenga, caso en el cual no resultaría justo hacerles reproches éticos y si más bien reclamar del Estado, en su conjunto, mayor compromiso para garantizar, al menos, mínimos vitales; pero hay otros ciudadanos cuyo nivel intelectual y trayectoria pública les permite hacer discernimientos y valoraciones objetivas para tomar decisiones políticas, y no obstante lo anterior, algunos de quienes reúnen esas características se incomodan porque en un momento determinado no lograron hacer efectiva una aspiración laboral o contractual, y optan por alistarse en otro proyecto político, lo cual es legítimo y respetable si solo se tratara de eso, sin embargo lo que resulta deplorable es que se propongan como único objetivo destruir el proyecto en el que militaron con argumentos falaces que en la realidad esconden desencantos de aspiraciones particulares, no colectivas. “Me voy a sacar la espinita”, suelen decir algunos de ellos y esas expresiones son reveladoras de que no hay un convencimiento por las bondades colectivas del nuevo proyecto político, en cambio lo que verdaderamente alimenta su accionar es un malsano deseo de venganza política con algún dirigente en particular.

Lo escrito por Erazo Villota, y ahora por mí, no es una novedad en el Putumayo y en Colombia, es una manera de entender la política que va en contravía de lo que se conoce como la ética pública. Recuerdo mi sentimiento de frustración, aún siendo niño, al observar como varios de los otrora amigos de Armando Flórez Silva, los mismos con los que él enarboló las banderas de relevo generacional y del nuevo liberalismo en el Putumayo, en los años 80s, transitaban sin sonrojarse a las filas del oficialismo liberal atraídos por la oferta burocrática que surgía con la elección popular de Alcaldes y escribían discursos estructurales para algún candidato a Alcalde que carecía de esas habilidades. A quienes se oponían a ese régimen, que eran liberales de convicción en su mayoría, los señalaban peyorativamente como los “cívicos”. También viví como dirigente el abandono, salvo contadas excepciones como Erazo Villota, cuando un Gobernador elegido por mi partido se propuso borrarme del mapa político, y así mismo viví la llegada masiva de anteriores detractores cuando ellos advirtieron que alguna persona cercana a mí, accedía al poder.

Todos los ejemplos anteriores, resultan ser elocuentes para aseverar que la cultura predominante en el ejercicio de la política en nuestro territorio es el clientelismo y mientras este subsista las ideas sobre como encontrar soluciones a los problemas colectivos seguirán en el cuarto de atrás. Invito desde este espacio, a quienes comulgan con mis ideas y a quienes se oponen a ellas, a que hagamos en el próximo debate electoral un esfuerzo mayúsculo porque sean las ideas el vehículo para tomar las decisiones. Por fortuna, este avance maravilloso de la humanidad que es el internet, cuyo acceso hay que masificar, permite a las personas encontrar la información relevante sobre la conducta y vida pública de quienes interactuamos en la política, por lo tanto no es a través de comentarios sino de información veraz como hoy se podrían y deberían tomar las decisiones políticas.

Es un gusto contar en el Putumayo con medios de comunicación plurales como éste, y con plumas como la de Jaime Erazo Villota, quien usando un buen castellano, invita a la necesaria reflexión colectiva.


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