Como me decía mi abuelo Kuarán, “mijo las vainas que pasan en mi pueblo parece que solo nos pasan a nosotros por tenerlas bien grandes” claro el se refería a las rodilleras. Mi abuelo ya se fue hace rato y parece que hoy de pronto tengo que decirle lo mismo a mis hijos, aquellos que siendo gestantes afortunadamente no cayeron en manos de los ginecólogos de nuestro pueblo, y que gracias a Dios nacieron vivos para escucharme.
Las vainas de mi pueblo algunas causan risa, como le causa risa nuestras columnas de opinión a nuestro paisano dueño de una venta de carnes, cuyo local es fiel copia tomado del original que queda en la Avenida Colombia de nuestra ciudad, solo que pintado de otro color; situación común en esta capital de observar que si la señora del frente de la casa inventa un negocio de arepas saladas, y que gracias a su ingenio, esfuerzo mental en inventarlo y esmero en la atención le va muy bien, tenga usted la plena seguridad que a la semana siguiente ya las vecinas de al lado y muchas otras más de la cuadra aparecerán con similar negocio, pensando que allí está la mina de oro o simplemente por joderle el negocito a la que lo inventó; o sino que lo diga el inventor de los chorizos en carritos ambulantes cuya idea ya rebosa y atosiga cada esquina de Mocoa… Cierto que causa risa…?
Otras vainas de mi pueblo, en cambio causan estupor, asombro y terror como las denuncias públicas en contra de un Representante a la Cámara del Putumayo, que viene haciendo por los medios de comunicación y redes sociales un ciudadano de apellido Álvarez, y parece que nadie le pone cuidado, quien además dice tener pruebas documentales de su denuncias. En un pueblo medio civilizado las autoridades ya habrían investigado dichas denuncias para descartarlas o corroborarlas, que de por si son bastante graves y lamentables, tratándose de una persona a quien el pueblo putumayense le dio su voto de confianza para que los represente como su líder en el Congreso y ante la comunidad Nacional e Internacional. Solo falta que la valentía de este señor Álvarez- si resultaren ciertas sus denuncias – se vea sucumbida y enterrada por acción de las autoridades en contra del mismo denunciante, por ponerse a abrir la boca ante las injusticias de la justicia de nuestro pueblo; y allí si pasaríamos del estupor, el asombro y el terror, a la risa que tanto nos gusta y que nos hace olvidar nuestra triste realidad.
Las vainas de mi pueblo que causan risa también son, escuchar que en Mocoa se ha tomado la decisión de acabar con el deporte de Microfútbol, todo porque el señor Alcalde entre chanza y risa vengativa manifiesta que el presidente de la Liga de dicho deporte votó por otro candidato, por tal razón todos los niños en sus escuelas de formación, jóvenes entusiastas con ganas de ocupar su tiempo libre y muchos de ellos representar los colores de la bandera Putumayense, así como los mayores que practican este bello deporte, están condenados a cuatro años de exilio del presupuesto municipal e incluso de acercarse siquiera al edificio del gobernante.
Las vainas de mi pueblo son, ver a un Representante a la Cámara Liberal pegársele cual méndigo de votos a un gobierno departamental Conservador, hasta en los consejos comunales, e incluso tomar micrófono para alabar y rendir honores a la bandera conservadora y su gestión a favor del pueblo del Putumayo, según él. O pretender que después de doce años ostentando una curul el pueblo le crea que es el mentor y gestor del subsidio al combustible por Ley de frontera y que parece ahora por fin es una realidad gracias al gobernador; a quien le va mejor haciendo gestiones como representante que como gobernador mismo, porque una cosa es su buena voluntad, compromiso y preocupación por resolver los problemas del Putumayo a su emprendedor ritmo y otra muy distinta son los resultados de su equipo de trabajo que tienen la obligación de hacer realidad los compromisos que adquiere en sus buenos discursos, o sino que lo digan los que dizque iban a ir a una cumbre latinoamericana prometida por boca del Gobernador.
Las vainas de mi pueblo es ver la generosa, noble, altruista, dedicada y silenciosa labor que hace la Asociación de Vicentinas Voluntarias de Mocoa quienes se han hecho cargo del ancianato de esta ciudad y da gusto ver como este grupo de distinguidas señoras dedican parte de su vida al cuidado de los abuelos que por una u otra razón han tenido que llegar a ese centro de atención. Hechos misericordiosos como estos son los que nos llenan de fuerza para decir que este Putumayo puede salir adelante si la mayoría de su gente se lo propone.
Mientras tanto sigamos sentados viendo pasar las vainas de mi pueblo esperando que la realidad no vaya a superar la ficción en la que hemos decidido revalidar y reelegir cada cuatro años, al olor de un tamal o de los veinte mil pesos que vale el día de elecciones.Ω