El carro fantasma que en noviembre devolvía el Dinero Rápido Fácil y Efectivo de los inversionistas de Mocoa. Segunda Entrega

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Jaime Erazo

Presentación

La segunda entrega narra el tremendo impacto que la caída del DRFE causó en doña Clara, así como también, los violentos acontecimientos posteriores al conocimiento de la nefasta noticia, el abandono de los ahorradores por parte de algunos interesados abanderados de la pirámide, el surgimiento de la esperanza de recuperar lo invertido, la voz objetiva de su marido y la angustiosa búsqueda que doña Clara y Matilde emprenden para encontrar el carro fantasma que supuestamente devolvía el dinero invertido en la pirámide.

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El golpe que le dio la sorpresiva caída del DRFE fue duro, doña Clara casi se muere. Cuando escucho que el DRFE se había sellado por orden del gobierno de Uribe, su amado y adorado presidente, empezó a palidecer y a temblar hasta que se desplomó sobre el piso de madera produciendo un ruido estrepitoso que asusto a sus hijos quienes con la ayuda de algunos vecinos curiosos de lo que pasaba procedieron a levantarla y darle aire con un viejo aventador. Cuando volvió en sí y le pasaron un poco de agua la tomaba balbuceando las siguientes palabras:


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─ ¡No puede ser! ¡No puede ser! ─ Repetía una y otra vez y continuaba diciendo entre sollozos y alaridos ─ ¡Con tanto sacrificio que reuní esa platica para que se la vengan a robar tan miserablemente! ¡No puede ser! ─

Después de recuperarse, doña Clara se unió a otras señoras y señores del barrio que también habían metido sus ahorros y que enardecidos se dirigían a la Sede del DRFE que quedaba diagonal a la estatua del indio, en la confluencia entre la Avenida Colombia y la Avenida San Francisco. Allí se encontró con otras amigas y amigos y se sumo a los más de tres mil “inversionistas” perjudicados. Los ires, los venires, los comentarios, los lamentos y las voces de protesta no dejaron de expresarse hasta pasada las tres de la mañana del día siguiente. El pueblo de Mocoa estaba en vigilia lamentando la pérdida de su dinero

Como a eso de las once de la noche unos estudiantes incitaron a los amotinados lanzando la primera piedra que tomaron de la glorieta del indio, eso prendió la mecha, fue como echarle un fósforo prendido a la gasolina, sin saber cómo, en un instante, desde todos los lados la gente estaba tirando piedra contra la Sede del DRFE hasta que fue repelido por la policía que tuvo que usar gases lacrimógenos.

─ ¡Hijue…ladrones! ¡Devuélvanos la plata! Gritaban unos, otros, lo más osados: ¡Abajo el presidente Uribe! ─


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Hasta hacía poco, precisamente el 29 de noviembre, la misma gente había gritado vivas al DRFE durante la verbena popular que con castillo incluido se había realizado en el parque principal con motivo de los 445 años de Mocoa. Hasta el alcalde de la ciudad lanzó y pidió vivas para el DRFE, que por su color y por quienes integraban las principales gerencias y sucursales tenía visos de ser azul, se decía que era el trampolín que iban a utilizar algunos políticos locales y regionales. En esos momentos de euforia la gente no tenía recato alguno cuando comentaba que votarían por sus directivos y su representante favorito porque ellos si les estaban dando la platica pa´ la papa y otras necesidades más.

La noche de la revuelta ya no se escuchaban vivas al DRFE, los administradores y las lindas cajeras y chicas pagadas para promover al DRFE, incluido el señor alcalde y el representante favorito no se veían por ningún lado, como casi siempre, ahí estaba el pueblo, solo con su pena y su desgracia maldiciendo y profiriendo improperios y amenazas.

La aparición de los vivos y oportunistas no se dejó esperar, al otro día, como por arte de magia, los abogados y tinterillos del pueblo ya vendían formatos de denuncia y de reclamación que se conseguían por unos tantos miles en las fotocopiadoras y se vendían como pan, la gente se arremolinaba frente a la sede del DRFE, en el Parque General Santander, frente a la alcaldía municipal de Mocoa y a la Fiscalía, para firmar y anexar documentos necesarios a denuncias grupales contra el señor Carlos Suárez, gerente general de la empresa intervenida.

Como lo último que se pierde es la esperanza, los “inversionistas” convencidos por algunos reconocidos líderes de Mocoa que tenían su plata en el DRFE, en los dos días siguientes tomaron la decisión de marchar a favor del DRFE y su gerente que para ese entonces ya había volado no se sabe hacia dónde.

Pocos días después, la turba enfurecida desbordó la capacidad de control del débil comité que se había conformado y arremetió con furia inusitada contra la sede del DRFE, las sedes de EUROACCIONES y SUPERSERVI, las casas del gerente y uno de sus colaboradores. La acción de la masa fue violenta y pronto degeneró en vandalismo y pillaje: quemaron carros, motos y robaron casas y negocios.

Apenas si se reponía el pueblo de esta situación cuando surgió nuevamente la esperanza montada en un carro negro, con vidrios polarizados, en el que unos señores también vestidos de negro y transportaban la plata para devolverla a quienes habían metido sus ahorros en el DRFE. Según algunos bochincheros informantes, en noche del jueves 27 y el amanecer del 28 de noviembre, los hombres del negro vehículo les habían devuelto el 50% a varios “inversionistas”.

Los comentarios aseguraban que a la señora Cecilia Imbajóa le habían devuelto tres millones de pesos y precisamente, esa era la buena noticia que doña Amelia le quería dar a doña Clara. La alegría no se hizo esperar y como un resorte se bajó de la cama gritando:

¡Remigio! ¡Remigio! Me voy con doña Amelia, dicen que están devolviendo el 50% de la plata del DRFE. Se vistió rápidamente, se lavó la cara, se cepilló los dientes, se peino a medias, se tomo una taza de café acompañado de un pedazo de arepa que había quedado del día anterior y salió sin escuchar lo que don Remigio le decía:

─ ¡¿Vieja?! Ojo, no te creas de todo lo que te dicen. Espérate un poco no vaya a ser mentira, no vez, tanto que jodías con tu DRFE y que…¡nos quedamos mamando!─

Tampoco escucho la súplica de su hija mayor que le decía:

─Mamá, espérese ¡Como va a correr como una loca sin saber si es cierto! Deje a doña Amelia que le hace caso a todo chisme o cuento que le dicen. Hágale caso a mi papá.─

Para eso doña Clara ya estaba llegando a la casa de doña Amelia que estaba prendiendo una vieja moto Susuki a quien agitadamente saludó diciendo:

─ ¡Quibo mija¡ ─ Buenos días doña Amelia le contesto:

─ ¡Buenos días! ¿Ya estas lista?─

─ ¡Si mija! ─ Dijo doña Clara y preguntó a la vez:

─ ¿Para donde vamos? ─ Y dijo doña Amelia:

─ Para la vereda del Líbano. Dicen que están pagando allá porque la policía los está siguiendo para quitarles la plata. ─

─ ¡No jodás! Esos hijueperras no contentos con sacarse la plata ahora se quieren quedarse con esta ¡No mija! ¡Eso si que no lo vamos a permitir! Hablemos con el Comité de Paro.

─ Si mija ─ Dijo doña Amelia Vamos.

Y arrancaron con sus recibos y demás documentos soportes hacia la vereda del Líbano


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