Por: Agustín Ordoñez González –
O hablamos de política o la politiquería nos acaba.
Al promoverse las candidaturas en cada proceso electoral siempre se hace alusión a la poca o la vasta experiencia de los candidatos que aspiran a cada una de las corporaciones públicas en disputa.
Cuando de política y administración se trata, la experiencia cobra especial significado y relevancia. Pero en estos dos campos, el de la Política y el de la Administración, que están estrechamente relacionados entre sí, considero que es muy necesario e importante analizar varios tipos de experiencias: 1. La experiencia de los candidatos. 2. La experiencia de los electores. 3. Las experiencias buenas 4. Las experiencias malas.
La experiencia de los candidatos se refiere lógicamente a revisar si han desempeñado cargos o no, o si ya han pasado por el cargo para el cual se postulan. Cuando los candidatos quieren llegar nuevamente a un cargo por el cual ya pasaron, convierten dicha experiencia en su bandera de campaña y quieren convencer a los electores de que ellos son los más indicados por que ya conocen el cargo.
Viene ahora la experiencia de los electores. Me refiero a la experiencia electoral de los que votan, quienes con sus decisiones, equivocadas o acertadas, son quienes finalmente han decidido y decidirán quien los ha gobernado y los gobernará (“o desgobernará”).
Los electores, desde su propia experiencia electoral, acumulada a través de años y de contiendas políticas, serán los encargados de decidir y definir si la experiencia de los candidatos, cuando pasaron por lo cargos, fue buena o mala. Actualmente muy poco y muy pocos piensan en la experiencia de los electores.
Como estrategia política, en época electoral se explota mucho la experiencia de los candidatos y se pisotea la de los electores, porque se asume que ni siquiera a los propios electores les importa. Parece que lo único que cuenta es haber desempeñado el cargo, sin importar como se haya hecho.
Hablando en términos generales, no hace falta saber mucho sobre política o sobre administración para darnos cuenta que las experiencias de los putumayenses no han sido buenas. ¿O no es así? Basta con mirar a nuestro alrededor o para no ir muy lejos, mirar lo que ha pasado en nuestro departamento en los últimos diez años.
Si hay una región en la cual, hoy más que nunca, la experiencia de los electores, no la de los candidatos, juega su papel más importante, es en el Putumayo. La experiencia de los electores en este departamento debe decidir si las experiencias pasadas han sido buenas o malas y si es bueno repetirlas o no.
Si por alguna situación nuestra propia experiencia electoral no nos ayuda mucho para decidir por quién votar, que por lo menos nos sirva para saber por quien no votar. Con ello habremos dado un paso muy importante para mejorar nuestro departamento y tener tranquiliza nuestra conciencia.
En este departamento y en este momento, los electores putumayenses deben rebuscar en su propia experiencia y hacer uso de ella. El trago que hemos bebido en el Putumayo en los últimos tiempos ha sido muy amargo, como para permitir que nos sirvan del mismo vino o vinagre y en la misma copa.