En la última semana del mes de Septiembre de 2010, muchos moradores de la vereda Agua Negra II en el municipio de Puerto Asís se sorprendieron cuando inesperadamente a su escuela llegó una volqueta a depositar un material de construcción que lo regaron junto a la placa de cemento que hace las veces de polideportivo.
La sorpresa no era para menos: en lo que a la escuela respecta, el censo estudiantil que hace un par de años estuvo en más de 40 alumnos ahora alberga menos de 10 niños. Consecuentemente algo parecido ocurrió con el censo poblacional de la vereda -hoy no pasa de 12 familias- que aún en sus mejores épocas siempre le dio un uso muy secundario a dicho polideportivo.
A un costado se ubican los dos salones de clase y al otro una pequeña construcción que hace las veces de caseta comunal, esta última más frecuentada para todo tipo de reuniones.
El proceso socioeconómico complejo y doloroso que el Putumayo cargó sobre sus espaldas durante estos últimos 30 años le enseñó a la gente que entre menos pregunte, mejor le va. Y esta es la razón por la cual pocos, muy pocos, preguntaron a qué se debía este movimiento inusual de material de construcción como inusual era la presencia de quien se presentó como ingeniero enviado por la Alcaldía Municipal de Puerto Asís para acometer una obra civil. Solamente una persona, mujer para más señas, se atrevió tímidamente a indagar sobre tan extraña presencia de la que pocos en la zona conocían. Su curiosidad era apena natural: en el tiempo que las necesidades abundaban, sólo uno que otro administrador le prestó atención a las periódicas solicitudes de la escuela, y ahora como por arte de magia, sin que nadie lo solicitara y evidentemente nadie lo necesitara, se aparecía un contratista que más tarde confesó, la administración municipal lo enviaba con un contrato en su maletín dado que “necesitaban” gastar urgentemente 20 millones de pesos. Tal era el valor del contrato según versión del recién llegado.
El señor ingeniero, en cuestión de 8 días terminó de construir 2 hileras de graderías que nadie las solicitó, nadie las necesita, se embolsó unos cuantos millones de pesos y lo más preocupante, la lección que nos lega: a nadie en esta vereda le interesa saber qué destino tiene su propio dinero que en forma de impuestos le aporta al Estado.
De todas formas la situación llegó a oídos de la gente que todos los días religiosamente se toman un tinto en las cafeterías que se ubican en los alrededores de la Alcaldía, fue el tema del día en su momento y la discusión se liquidó cuando uno de los contertulios espontáneamente opinó: “lo que pasa”, dijo, “es que a veces la gente no entiende la eficiencia de un Alcalde, que antes que la gente pida, el se les adelanta porque le gusta ir adelantico, adelantico… “
Muchas personas nos vimos obligadas a concluir que el término eficiencia, en lo que a la administración pública respecta, es un término de connotación relativa pues depende definitivamente de la óptica desde la cual se escudriñen las cosas. Me pregunté si no es el mismo caso del dilema del vaso con agua a medio llenar, que para unos está medio lleno y para otros medio vacío. Todo depende…
Ahora los parroquianos de la vereda Agua Negra II esperan pacientemente la repoblación estudiantil de la escuela y la reconstrucción de las losas del polideportivo para poder darle buen uso a las graderías que tan “eficientemente” construyó la administración municipal.