La utopía putumayense escrita por un “paisano” en semana.com
“El progreso es un hecho para los pueblos que saben que la vida es sagrada, ese es un mandato que nosotros hemos creído desde hace miles de años”
Todo empezó con DMG, la pirámide fraudulenta que nació en La Hormiga. El presidente Uribe, tocado en su ego paterno, intervino la empresa que estaba al borde del colapso. En cuestión de horas la estantería financiera se derrumbo y la mayoría de aportantes quebró. En Putumayo la pobreza volvió a ser el pan de cada día. Por un breve periodo esa región cocalera del suroriente del país había vivido una autentica bonanza económica hasta el punto que la mayoría había dejado de sembrar coca, lo único que los mantenía a flote. Con la muerte de DMG vino de nuevo el hambre, los narcos y la guerrilla.
En las elecciones presidenciales del 2010, el pupilo de Uribe fue derrotado en la región por un profesor que pocos comprendían; tenían el propósito de derrotar al causante de su pobreza. Las comunidades indígenas se unieron a la causa y como nunca antes hubo un acuerdo en común. El departamento permaneció verde en un mapa general pintado del naranja uribista. Pronto, voluntarios calificados y votantes verdes de todo el país llegaron a Putumayo. Con ellos llegó la cultura, la educación y la formación política. Misiones educativas y centros culturales se formaron en los principales municipios. “Suagua Inga” ganó las elecciones a gobernador en el 2011, único gobernador indígena del país logró convencer al presidente Santos de que parara las fumigaciones en la zona. Fumigaciones que habían acabado con gran parte de la tierra cultivable, causando un importante desequilibrio alimentario. En reemplazo se volvió a cultivos tradicionales plátano, arroz, se fortaleció la explotación petrolera y lo más importante, una población educada dentro del marco de lo legal, decidió excluir el narcotráfico. Los únicos cultivos de coca que quedaron en Putumayo fueron los de los resguardos indígenas, cultivos milenarios. La presión militar y el rechazo social condenaron a las FARC y los Narcos a la oscuridad profunda de la selva, donde agonizarían lentamente.
El gobierno de Suaga Inga le dio valor sagrado a los recursos públicos. La corrupción no fue más un problema y la plata se invirtió en hospitales, escuelas, carreteras y una importante infraestructura que potenció el turismo. Miles de turistas extranjeros llegaron a Putumayo, la puerta del Amazonas, a nadar con los delfines rozados, a navegar por las aguas caudalosas del río Caquetá o a oír los cantos de los papagayos desde un barco de camarotes que se mueve pesadamente bordeando la selva. El valor de la vida fue entendido por todos y los homicidios se redujeron a los niveles más bajos por cien habitantes en el país. La atmósfera de paz trajo más y más votantes verdes calificados de las grandes urbes del país a formar comunidades de intercambio cultural y divulgación de conocimiento que, junto al boom turístico, jalonaron el desarrollo hasta niveles muy por encima del promedio.
Suaga Inga viaja hoy a Puerto Asís a inaugurar el más moderno puerto fluvial del país, un importante puente de reconciliación con el Ecuador. Tiene la mirada enérgica de alguien que apenas empieza a trabajar: “El progreso es un hecho para los pueblos que saben que la vida es sagrada, ese es un mandato que nosotros hemos creído desde hace miles de años” Dice mientras camina tranquilo en medio de la multitud. Su sombra se proyecta sobre las aguas calmas y naranjas del Río Putumayo.
Tomado de comunidades semana.com (Junio 23-2010)
Autor: David López.