Caminé por las calles de Siberia, inspección del municipio de Orito; encontré gente amable, alegre, emprendedora, seria y sobre todo esperanzada en un mejor mañana, donde sus dificultades sean paleadas, aunque a mi juicio hay necesidades prioritarias verdaderamente desgarradoras que hacen la diferencia; una de ellas son las precarias condiciones del internado escolar.
En ese periplo por el bajo Putumayo que nos llevo a visitar los municipios de San Miguel, Valle del Guamuez y Orito, en compañía de personalidades políticas del departamento sucedieron varias cosas de singular significación; quiero resaltar en todos ellos la amabilidad de sus gentes, la alegría con que fuimos recibidos, lo hospitalarios que son, y esa sonrisa que nunca nos negaron aun cuando las adversidades se ven de lejos y casi que los tocan a todos. A ellos mi saludo afectuoso.
Vi también en el trayecto de la Hormiga a Orito las ruinas de un pasado nefasto para el departamento, otrora eran las casas –casi mansiones- de la opulencia que dieron los cultivos ilícitos, lugares donde seguramente se derrocharon sin medida los dineros malignos del narcotráfico que tanto daño le han hecho a mi departamento y al país entero; ese dinero, como lo observo, ha sido el insumo perverso de donde se nutre el conflicto de este país; ya en lo local, el daño es incalculable, las mafias socavaron los valores de nuestra sociedad, impusieron en su momento la cultura del menor esfuerzo y de los dineros fáciles que todavía sobrevive insípidamente en la juventud; redujeron casi que a la mínima expresión el valor y respeto fundamental a la vida de la cual disponían caprichosamente; a la postre terminaron permeando de corrupción todo el establecimiento con las evidentes consecuencias. Por fortuna tenemos las ruinas que nos recuerdan aquellos tiempos que nunca debieron suceder y que espero no se repitan jamás.
Luego de un caluroso saludo a la comunidad de Siberia fuimos cordialmente invitados por la “profe” responsable del lugar, a visitar el Internado Escolar Femenino; antes, en la asamblea, lo habían mencionado, manifestaban que necesitaban para él esto, aquel, aquello y aquello, pero déjenme decirles que lo pedido no fue nada en comparación a lo que verdaderamente necesita esa institución que es todo. La casa donde funciona -prestada por supuesto y siendo generosos con lo de casa- es de bahareque la fachada; las divisiones son de madera rustica sin pintura, las que hacen cuatro habitaciones tres de ellas dedicadas a dormitorios atiborrados de camarotes donde duermen en cada piso, en el mejor de los casos, dos de ellas, si son grandecitas, y de a tres, si son pequeñitas; gozan de una sala de televisión compartida con más dormitorios separados por la privacidad que da una sabana traslucida de buenos años de uso, el piso es rustico de cemento agrietado en su totalidad, menos el trayecto al único baño a donde hay que desplazarse pasando veinte metros por un sendero fangoso que abona la lluvia que cae, pues el zinc no alcanzo para techar hasta allá. El hacinamiento es tal que, aunque es un internado escolar paradójicamente las niñas que lo habitan no gozan de un escritorio donde hacer sus labores académicas básicas, no porque no lo puedan construir, sino porque físicamente no hay donde acomodarlo. Observé las caras esperanzadas de las niñas que saludaron a la visita, confieso que tengo el recuerdo vivo de la situación.
Antes una reflexión, vino a mi memoria mis años de bachillerato en el glorioso Colegio Nacional Pio XII de Mocoa, de donde me gradué en el 92, debo decir sin lugar a dudas que fui un afortunado respecto a la calidad que rodeaba la educación que recibí en esa época en comparación a la de aquellas niñas, lo que termina reafirmando aquello de que la deuda social en términos de inversión en educción que existe entre los cascos urbanos del departamento frente a las comunidades rurales es grandísima y dependerá de la firme convicción de nuestros dirigentes acortarla privilegiando recursos para el sector rural.
Se madura una idea al respecto que nació de una inteligencia diferente, de la cual, cuando se consolide, seguramente la hare, o la harán saber. Por lo demás, anticipo mi apoyo incondicional e irrestricto a toda causa que pretenda mejorar las difíciles condiciones actuales de todos los internados del Putumayo.
LUIS FABIAN GETIAL CHAVES.
Ingeniero y Abogado Especialista en Derecho Público Especialista en Gerencia de Gobierno y Gestión Pública