Los 10 paraísos colombianos para observar aves

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En la esquina más singular del trópico, atravesada por múltiples accidentes geográficos, climas y feraces ambientes, hay un territorio de la mayor exuberancia biológica del planeta: Colombia. Lo paradójico es que esa biodiversidad, el mayor patrimonio del país, es aún uno de los secretos mejor guardados para los colombianos.

Aunque tal secreto está en mora de revelarse, ya hay indicios contundentes: los colombianos ostentamos los récords en riqueza de aves con cerca de 1.900 especies, y en el mayor número de aves observadas en un mismo día. El pasado 13 de mayo de 2017, bandadas de observadores y naturalistas reportaron en todo el país 1.486 especies, es decir, avistaron el 15 % de todas las aves del mundo en tan solo 24 horas.

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Si usted quisiera sumarse a este grupo de apasionados observadores, le recomendamos diez regiones colombianas que por sus paisajes, accesibilidad e infraestructura instalada puede visitar para disfrutar de los colores, formas y sonidos de las bellas aves colombianas. ¡Vamos a pajarear!

1. Sierra Nevada de Santa Marta: todo en uno

Desde la línea costera hasta el glaciar, la majestuosa Sierra alberga, quizá, la avifauna más singular de Colombia y de las más peculiares de todo el mundo. La variedad de hábitats y el gradiente de pisos térmicos incluyen desde bosque seco en sus cálidas estribaciones y bosques de niebla, hasta fríos páramos y glaciares.

Para más de 25 especies la Sierra es su única casa; en este grupo pueden encontrarse el colibrí (Anthocephala floriceps), el cucarachero (Troglodytes monticola) y el periquito (Pyrrhura viridicata).


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En el departamento del Magdalena se puede visitar el Parque Nacional Natural (PNN) Tayrona, el piedemonte en Minca y subir hasta los bosques nublados de la Cuchilla de San Lorenzo.  También el Cesar es parada obligatoria para recorrer el ecoparque Los Besotes.

Para observar aves de humedales costeros recomendamos visitar el PNN vía Parque Isla de Salamanca (Magdalena) y aunque no está específicamente en esta zona no puede perderse el Santuario de Fauna y Flora (SFF) Los Flamencos (La Guajira), sitios repletos de patos silvestres y aves playeras migratorias entre noviembre y marzo.

2. Alto Putumayo y bota caucana: zona roja de diversidad de aves

La selva amazónica se amalgama con los bosques montanos de los Andes bajo un tapete de nubes en el sur de Colombia. El resultado: una de las avifaunas más ricas en especies y sorpresas del mundo.

Como tantísimas especies parecen apiñarse desde la selva hasta el páramo, la reducción del conflicto armado ha catapultado la región como uno de los destinos más codiciados en Colombia para quienes buscan avistar cientos de aves en pocos días.

Como si esto fuera poco, ornitólogos han hallado en esta esquina de Colombia numerosas especies conocidas antes solo en Ecuador o Perú. Entre las aves más buscadas están el jacamar (Galbula pastazae), las cotingas (Pipreola chlorolepidotaSnowornis subalaris, y Doliornis remseni) y otras más recientes en la lista colombiana como la perdiz (Odontophorus speciosus) y el carpintero (Celeus spectabilis).

Desde Florencia (Caquetá) se pueden visitar la vía antigua al Huila, el Mirador de Los Tucanes y la Reserva Posada de los Andakíes. Teniendo como base Mocoa, puede accederse a numerosos sitios de paisajes alucinantes y variados ambientes que incluyen el PNN Serranía de los Churumbelos, Piamonte, El Fin del Mundo, Filo del Hambre, Valle del Sibundoy y alrededores, y la reserva La Isla Escondida en Orito. El turismo de naturaleza puede ayudar a reconstruir Mocoa y a toda la región del alto Putumayo tras las catástrofes recientes y la violencia.

3. Amazonia extrema: El Escudo Guayanés colombiano

El desconocido extremo oriental de Colombia es tan apartado como fascinante. La exuberancia amazónica se expresa en todo su esplendor en la región del llamado Escudo Guayanés,  principalmente en selvas inundables de tierra firme y varillales (bosques enanos en suelos de arenas blancas).

Cada uno de estos hábitats cuenta con sus aves especialistas, o aquellas que no usan otro tipo de vegetación o ambiente. En ningún otro lugar de Colombia los ornitólogos se enfrentan al reto de identificar y apreciar los detalles de varias decenas de pájaros hormigueros, hojarasqueros, y atrapamoscas.

Entre las aves más buscadas están el bobito (Notharchus ordii), los hormigueros (Aprositornis disjuncta y Rhegmatorhina cristata), el hojarasquero (Tripophaga cherriei), las cotingas (Xipholena punicea y Perissocephalus tricolor) y la urraca (Cyanocorax heilprini).

Visitar algunos de los numerosos sitios en los alrededores de Mitú (Ceima-Cachivera, Urania, Mitú-Cachivera, Pueblo Nuevo, Casamáquina) o de Inírida (Caño Vitina, Sabanitas, Cerros de Mavecure) permite al observador deleitar sus ojos con aves, otros animales y paisajes sin igual.

4. Chocó y piedemonte andino-pacífico: lluvia de aves

En el extremo opuesto del país, el complejo de la Serranía del Baudó y la cordillera Occidental atrapa toda la humedad del océano Pacífico y la descarga sobre la selva de llanuras y piedemonte para formar la selva lluviosa tropical por excelencia.

El llamado Chocó biogeográfico (desde Darién hasta Nariño) también se fusiona gradualmente con la cordillera andina, creando un estrepitoso gradiente de alta diversidad desde la “tierra caliente” hasta la “tierra fría”.

En lugares paradisíacos como Anchicayá en el Valle del Cauca, ornitólogos y turistas pueden disfrutar de aves tan raras como el corbatudo (Cephalopterus penduliger) y el correcaminos (Neomorphus radiolosus), también de bandadas mixtas de tangaritas multicolores.

Hacia el litoral se encuentra El Cantil en el Golfo de Tribugá, el PNN Utría, El Almejal en Bahía Solano, y en las riberas del Atrato podrían hallarse otras joyas chocoanas como la cotinga (Carpodectes hopkei), el bobito (Bucco noanamae) y el águila arpía (Harpia harpyja).

No se puede dejar de recomendar los manglares y playas del PNN Sanquianga que son hábitats de congregación de aves playeras migratorias, un bello reto hasta para los más expertos.

5. Cordillera Occidental: megadiversidad en los bosques de niebla

Montaña arriba, hacia la cordillera, la neblina y la humedad hacen de los troncos un jardín de orquídeas, musgos y bromelias. La cordillera Occidental es un místico paraíso de observación de aves.

En estos bosques pueden verse bandadas de varias decenas de uno de los loros más apreciados del mundo: el orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis), así como especies descubiertas en años recientes por ornitólogos: el tapaculo (Scytalopus alvarezlopezi) y el tororoi de Urrao (Grallaria urraoensis).

Las aves endémicas de Colombia, como el cacique (Hypopyrrhus pyrohypogaster) y las bangsias (Bangsia aureocincta y B. melanochlamys) son algunas de las más buscadas por propios y extraños en esta región.

A lo largo de la cordillera se pueden visitar sitios como el Alto de Ventanas entre Jardín y Riosucio, y el Páramo del Sol en Urrao, así como los bosques del maravilloso PNN Tatamá y sus alrededores como el Cerro Montezuma, Apía y Mistrató.

El Alto Galápagos y el cerro El Inglés en El Cairo, numerosas localidades del PNN Farallones de Cali como El Danubio, y el Kilómetro 18 complementan la oferta en el Valle del Cauca, sin olvidarnos de La Planada (Nariño), un lugar maravilloso para la investigación y el aviturismo que posee especies que no se encuentran fácilmente en otros departamentos.

6. Los valles y las vertientes interandinas: la mezcla ideal

El paisaje y la biodiversidad colombiana no serían tan extravagantes de no ser por nuestras tres cordilleras peninsulares con sus piedemontes y profundos valles, tanto húmedos como secos, a lo largo de los ríos Magdalena, Cauca, Patía y Chicamocha, entre otros.

La cuenca del río Magdalena tiene varias de las aves más recurrentes en la lista de deseos de pajareros locales y extranjeros, como el paujil (Crax alberti), la torcaza tolimense (Leptotila conoveri), el torito (Capito hypoleucus) y la dacnis (Dacnis hartlaubi).

Varias de las mayores rarezas colombianas están confinadas a los relictos de bosque húmedo premontano del nordeste antioqueño, como lo es el arriero (Lipaugus weberi). El potencial para el aviturismo es enorme en los cañones secos de los ríos Suárez y Chicamocha por la presencia del cucaracherito (Thryophilus nicefori); en el río Cauca por la mirla tavo (Turdus grayi ssp.), el carpinterito (Picumnus granadensis) y el cucarachero paisa (Thryophilus sernai); y en el alto río Patía por el carpintero (Veniliornis callonotus) y el gorrión (Ammodramus savannarum).

Entre los mejores sitios para encontrar estas joyas colombianas están el cañón del Río Claro, Bolombolo, Anorí y Amalfi (Antioquia), el cañón del Combeima (Tolima), las lagunas de Pedro Palo y Tabacal (Cundinamarca), la Tatacoa (Huila), la Serranía de las Quinchas (Boyacá), así como Barichara, San Gil y San Vicente de Chucurí (Santander), la laguna de Sonso (Valle del Cauca) y el río Patía (Cauca).

7. Orinoquia: sabanas, morichales y selvas de galería

Aunque la inmensa llanura de sabanas extendidas al oriente del país pudiera parecer menos compleja que otras zonas de selva, en verdad se trata de una intrincada red de lagunas y áreas inundables, bosques de galería a lo largo de los cauces de los ríos y caños, matas de monte y de palmas moriche, y planicies con diferentes suelos y coberturas de vegetación.

En los llanos es posible encontrar aves acuáticas congregadas por millares, creando un abanico de formas y colores con corocoras (Eudocimus ruber), gansos (Oressochen jubatus) y garzones (Jabiru mycteria).

En zonas de sabanas con arbustos y pastizales naturales altos, pajaritos como los atrapamoscas (Polystictus pectoralis y Phelpsia inornata) hacen parte de la lista de ensueño de quienes van a pajarear a esta región.

En bosques de galería, indiscutiblemente, el premio máximo es encontrarse con una pareja del esquivo paujil (Mitu tomentosum), el cual al atardecer suele asomarse a las playas de los caños.

Las opciones para visitar los llanos son tan variopintas como sus aves: desde zonas rurales cerca de Villavicencio y Yopal, en el llano cercano, las reservas Mururito (Meta) y el Hato La Aurora (Casanare), hasta el llano profundo de los alrededores de la ciudad de Arauca y el majestuoso PNN El Tuparro en Vichada.

8. Cordillera Central: volcanes y páramos

Al norte del Macizo Colombiano, esta cadena montañosa domina el paisaje del centro del país con sus imponentes volcanes y nevados, bosques altoandinos y frágiles complejos de páramos de sus cumbres.

Numerosas aves endémicas de esta cordillera son el objetivo de observadores aventureros de las altas montañas. En las flores de los páramos del PNN Los Nevados es posible observar al emblemático colibrí (Oxypogon stubelli) junto a bandadas del bullicioso periquito paramuno (Bolborhynchus ferrugineifrons).

El monte y la niebla dan hogar a especies tan singulares como el lorito (Hapalopsittaca fuertesi) y aves tan misteriosas y carismáticas como los tororoi de los géneros Grallaria (G. alleni, G. milleri y G. rufocinerea) y Grallaricula (G. lineifrons y G. cucullata).

Para avistar estas y muchísimas otras aves maravillosas, basta con visitar la reserva Río Blanco (Manizales), el PNN Los Nevados, el SFF Otún-Quimbaya (Risaralda), Tochecito, Murillo y la parte alta de la cuenca del río Combeima (Tolima), y el PNN Puracé (Cauca).

9. Cordillera Oriental: humedales, altiplano, páramos y piedemonte

La larga cordillera Oriental cubre una gran cantidad de hábitats, regiones y elevaciones por lo cual las opciones para observar aves son amplias. Desde las nieves perpetuas del Cocuy y los páramos a lo largo de esta cadena montañosa, escurre el agua que permite la vida y la subsistencia más abajo en bosques de niebla, robledales y humedales del altiplano.

Entre las más buscadas, están las ruidosas perdices (Odontophorus strophium), así como los vistosos colibríes Coeligena (C. helianthea, C. bonapartei, y C. prunellei); los loritos (Touit stictopterus y Pyrrhura calliptera) no se quedan atrás, mientras que otros endémicos como el cucarachero (Cistothorus apolinari), la tingua (Rallus semiplumbeus), el chango (Macroagelaius subalaris), o el tororoi (Grallaria kaestneri) son esos pajaritos “impajaritables” de esta región. Más al norte, la Serranía de Perijá exhibe sus peculiaridades que compartimos con Venezuela como el colibrí (Metallura iracunda) y el hojarasquero (Asthenes perijana).

Son tantos los sitios donde pueden observarse aves en esta cordillera que acá nombramos solo los más representativos. En la sabana de Bogotá es posible disfrutar de los humedales, pastizales y relictos de bosque de la reserva Thomas van der Hammen, y de La Florida y La Conejera.

Los bosques de la vía Monterredondo-El Calvario son imperdibles, así como los páramos y matorrales altoandinos de los PNN Chingaza y Sumapaz. Los robledales y bosques de los alrededores del SFF Guanentá-Alto Río Fonce en Santander requieren de mayor preparación para visitarlos, pero son espectaculares.

En Boyacá, los alrededores de las lagunas de Tota y Sochagota, el SFF Iguaque y los bosques de Santa María y Soatá son otras localidades bien apetecidas por profesionales y amateurs. Las especialidades de la Serranía del Perijá se pueden encontrar con cierta facilidad arriba de Codazzi y Manaure (Cesar), un destino cada vez más popular.

9. San Andrés y Providencia: aves, playa, brisa y mar

El archipiélago de San Andrés y Providencia es uno de los principales destinos turísticos colombianos por sus playas, su mar y cultura raizal caribeña. Lo que pocos saben es que en estas islas habitan varias especies residentes de gran interés, y que allí hace parada un alto número de aves migratorias norteamericanas en su devenir estacional.

Las aves más buscadas en estas islas son los verderones (Vireo caribaeusen San Andrés, y Vireo crassirostris en Providencia). Es aturdidor pensar que la subsistencia de un pajarito diminuto como el Vireo caribeus esté confinada a una isla tan pequeña y remota como San Andrés.

En ninguna otra parte del territorio nacional es posible ver especies antillanas como la paloma (Leptotila jamaicensis), el atrapamoscas (Elaenia martinica) o el turpial (Icterus leucopteryx). También es importante disfrutar del placer y el espectáculo de las aves marinas y pelágicas, además de la congregación de pequeñas aves migratorias cada año entre septiembre y noviembre, pues dichas islas reciben miles de estas aves, de muchas especies, que hacen una parada para recargar energías antes de continuar su largo vuelo sobre el mar.

Más allá de las especies que pueden verse en las playas, para observar aves en San Andrés se recomienda realizar una caminata hasta la laguna Big Pond, mientras que en Providencia se puede ascender a The Peak y a la represa de Fresh Water Bay, o visitar las áreas de manglares del PNN Old Providence McBean Lagoon.

Autores de los textos: Andrés Cuervo (Instituto Humboldt)Fernando Ayerbe-Quiñones (WCS), Diego Calderón Franco (COLOMBIA Birding) y Daniel Uribe (Birding Tours Colombia)

Fotografías: Fernando Ayerbe-Quiñones, Diego Calderón, Daniel Uribe, Jurgen Beckers, Rodrigo Gaviria, Guillermo Gómez, Juan David Ramírez, Luis Eduardo Ureña y Felipe Villegas.

Fuente : Semana


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