Luis Gabriel Coral, relatos de la tierra del tucán

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Cada mañana se levanta antes de que el primer gallo cante, antes de que la luna concluya su visita, y antes de que el sol si quiera haya decidido salir. Son cerca de las cuatro de la mañana, pero eso no lo sabe él. Su tiempo lo trazan los guacos presagiando la lluvia, o una que otra garcilla bueyera acicalándose en los espejos de agua.

Toma sus anzuelos de esperanza, el cebo que dejó listo la noche anterior, y se viste con su atarraya. Se santigua, asegura su escapulario, bebe un sorbo de café y carga su potrillo de ilusiones. El mismo que le ha acompañado en sus 25 años de pesca en el río Putumayo.

Don Pedrito Sánchez parte antes del amanecer, río abajo sale remando estrellas.  Buscando bocachico, bugeos y hüios, o alguna luna de plata que se deje seducir. No le acompañan más que los espantos y ahogados que narra en sus historias, y las catalinas y sardinitas que de cuando en vez, se dejan ver.


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“Bocachico y pintadillo, recién cogido del rio”, cada mañana grita Don Pedrito y su voz se opaca tan solo por pericos, loros y cotorras. Pasan y saludan, se retiran en bandada y enarbolan su esplendor como tomando distancia del paraíso del tucán. El campanario de aromas en flor le anuncia el cierre del día y a paso lento regresa con el sol como su carga.

Guarda con cierto recelo, el morral de sus recuerdos. Bebe de la misma taza de café, esta vez llena nada más que de nostalgia. Arropa sus memorias de la jornada, deja sus ideas reposar en el sombrero y recuesta sus anhelos en el poncho. Se despoja de sus alpargatas y entrega su fatiga a la noche. El vaivén del río le mece cada suspiro y poco a poco se va quedando dormido. Y así poco a poco concluyó su vida don Pedrito, la vida que nunca alcanza.

Fuente : RadioNacional


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