Kehyclinn

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La Patrullera de la Policía Nacional de Colombia Kehyclinn Alejandra Gutiérrez Cabrera, oriunda de Mocoa Putumayo, con una sonrisa responde a la pregunta obligada en toda conversación, el porqué de su primer nombre, – “Mi madre miró una película extranjera, le gusto y de ahí su origen”. Su esposo el también Patrullero Edinson Garnica, la observa y conocedor de los gestos de su cónyuge entiende que su alegría tomará otro rumbo. Kehyclinn relatará un capítulo especial de sus vidas, la forma en que a las tres de la tarde del 04 de abril de 2017, cambio su tristeza por un valor excepcional que solo los mejores soldados tienen: Vocación.

El 01 de abril de 2017, solo horas después de la mayor tragedia registrada en la capital del Putumayo, Kehyclinn y su esposo decidieron transportar a su pequeña niña Saray Aanisa de tres meses de nacida con destino a la ciudad de Cúcuta Norte de Santander en vuelo de apoyo de la Fuerza Aérea, fue una decisión muy difícil, la situación sanitaria y el servicio de salud estaba en un colapso de cataclismo. Cada momento que se acercaban a su destino era tiempo a la hora cero de la despedida; de Bogotá tomarían un vuelo a Cúcuta, donde dejaría a su pequeña niña en el hogar de sus abuelos; la avalancha seguía surcando las vidas de las personas de Mocoa. Kehyclinn con lágrimas en sus ojos regresaba a su tierra natal, el servicio activo y su vocación la llamaban a laborar; los intrincados hilos dela vida se confabulaban para que la fe y esperanza en la humanidad se renovaran en nivel con precedentes históricos.

Kehyclinn en su lugar de trabajo, no dejaba de pensar en su pequeña hija, a punto de llanto levantó su mirada y con voz quebrada pero firme, solicitó a su jefe autorización para buscar un infante que necesitara ser alimentado, la respuesta fue positiva y en compañía de su esposo salieron a un rumbo que los llevaría a confrontar una ciudad caótica, llena de colores grises, saturada de bullicio de sirenas de ambulancias que maniobraban entre escombros para llevar heridos a un hospital atiborrado tanto de personas como de necesidades logísticas.

Era un día oscuro, recorriendo el centro hospitalario transcurridas casi dos horas y ante la negativa de encontrar un infante, cansados y con decisión firme de seguir la misión, por situaciones que solo Dios podrá explicar, dispusieron transitar por el punto de partida, y ahí, frente a las instalaciones Policiales observaron un hombre que sostenía en sus brazos un bebe, se trataba de un niño de cuatro días de nacido;su padre en total panorama de desconsuelo, extenuado, incrédulo escuchaba el ofrecimiento que le hacían a unísono los policiales: – alimentar su hijo. Su semblante expresó un alivio sin muecas, sin gestos, sin sonrisa, sin palabras, solamente un guiño perceptible por los tres padres inexpertos fue el comienzo al fin de una odisea: Kehyclinn había logrado encontrar el origen de un ruego.


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El bebe de tan solo cuatro días, había nacido el 01 de Abril de 2017, el mismo que Kehyclinn decidiera llevar a su hija a sus abuelos paternos para brindarle mayor bienestar. La madre de aquel infante, tan joven como su padre, “su edad oscilaba entre los 18 años” había de ser diagnosticada de  eclampsia. Lo prescrito, obligó a los galenos a remitirla de urgencia a la ciudad de Pasto Nariño, por la complejidad, tratamiento y estado de salud. Madre e hijo tan cerca durante nueve meses y ahora tan lejos, una situación difícil que demostraría que un poco de amor, un acto de bondad y la entrega desinteresada también pueden transformar el mundo.

Una humilde construcción en madera y alquilada, en uno de los barrios que desaparecieron a consecuencia de la avalancha, vivía aquel hombre que en cuestión de segundos debía escoger entre la ayuda ofrecida o perder su sitio del lugar donde se encontraba desde varias horas para obtener víveres que solventaran su situación de total necesidad, lo cual se resolvió favorablemente cuando en un espacio improvisado en la vivienda del comandante del departamento de Policía, llevaron su pequeño niño para ser alimentado por Kehyclinn, antes debió ser llevado para atención medica debido a que se observó un golpe en su frágil cabeza; una vez tratado, fue lactado y su apego a su nodriza providencial fue tal, que merendó hasta quedar en un profundo sueño, su carita reflejaba un inspirador ánimo a seguir luchando contra las adversidades, despertó un coraje renovador y contagioso que se sintió en toda la habitación, era el aire perfumado de la esperanza.

Tiempo después, los padres del aquel infante auxiliado por Kehyclinn, por fin juntos, lo contemplaron nítidamente y comprendieron que su batalla apenas comenzaba, habían perdido todo lo material, pero al sostenerlo en sus brazos una sonrisa de confianza se dibujó en sus rostros, sintieron todo el amor de padres, se sintieron afortunados, estaban nuevamente juntos, lo más difícil lo habían superado, salieron del centro hospitalario y se alejaron caminando como tres heroicos soldados armados con un nuevo sentimiento: – fe y esperanza; dejaron de lado sus lágrimas, dejaron en el desván del pasado sus tristezas, se equiparon de tenacidad, desecharon sus dudas, se dirigían a las puertas de un nuevo capítulo en su vida: seguir siendo una hermosa familia feliz.

Kehyclinn evoca su actuación como un episodio voluntario y por vocación, recuerda alimentar tres infantes más e inmediatamente se torna melancólica al recordar su hija ausente a más de mil doscientos kilómetros de distancia. La profesión de Policía no da tiempo al orgullo, simplemente se trata del deber cumplido. Suspira y como tratando de poner un punto final al relato, de pie, con sus manos alisa el uniforme, sonríe tenuemente y al despedirse, la marcialidad de sus prendas no oculta su enorme disposición policial.


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Así, sin público, sin aplausos, sin confetis, un sencillo acto de amor silencioso, se escuchó tan fuerte que  medios de comunicación regionales, nacionales e internacionales desplazaron toda su logística para su divulgación, lo destacaron como un acto sobresaliente. Los suspiros profundos y entrecortados fueron comunes ante la visualización de las notas periodísticas. Los padres observaron sus hijos y no resistieron su deseo de abrazarlos y sentir su aroma angelical, fue uno de esos momentos donde el mundo se paralizó ante un sentimiento de hermandad tan puro como fugaz, un memorándum de que: “Dios concede las batallas más difíciles a sus mejores soldados”.

Autor: Intendente Jesús Ernesto Anacona Delgado

05 de junio de 2017

Fotografías: Patrullero Oscar Suarez Guzmán


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