La odisea de Zeus

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Por. John Montilla

Zeus el «recolector de nubes» de Homero
era el dios del cielo y el trueno.

En horas de la noche un taxi se detuvo junto al puente del Río Sangoyaco en Mocoa; justo en frente donde alguna vez existió un local llamado “Las Tablas”. –El sector ya no existe fue arrasado por la pasada avalancha que sufrió la ciudad-.Del vehículo se bajó una persona y dejó abandonado un cachorro de color blanco en la vía peatonal, luego ingresó de nuevo al carro, y se marcharon.

El animalito confundido miraba a ambos lados de la calle, permanecía estático; algunas personas pasaron a su lado sin prestarle mayor importancia, únicamente la señora vendedora de arepas, sin clientes por el momento, lo observaba con atención por entre el humo que salía del carbón. Luego mientras con una mano le daba vueltas a su mercancía, con la otra agarraba su celular y con presteza se puso a hacer una llamada. El cachorro no se había movido del sitio en que fue abandonado.


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Al rato apareció una chica en una motocicleta y se detuvo junto al perrito, se agachó, sacó algo de un bolso que llevaba y le dio de comer, mientras con ternura le acariciaba la cabeza; ahora el animalito agitaba la cola muy animado, mientras comía con avidez, el hambre era evidente. Luego sin que nadie se opusiera o dijera algo, ella lo levantó, lo acomodó en frente suyo en la moto y se marchó con su pequeña carga; la señora de las arepas no había perdido detalle de la escena. El largo viaje lleno de tropiezos en la vida del cachorro Zeus continuaba.

Al día siguiente apareció en facebook una foto del cachorro con un anunció en el que se pedía que lo adopten. La imagen fue vista por una persona a quien le gustan los animales, quien se puso en contacto con la chica que lo había recogido, y ella misma se lo fue a dejar a su casa. El pobre perro que estaba flaco, desnutrido y con huellas de haber estado encadenado, parecía que por fin había encontrado un hogar, pero la suerte aún no estaba toda de su parte.

La persona que me relató la historia cuenta que cuando recibieron al perro, se dieron cuenta que estaba muy maltratado, entonces lo llevaron al veterinario, le hicieron cortar el pelo, lo purgaron y lo nombraron Zeus. El problema fue que como aún no habían terminado de construir la casa, no tenían mucho espacio donde tenerlo y como el perrito permanecía casi siempre encerrado, cuando lo sacaban se le tiraba a todo aquel que le parecía sospechoso; nunca mordió a nadie, pero como vivían cerca de una escuela, les dio temor que mordiera a un niño y entonces decidieron buscarle otro hogar. El trajinar de Zeus volvía a comenzar.

Entonces lo dieron en adopción y ellos mismos lo fueron a dejar a una finca en la vereda Las Planadas; con vitaminas y algo de comida incluida, pero a los pocos días se los devolvieron; la razón: otro perro que había en la finca lo agredía mucho, por eso antes de que lo mataran, prefirieron regresarlo a sus dueños.


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Luego una vecina que supo del caso y que tenía una finca, pidió que le regalen el cachorro; los dueños lo llevaron y se dieron cuenta que había más perros, pero como no tenían opción decidieron dejarlo; el problema fue que al perrito pareció no gustarle su nuevo hogar y continuamente se daba a la fuga como queriendo regresar a casa, con lo cual la señora se aburrió y decidió devolverlo a sus anteriores dueños. Parecía que la mala fortuna perseguía al animalito.

La dueña no sabía a quién darle el perro; no porque no quisiera tenerlo, si no por cuestiones de espacio y seguridad, hasta que un día un primo le habló de un familiar a quien podría interesarle el perro, y de esta forma se le consiguió un nuevo amo al animalito. Lo malo fue que el hijo de la propietaria ya estaba encariñado con él y lloró al desprenderse de su mascota, y además la nueva familia a la que iba no nadaba en la abundancia y encima tenían muchos más perros. Las cosas no se le daban a Zeus, pero lo peor para él aún estaba por venir.

El caso fue que el perro no se quedó ahí y fue a parar a una carpintería en el Barrio Altos del Bosque.- El sector fue prácticamente borrado del mapa por un mar de agua, lodo, palos y piedras-. Donde lo dejaban amarrado para que cuidara la herramienta; por fortuna para Zeus, la casualidad hizo que el nuevo amo lo dejara suelto la noche de la avalancha en Mocoa. Eso lo salvó en primera instancia de la muerte, pero no del padecimiento que debió soportar durante ese trágico suceso; pues al igual que los humanos, muchos animalitos también sufrieron el rigor de la furia de la naturaleza.
El primo que había llevado a Zeus hasta esa zona, fue testigo de cómo el primer embate de las aguas desbordadas dio contra una de las casas vecinas, con un resultado catastrófico: después se enteraría que once personas perecieron en una sola familia, y en el caos que siguió alcanzó a ver como las aguas arrastraban a su hija y a una nieta, y él de forma decidida, se había arrojado para agarrarlas y salvarlas, para luego correr con ellas a un sitio más seguro. Un repentino relámpago le había permitido ver al perro desesperado intentando seguirle sus pasos.

Esa pareció ser la última carta que se jugaron varias mascotas, correr detrás de los humanos -aunque varios testigos afirman haber visto a muchos gatos trepando a los tejados- Al infierno reinante del fragor del agua, piedras, truenos y gritos de auxilio, se le habían sumado los aullidos y chillidos lastimeros de un grupo de perros atrapados por un tronco que les impedía el paso. Entre ellos iba Zeus, luchando por darse una oportunidad en su perra vida. El gemido angustioso de los animales había conmovido a un joven que dijo: “Yo voy a rescatarlos”, y su padre por no dejarlo solo se fue tras él; los dos como pudieron y en cuestión de segundos vitales habían arrojado a los animales bañados en lodo e irreconocibles por encima del tronco y luego corrieron a protegerse. El peso mayor de las fatídicas sombras aún no les había caído encima.

Por fortuna ellos sobrevivieron a los estragos de la noche, pero de los perros no se tenía noticia. Por eso pasado el desastre, la apenada antigua dueña había iniciado la búsqueda de Zeus, y el hijo de su primo le había dicho: “Yo creo que salvé ese perro. Imagínate arriesgue mi vida por un perro que se me hacia popo en el andén de la casa”… Pero ahora no había rastro del sufrido animalito.


Cuatro días después del desastre y pese al temor de entrar en la zona arrasada; la dueña y su esposo pensando en que el perro quizá debía estar herido y padeciendo hambre, sed y frío; se dieron a la tarea de explorar el sector donde vivía el animal. Lo que vieron los dejó atónitos: ¡Ya no había casa, únicamente playa y piedras! Sin embargo continuaron la búsqueda; gritando en medio de la desolación: “Zeus , Zeus ” nadie acudió al llamado de ellos. Aún guardaban la esperanza que alguien lo hubiera recogido y llevado a uno de los albergues para animales que algunos voluntarios habían creado.

Sin embargo, pese a que parecía inútil, decidieron seguir buscando en un radio de acción más amplio, mientras continuaban con sus gritos de llamado. La búsqueda los llevó hasta un cultivo de cañas cerca del cual había una casa en la que habían recogido y estaban cuidando a varios perros solitarios. Hasta allá habían llegado sus voces y un joven de aquella casa había dicho en voz alta a su padre: “Están buscando a un tal Zeus”, y al instante un perro blanco -quizá lavado por la lluvia-, había levantado la cabeza y agitado nervioso la cola. “Este debe ser Zeus” dedujo el muchacho.

Entonces el joven había decidido salir al encuentro de los buscadores con un grupo de perros detrás de él. Y cuando el sufrido animal escuchó que lo llamaban y vio a sus antiguos dueños, “había chillado de contento” y corrido con gran emoción hasta los brazos de su verdaderos dueños. La odisea de Zeus había terminado, era tiempo de regresar a una casa en la que ahora si hay espacio para él.


John Montilla. Esp. Procesos Lectoescritores

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