En Mocoa la avalancha también enterró el periodismo

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Cuatro periodistas de Mocoa. En la izquierda arriba, Laura Montoya y abajo José Villareal; en la derecha arriba Ruberth Ramírez y abajo Carlos Álvarez
Cuatro periodistas de Mocoa. En la izquierda arriba, Laura Montoya y abajo José Villareal; en la derecha arriba Ruberth Ramírez y abajo Carlos Álvarez

Aunque la tragedia que vivió Mocoa por la avalancha fue noticia en todos los medios nacionales, que mandaron corresponsales a reportar el minuto a minuto, los periodistas locales fueron los únicos que no lo pudieron cubrir: todos sus equipos quedaron bajo el barro.

En total doce periodistas de ese municipio de 90 mil habitantes en Putumayo lo perdieron todo, según documentó la Fundación para Libertad de Prensa (Flip) luego de hacer un censo para que los colegas en las ciudades puedan ayudarles mandándoles lo que puedan.

Que esos periodistas no tuvieran cómo cubrir la avalancha y contar lo que pasó después, cambió la forma en que los mocoanos se informaron del día a día de la tragedia. Aunque son pocos medios, les hicieron falta.

Sin medios locales

En Mocoa hay muy pocos medios dedicados a cubrir solo lo que pasa ahí.


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Fuera de los medios nacionales que cubren esporádicamente a su ciudad, los mocoanos se informan por cinco emisoras comunitarias que tiene Putumayo que son la de la Policía, la del Ejército, la emisora Maguaré de Caracol, Putumayo Estéreo de Rcn y la indígena Radio Waira (no hay niguna solo de Mocoa) y por dos canales, el 8 de Claro y ‘Canal 2 mi canal’, el único canal comunitario que es solo de la ciudad.

Pero la sede en la que funciona ‘Canal 2’ quedó inundada por el barro y como desde el aguacero de ese viernes 31 de marzo se fue la luz, Liliana Obando, la directora del canal, dejó de transmitir durante un mes las noticias de la ciudad.

Sus hijos quedaron tan impactados con la avalancha que desde entonces, cuando llueve por las noches en Mocoa, se ponen los zapatos y empacan la maleta, por si en cualquier momento les toca salir corriendo.

Que ella no pudiera reportar lo que pasaba horas después de la tragedia hizo que para habitantes como Vilma Zapata, una diputada que vive allí, fuera más difícil saber en dónde estaban dejando los cadáveres o a dónde podían llamar para reportar a un desaparecido. «Como aquí todos nos conocemos y somos muy familiares, también sabemos quiénes son los periodistas y ellos hubieran podido hasta ayudar a identificar gente y regar la bola», nos dijo. «El vacío de las emisoras locales también se sintió», agregó.


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Otro habitante de Mocoa, Luis Eduardo Alegría, dijo a La Silla Sur que a él hicieron falta los medios locales porque «los nacionales hablaban de cifras, pero sin mayor detalle. Los periodistas de aquí en cambio conocen a la gente y hubieran podido informar con mucho más detalle a la comunidad».

Pero lo más triste es que ese vacío sigue sin llenarse.

Sin equipos y sin casa

Según el censo de la Flip, seis periodistas perdieron su casa y a otros cuatro se les inundó, por lo que se les dañaron los equipos que tenían ahí guardados.

El barro se les llevó todo. En total se tragó 8 consolas, 12 computadores, 7 portátiles,  9 grabadoras, 13 cámaras, 18 micrófonos y discos duros, memorias usb, lentes y televisores.

Para unos la avalancha ha sido una muestra de que pueden hacer periodismo. Así sea con las uñas.

Laura Montoya, por ejemplo, directora del programa Putumayo Estéreo de la emisora ‘La Reina’, perdió hasta el estudio en el que editaba las notas, porque era en su casa.

Ella estaba editando una entrevista cuando se vino el aguacero y alguien le pateó la puerta diciéndole que tenía que evacuar. Mientras fue por unas botas y volvió, el agua ya llegaba a la sala de su casa y ella solo pensó en grabar el momento con su celular, mientras se salía por el techo a otra casa vecina.

Grabó el instante en que todo se vino abajo.

“Me quedé sin nada”, dijo a La Silla Sur con la voz entrecortada. “Lo más duro fue ver que yo me salvé, pero no pudimos sacar de los escombros a la niña que quedó debajo de mi”.

Después de ese fin de semana comenzó a documentar los desaparecidos con los presidentes de las juntas de acción comunal de los 17 barrios afectados y ahora dirige el ‘Comité de búsqueda de desaparecidos’. «Para mi ésto ha sido una forma de seguir haciendo periodismo, documentando los casos, así no tenga los mismos medios de antes», nos dijo.

Pero para otros, por más que quieran, les ha costado retomar el oficio.

Ruberth Ramírez, que trabaja en la emisora indígena ‘Radio Waira’ en un programa informativo que se llama ‘El Despertador’ y también alquila sonido para eventos, se le inundó su casa se quedó sin sus dos micrófonos, la cámara y la consola para hacer las ediciones.

“A uno lo llaman a decirle que hay noticia en tal lado, que hay una rueda de prensa y pues no hay como registrar nada”, contó a La Silla Sur.

Hoy vive en una casa arrendada en Villagarzón, un municipio a cuarenta minutos de Mocoa, con el subsidio que les da la Unidad para la Gestión de Riesgo (Ungrd) a los damnificados por 250 mil pesos al mes, pero está preocupado porque se supone que eso solo es por tres meses y ya van a cumplir dos.

Lo mismo le pasa al camarógrafo Carlos Álvarez, que vive de venderles fotos a los medios y de ir a eventos familiares a tomarlas.

En la noche de la avalancha salió de su casa con su cámara (perdió el trípode, un lente, las baterías de luz y su computador), en pantaloneta y tenis, se llevó a sus hijos y a su esposa a la casa de su hermana y se fue a tomar fotos del desastre a las 2 de la mañana.

Fueron las últimas que vendió porque los medios no tienen con qué pagarle las fotos y tampoco lo han vuelto a llamar de matrimonios o cumpleaños. “No hay mucho que celebrar por estos días. Ni para el día de la madre”, dijo a La Silla.

Como ahora vive en una casa con el subsidio de la Ungrd y de lo que gana su esposa en una cafetería, Carlos está que acepta un trabajo en un supermercado para anunciar productos por el micrófono.

Aparte de los equipos y las casas, hay otro problema de fondo y es que ya no hay quien pague contenidos.

Sin pauta

Para Ruberth Ramírez, el de ‘Radio Waira’ otra dificultad tiene que ver con que ya no tienen quién les paute.

Por ejemplo, la dueña de un almacén de cerámicas de Mocoa era la fiel pautante de ‘El Despertador’, su programa, y como ella también quedó damnificada, le dijo que no tiene cómo pagarle la cuña.

“Estamos viendo si logramos tener pauta nacional pero es que es muy difícil porque le piden a uno que la emisora tiene que tener Rut (registro único tributario) y que toca abrir una cuenta bancaria y aquí todavía nada funciona. Ni siquiera hay agua todos los días”, nos contó.

Otros como Horacio Villarreal, locutor en un programa de radio que se transmite a las seis de la mañana hasta las seis y media, comprar el espacio para transmitir su programa cada vez es más difícil.

Paga 4 millones de pesos al mes por esa media hora, en la que reporta noticias de Putumayo, pero en abril le tocó hablar con la gerente y pedirle más tiempo porque no vendió una sola cuña.

“El comercio no quiere saber nada de pauta, entonces le toca a uno irse a la gobernación, a la alcaldía, a los institutos, para ver qué consigue y ahí ya no hay cómo ser objetivo”, dijo a La Silla.

A ese panorama que dejó la avalancha se suman, como contamos, los problemas con los que tiene que sobrevivir un periodista cualquiera en un departamento como Putumayo.

Según reportó la Flip en su informe ‘Silencioff ¿las regiones tomarán la palabra?’ la mayoría de periodistas no tienen un contrato laboral y les pagan menos de un salario mínimo. Y concretamente en Mocoa, que el único canal de la ciudad y las emisoras que no son del Ejército y la Policía se apagaran durante un mes, dejó a los mocoanos a la merced de la información oficial y la de los medios nacionales que fueron en manada y ya se devolvieron.

No hubo ni hay todavía quien cuente cómo es vivir -y no sólo aterrizar- en la ciudad que se levanta de la avalancha.

http://lasillavacia.com/historia/en-mocoa-la-avalancha-tambien-enterro-el-periodismo-60992


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