«El que existe» – Taita Bairú Piaguaje

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Taita Bairú Piaguaje - "El que existe"
Taita Bairú Piaguaje – «El que existe». Foto : Leonel Morales

Todo comienza con la caza de un tigre y una danta

Por : Guido Revelo

Esta es la historia de un personaje a quien le cabe, si no la honra, por lo menos la suerte de haber cazado el mismo día y al mismo tiempo un tigre y una danta sin disparar un solo tiro. Sucedió hace unos años por los lados de un afluente del río Caquetá, el río Mecayá (en siona: río de la hormiga arriera. Especie de hormiga culona que sale en una época del año y los indígenas las colectan para adobarlas con sal, llevarlas a la sartén, fritarlas y darse un banquete). Partió solo muy temprano, con su escopeta al hombro, sal, cantimplora de agua y mucha hambre de caza. Paró a desayunar hacia las nueve de la mañana sin encontrar presa hasta entonces; no bien terminó de desayunar se adentró un poco en la espesura del monte y de pronto escuchó un fuerte ruido que sobre el suelo quebraba ramas y palos viejos. Para su asombro ante sus ojos pasó como rayo  una danta que llevaba un tigre  encaramado sobre el lomo pero alcanzó a observar que los colmillos del tigre no soltaban la nuca del mamifero. Era tan fuerte la lucha y la desesperación del animal que como de milagro logró pasar por debajo del estrecho espacio de un grueso tronco formado por una serie de árboles recién caídos, pero el tigre no tuvo la misma suerte: su cuerpo no cabía por el lugar que decidió la danta y su cabeza golpeó de frente el madero de baja altura que bloqueaba el paso de los animales en pareja quedando noqueado de inmediato.

Mi amigo se acercó con precaución y encontró tendido el cuerpo del tigre que aún respiraba, tomó un tronco macizo y le dio un solo golpe fuerte y seco en la cabeza que hizo que el felino estirara sus patas, señal de muerte.


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Se dirigió luego a la especie de cueva que formaban los palos caídos y encontró a la danta que daba los últimos resoplidos y sin necesidad de intervenir, a los pocos minutos murió. No había otra cosa que hacer sino pelar el tigre mariposo de unas cuatro arrobas para sacarle el cuero no sin antes hacerse a sus colmillos y luego prender fuego para ahumar la carne de la danta, organizar un improvisado capillejo tejido con hojas de mil pesos para terciarse a la espalda el preciado cuero del cazador cazado y la deliciosa carne de una danta que rondaba las doce arrobas.

Así mi compañero de infancia y juventud, Franco Hermilo Piaguaje Yaiguaje regresó a su casa y de esta manera iniciábamos una ronda de conversaciones producto de un encuentro casual después de más de veinticinco años sin vernos. Siendo niños habíamos compartido la única escuela que existía en Puerto Asís, Franco como alumno del internado de varones y yo como alumno externo. Siona de pura cepa, hijo del gran Taita Pacho Piaguaje (Piaguaje = gente de ají), orgullosamente putumayense como el mismo se define, es un hombre al extremo sencillo y nadie  pensaría que ese cuerpo menudo  encierra  una personalidad ante quien hay que “quitarse el sombrero”, y seguro ustedes convendrán conmigo en la apreciación cuando vayan conociendo lo que mi amigo hizo durante todos estos años que dejamos de vernos.

Formación

Los conocimientos ancestrales los recibió de sus padres pero en ello también contribuyeron sus tíos más cercanos: Taitas Arsenio, Ricardo y Estanislao Yaiguaje. De su tío  el Taita Luciano Piaguaje Maniguaje (Maniguaje = gente de mojarra) recuerda la hermosa voz para entonar e invocar los buenos espíritus cuando sesionaban para tomar yagé. Todos ellos fueron sus primeros maestros. Cuando cumple los diecinueve años tiene decidida su vocación: la medicina tradicional se va a convertir en su proyecto de vida, pues ha sido testigo in situ de las bondades y el conocimiento de sus mayores en la solución de los males del cuerpo y del alma en mucha gente. Decide entonces marcharse río Putumayo abajo, cruza al norte para llegar al río Caquetá y se establece en Araracuara (Departamento de Amazonas) donde empieza a compartir conocimientos y por supuesto a aprender de los mejores maestros murui muinane. Los siete años que pasa con ellos le sirven no sólo para perfeccionar sus conocimientos sino para aprender muy bien la lengua murui muinane y sus variantes dialectales como el murui mneca (lo hablan los habitantes sobre el río Putumayo) o el murui nipode (sobre el río Caquetá). A los veintidós años decide compartir su vida con Martha Rivera, murui, con quien procrea cuatro hijos. De los parientes de ella, los Caciques Julio y Anastasio Rivera recibe más formación y además entiende que este pueblo, el murui, acude no solo a las plantas para sus curaciones, sino que tanta o más importancia le dan a la oración, pues para la fiebre, el dolor de cabeza, las hemorragias y hasta para planificar los hijos existe una oración específica y todo ello lo aprende juiciosamente Franco Hermilo.


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Cuando cumple los veintisiete años opta por volver a Buenavista, su terruño, a hacer parte de la naciente organización SioA`i (Médicos tradicionales delos pueblos siona y cofàn) que bajo la orientación de los Taitas más representativos de esos pueblos, Taitas como Francisco Piaguaje, Querubín Queta y Fernando Mendúa, se proponen recorrer la geografía putumayense para llevar un mensaje : hacer conocer las costumbres tradicionales a los jóvenes de sus pueblos, llevarles el legado de los patriarcas de sus respectivas etnias, y sobre todo reivindicar el ritual sagrado del yagé como el patrimonio cultural más importante y representativo de sus pueblos.

Me veo obligado a hacer una pausa para hacer alusión a una anécdota que explica el origen de los fondos para poder poner en funcionamiento SioA`i : en una invitación que le hicieran a Taita Pacho Piaguaje para visitar Estados Unidos, estando allá le presentaron a una persona que padecía una grave enfermedad. Taita Pacho asumió el manejo de este paciente de quien llamaba la atención, recordaba el,  que siempre vestía de pantalón bermudas. Pues bien, siona y gringo organizaron un ritual con yagé y después de varias  sesiones milagrosamente el gringo se curó. Resultó ser este un hombre muy, muy adinerado y ofreció voluntariamente un apoyo que se tradujo en SioA`i.

Taita Bairú Piaguaje y Guido Revelo
Taita Bairú Piaguaje y Guido Revelo – Foto : Leonel Morales

Acción

Continúo. Mi inquieto amigo de infancia, ahora joven,  recorrió con ellos lugares como Jardín de Sucumbíos, Bellavista, Yarinal, El Paraíso, Santana y otros lugares, pero para entonces tomó la determinación de seguir los pasos de sus mayores y adoptó el nombre siona de Bairú (con el permiso de los sionas aproximo la fonética al español) cuyo significado es mucho más complejo que la pronunciación. Si bien puede traducir algo así como “el que existe”, es mucho más que eso y no faltará espacio para explicarlo mejor en otra oportunidad. Los blancos transformaron ese Bairú en Taita Bairo, como ahora muchos lo conocen. No desaprovechó todo este trasegar para aprender la lengua quichua con sus vecinos ecuatorianos y también el secoya, variante dialectal del siona. Y quien entiende el quichua, se defiende con la lengua inga del Putumayo.

Continuará

Vendrían luego las experiencias y aprendizajes con sus hermanos coreguajes del río Caquetá (también aprende la lengua coreguaje), sus aportes al Instituto Alexander Von Humboldt en el cerro Teta de la Bruja y a la Fundación Puerto Rastrojo en la investigación sobre los vestigios de la Casa Arana en El Encanto, de las cuales comentaré en una próxima entrega.

Imposible terminar esta primera parte sin dejar de recordar a una persona y colega a quien mucho admiro. Hablando de admiración, dice el profesor Juan Manuel Serna doctor en lingüística, que su sombrero se lo saca solamente ante quien tiene una de las siguientes condiciones: o es muy inteligente o tiene mucha humildad o posee ambas cualidades. Si concuerdo con el profesor Serna, con lo narrado hasta aquí puedo decir que el sombrero me lo he sacado pero va a mitad de camino. Cuando termine mi narración con seguridad el sombrero bajará para hacer la reverencia completa a Taita Bairo.

Guido Revelo Calderón
El Diviso, Putumayo, Julio 26 de 2014
Fotografías : Leonel Morales
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