Escritores indígenas, unas plumas de lujo

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ElTiempo.com –

Treinta autores publican, varios han ganado premios y hacen parte de la colección ‘Libro al viento’.

Freddy Chikagana sostiene con sus manos pequeñas un libro con sus poemas quechuas traducidos al francés. A unas cuantas páginas de distancia están los de su amigo camëntsá Hugo Jamioy y, unas más adelante, los textos del wayú Vito Apushana. Los tres pertenecen a comunidades indígenas que viven muy lejos unas de otras en el país, pero están unidos en los libros.


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Sus poemas hablan de la agonía de los ríos, de los frutos del cactus, de cómo estar muertos, pero seguir viviendo en los sueños o de los abuelos que «andan más cerca de la frontera de la vida».

Son solo tres de los exponentes de la literatura indígena de Colombia, pero no los únicos, aunque sí algunos de los más premiados en el exterior.

Se reunieron en Bogotá en el Encuentro Nacional de Escritores indígenas de América Latina (en la pasada Feria del Libro), que reveló que hay una generación de 30 autores contemporáneos que ya están publicando y se encuentran en antologías nacionales y 100 que escriben y aún no han sido editados.

Uno de ellos es el tímido Hugo Jamioy. Perteneciente a los camëntsa del Valle del Sibundoy, Putumayo, ha publicado los libros Mi fuego y mi humo, Mi tierra y mi sol, No somos gente y Danzantes del viento, texto que ya va por su segunda edición. Jamioy se ganó la beca de investigación en literatura del Ministerio de Cultura en el 2008 y ha sido publicado en Alemania, España y México.


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Cuenta que comenzó también escuchando los relatos de su ‘taita’ en las chagras y, aunque estudió el colegio en castellano, sintió que era más profunda su lengua indígena. Por eso, se convirtió en botamán biyá o el hombre de la palabra bonita, como son conocidos los poetas en su comunidad.

«Mientras en la escuela definían el sol como un astro que daba luz y calor, mi abuelo decía que el shinge o sol era el dador de luz en el tiempo. Entonces, sentí que era una lengua que daba más imágenes, más maternal».

Jamioy, de 40 años, cree que los escritores indígenas tienen mayores responsabilidades que los de la ciudad. «No podemos escribir por el ego individual, porque tenemos detrás una comunidad, la historia de un pueblo», dice este hombre que ahora vive en la Sierra Nevada de Santa Marta, a donde lo llevó el amor de su esposa.

Hugo Jamioy

«Crecemos, como árboles, en el interior de la huella de nuestros antepasados. Vivimos, como arañas, en el tejido del rincón materno. Amamos siempre a orillas de la sed».


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