La tierra prometida del Putumayo

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Manuel Saldarriaga | Este es el quinteto femenino del Fray Bartolomé de Igualada, reforzado con tres niñas de Mocoa, que tomó parte en el Ponybaloncesto. Muchas de ellas no conocían a Medellín. Se fueron felices con los alumbrados, el metro y el torneo.

ElColombiano.com

LOS EQUIPOS DE baloncesto de ese departamento tenían un sueño: jugar el Festival Pony. Vinieron a maravillarse con el deporte y la ciudad.

Lo que encontraron en Medellín fue la tierra prometida del deporte. Son 25 niños que vienen desde los confines de Colombia: Sibundoy y Mocoa, en el departamento del Putumayo, cerca de la frontera con Ecuador.

La humildad en todo acompaña a estos basquetbolistas de la categoría infantil que en su paso por Medellín tomaron un segundo aliento en su vida deportiva. Aquí vieron que lo que hacen sí vale la pena.


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Así hayan tenido que viajar en bus por más de 30 horas para llegar a la capital de la montaña, y dormir en colchonetas puestas dentro de dos salones de clases, la experiencia sí que resultó reconfortante.

Para poder venir al Ponybaloncesto y recoger parte del dinero que necesitaban, los integrantes de los quintetos de Fray Bartolomé y Champitas Sibundoy debieron vender empanadas, hacer sancochos, rifas y formar una comparsa del Desfile de Negros que les valió un premio en billetes.

Estos son cuadros de gente esforzada, en su mayoría muy humilde, porque incluso varios de ellos son del estrato cero y uno.

Hay hijas e hijos de carretilleros, albañiles, soldadores; un muchacho con discapacidad auditiva, e incluso una indígena de la etnia Kamsa, la alegre Leydi Marcela Tisoy, que probó la pizza por primera vez.


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El llegar a una ciudad del deporte como ésta les produjo tal impacto, que al conocer los nuevos coliseos de la unidad deportiva Atanasio Girardot, les temblaron las piernas en los primeros juegos.

Prácticamente que se bloquearon al ver los colosales escenarios, pues nunca antes habían pisado una cancha de madera como la del Iván de Bedout.

Para ellos no faltaron los problemas, porque incluso la entrenadora Sonia Alicia Rojas debió prestarle sus tenis a una de las jugadoras, porque los que trajo no le sirvieron ante lo especial del maderamen.

Para fortuna del grupo, se sortearon los inconvenientes. Disfrutaron de la colaboración de una señora que tiene su casa cerca al Colegio Lola González, quien le hizo de comer a toda la «patota» durante los días del torneo.

«Esta fue una experiencia maravillosa para todos, porque pudimos conocer unos coliseos hermosos, una ciudad muy linda y a una gente que nos ayudó y acogió».

Ese comentario de Aida Guerrero, La Chata, una de las jugadoras, resume el sentir de este grupo de jovencitos venidos desde tan lejos, que batallaron durante el torneo, así el triunfo les fuera esquivo.

Satisfacción grande para Sonia Alicia y sus hermanos Fernando y Francisco Rojas, los técnicos vestidos de quijotes, quienes al lado del presidente de la Liga del Putumayo, John Henry Caicedo, se la jugaron toda para tener esta renovadora experiencia, porque en Medellín sus pupilos encontraron la tierra prometida del Ponybaloncesto. De verdad que lo merecían.


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