Amarga Historia Putumayense

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ZANCHO PIENZA

La Casa Arana sinónimo de comercio, terror y exterminio.

En 1901, el comerciante peruano Julio César Arana entró en negocios con algunos caucheros colombianos de la Colonia Indiana (La Chorrera) para explotar el caucho. Arana había conocido años atrás el Putumayo, negociando y transportando el caucho hacia Iquitos y Manaos, los centros —como se dijo— de la economía gomífera en Perú y Brasil. Sin duda, esto le permitió hacerse a una idea del potencial del Putumayo en el contexto del Amazonas y le abrió sus apetitos por controlar la región.


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En 1907, el ingeniero norteamericano, W. Hardenburg, de paso por el Putumayo, presenció en el Caráparaná el asalto a mano armada de un centro cauchero colombiano por las huestes del comerciante peruano Julio César Arana, secundadas por el ejército peruano. También fue testigo del trato que recibían los indios y del régimen de tortura a que eran sometidos.

En 1909, el periódico londinense Truth publicó su testimonio, bajo el título «El paraíso del diablo». Hardenburg relataba con detalle sus observaciones y otros testimonios que había logrado recoger durante sus meses de estadía en Iquitos; denunció la existencia de un verdadero régimen de esclavitud en el Putumayo, en el cual los indios eran forzados a trabajar, sometidos a la tortura en el cepo y al látigo, expuestos a hambrunas y a las pestes provocadas por las precarias condiciones de trabajo, entre otras formas de represión.

Los indios, según su testimonio, eran forzados a extraer el látex; si no entregaban las cuotas exigidas por los caucheros, eran castigados en el cepo, flagelados y torturados

Por medio de las «correrías» eran enganchados por la fuerza y la huída era penalizada con la muerte. No se les permitía sembrar sus cultivos tradicionales, sus armas habían sido confiscadas; debían hacer penosas travesías llevando grandes y excesivos cargamentos de caucho hacia los centros de acopio. A cambio se les entregaban ciertas mercancías a precios exorbitantes, e incluso recibían una lata de carne por toda una temporada de trabajo del caucho. Los capataces contaban con un grupo de jóvenes indígenas a su servicio, quienes coadyuvaban a la supervisión del trabajo y participaban de forma activa en la captura de los fugitivos. El régimen de trabajo era un verdadero sistema social fundado en el terror.


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El gobierno británico comisionó a Sir Roger Casement, cónsul inglés en Río de Janeiro, para que investigara en el terreno los hechos. Casement viajó al Putumayo en 1910 y recorrió gran parte del área de La Chorrera. Entrevistó directamente a los trabajadores negros provenientes de Barbados, y constató la situación de los indígenas y el funcionamiento de la Compañía. Presentó ante su gobierno un informe pormenorizado en el cual corroboraba las afirmaciones de Hardenburg.

(Texto tomado de la Biblioteca Luís Ángel Arango)

(Imagen tomada de una camiseta traída por la Colonia Leguizameña durante el desarrollo la Feria de las Colonias en Mocoa)

zanchopienza@hotmail.com


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