Del dengue y otras cositas de la salud

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Fuente: Periódico Socivil

De entrada cuando vamos a un hospital llegamos con el dolor y la angustia propia de la enfermedad que tenemos o la que padece a quien acompañamos. A esa situación se le suma el malestar que respiran todos aquellos con los que se comparte la desgracia de estar enfermos.

A esas alturas, cualquier anomalía por mínima que sea es un agravio y toda atención por mínima que sea es un sosiego. Sin embargo, en nuestros hospitales y con el sistema de salud que nos rige, abundan las anomalías, las desatenciones y el tratamiento digno pocas veces se concreta.


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Los asientos dañados, los pisos y las paredes sucias, las puertas y los muebles deteriorados, la enfermera impávida, el celador con su actitud hosca y prepotente, el calor sofocando el ambiente en el que estamos, la repetida y tediosa espera, parecen confabularse para enfermarnos más y mentalmente.

Ese es el ambiente insalubre que por estos días se respira en el Hospital José María Hernández, atestado de una procesión de personas con los síntomas del dengue: dolor de cabeza, de ojos, de los huesos, de los músculos, escalofríos y acompañados de fiebre, que según el personal de salud del mismo Hospital llegan en promedio diario de 30 a 40 desde hace más de dos meses.

Los orígenes del problema, según los médicos consultados, al parecer se desprenden de las deficiencias de las acciones en salud pública por parte de las autoridades sanitarias departamentales y municipales, en especial la fumigación para controlar la proliferación del zancudo transmisor de la enfermedad, a pesar de los anuncios de acciones hechas por los medios para contrarrestar este problema.

Una deficiencia que ya ha cobrado varias víctimas letales y que ha disminuido el bienestar y el buen vivir para cerca de 40 familias al día, solo en el municipio de Mocoa.


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Esta situación en general no es más que una de las consecuencias que hemos sufrido y que seguiremos sufriendo en razón al deterioro del sistema de salud por la mercantilización de este servicio público y por la corrupción que esa misma situación ha permitido. Una circunstancia cuyos orígenes más profundos parten de las pocas y malas acciones que acometemos, como elegir sin conciencia, vender o cambiar nuestro voto.

En ese sentido, es nuestro deber tomar conciencia frente a los actos que hacemos cuyas repercusiones son públicas, es decir para todos, y al menos en esta parte ser más responsables.

Un camino complementario es la exigencia a nuestros gobernantes para que cumplan el mandato conferido por el pueblo, al igual que exigir mayor efectividad en el control por parte de entidades de control y la superintendencia de salud.


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