La culpa no es sólo de ellos

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Afirmar que los especímenes politiqueros, tan en boga por estos días, surgen por generación espontánea es ligero e injusto.

Como todo en la naturaleza, no hay una sola consecuencia que no esté determinada por un trasfondo de múltiples y variadas causas.

En Cuba, país con escasos recursos naturales y económicos, en comparación con Colombia, la incidencia de las enfermedades es notablemente inferior a nuestro país. La razón, dicen quienes saben del tema, es que allá previenen las causa para no tener que lamentarse con las referidas consecuencias.

¿Y si hipotéticamente aplicáramos dicho modelo a nuestra maltrecha y desgastada democracia?


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Bueno, otro gallo cantaría y no tendríamos que suspirar por sistemas de gobierno donde la prioridad es el bienestar de la gente.

Decía al principio que los mercaderes de la política no surgen de la nada, pues es obvio que son, mas bien, resultado de unas condiciones típicas de países como el nuestro, donde conviven, una gran mayoría de electores pobres, quizá paupérrimos, fáciles de manipular; con una minoría sagaz y oportunista, dispuesta a usufructuar la ventaja de pescar en río revuelto.

Pero ojo, a los politiqueros los elegimos nosotros, incluidos quienes se precian de emitir votos de opinión. El propósito entonces, es votar por el “menos pior”.

En fin, la idea es esbozar una rápida tipología de electores, que en últimas son y somos quienes decidimos quienes ocupan las ansiadas curules.


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  • Los tradicionalistas:

Son rojos o azules por antonomasia. Su tatarabuelo, su bisabuelo, su abuelo y su padre fueron del mismo color. Estos votan, impajaritablemente, según la orden del gamonal del pueblo.

  • Los necesitados:

Estos no son ni amarillos, ni azules, ni rojos, ni verdes. Son del color de su necesidad. Votan y trabajan para quien les ayude con un carguito, un trasladito o un suministrico. No los culpo la necesidad tiene cara de perro.

  • La mayoría:

Son casi todos,  las personas sin empleo, jornaleros intermitentes, desplazados, comerciantes informales, madres y padres cabeza de familia, profesionales recién egresados y todos aquellos y aquellas que ven en las elecciones una fugaz oportunidad de salir de la pobreza; aunque sea por un ratico.

El panorama es gris, tirando a oscuro. Mientras no existan condiciones socioeconómicas dignas para el 90% de los colombianos y colombianas; los politiqueros seguirán siendo ese espécimen despreciable y abyecto  con quien nos toca convivir diariamente y a quien, hipócritamente, lo llamamos con un reiterado y desgastado eufemismo “doctor”.

Adenda:

Veo las calles de mi pueblo atiborradas de tantos y tantos aspirantes a honorables padres de la patria y me pregunto:

¿No tendrán un familiar consciente que les recuerde que las elecciones las ganan los de siempre?, es decir, los que compran conciencias con lentejas y sueltan plata por montones.


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